°U N A T A R D E P E C U L I A R°

Julio 05 del 2019
 

Desperté con un gran dolor de cabeza y horrible palpitaciones que parecía que en cualquier momento mi cabeza explotaría.
 

Si si, bienvenida a tu primera resaca.

Salí de la cama con pesadez, haciendo unos movimientos con el cuello debido a que estaba tensa. Saqué la ropa que iba a usar y me dirigí al baño para darme la ducha que tanto necesitaba en ese momento.

Trancurrieron media hora en la que me duché y cambié. Mentiría si dijera que no tenía miedo de lo que me esperaría abajo, a penas y recordaba como había llegado, lo que si sabía era en que condiciones vine a casa.

Cuando llegué al primer piso, sentí mis latidos acelerarse. Tomé una bocanada de aire y entré a la cocina.

Mi padre estaba tomando su típico café por las mañanas. Al parecer se percató de mi presencia y me miró por un momento mientras yo seguía paradota ahí en el marco de la puerta.

—Ya era hora que te levantaras, princesa.—habló con sarcasmo, dejando su taza de café en la mesa—. No sé si recordarte que aún vives bajo mi techo o preguntarte porque carajos llegastes a la casa de madrugada y borracha.

Tragué saliva y no supe que responder, lo único que pude hacer fue no bajar la mirada  y estar en silencio esperando a su griterío.

—Dime, Leila. ¿O es que acaso el alcohol que tomaste ayer te quemó las neuronas que te quedaban?

—Losiento, papá—musité en voz baja, y no tenía ni idea si había logrado escucharme.

Él se levantó bruscamente y caminó hacia mí dejando un  espacio suficiente para poder verlo a la cara. Sus ojos marrones me veían con frialdad, mientras notaba su mandíbula tensarse. Estaba enojado y preferí bajar la mirada.

—¿Lo sientes? Que sientes, Leila—comenzó, no dije nada y el prosiguió—: ¿Quien era el tipo que te trajo ayer? ¿A caso te acostaste con él?

Al escuchar la mención del chico, alzé la mirada y moví las manos enérgicamente.

—No no, padre. Lo conocí ayer—solté en susurro—. Me sentía mal y él  se ofreció traerme a casa.

—Vaya, pensé que odiabas los coches, ya sabes—hizo un ademán—desde que tu madre se murió. ¿Si lo recuerdas?

Mi pecho subía y bajaba con rapidez, en difinitiva tenía ganas de echarme a llorar. Pero era cierto, desde que ocurrió lo del accidente evitaba en gran manera subirme a algún auto, mayormente iba caminando. Supongo que por  el alcohol ni si quiera me alteré tanto en venir en coche con Luke.

—N-No quiero hablar de eso, por favor—pedí mirando sus zapatos negros.

El exhaló y acercándose un poco más dijo:

—Solo recuerda, que si que ella no está conmigo ahora es por tu maldita culpa.

Diciendo esto tomó su maletín y lo observé salir dando un portazo.

Caí de rodillas al suelo y las lágrimas que había retenido durante la conversación con mi padre, se deslizaron libremente por mis mejillas. Detestaba en gran manera esto, si pudiera retroceder el tiempo y decirle que me quedaría en casa con ella y cancelaría todo, lo haría. Pero lamentablemente no había posibilidad de ello, ahora esa era mi vida, mi presente. No era lo mejor, pero no me quedaba nada más que seguir adelante.

Rogaba en gran manera que acabara mi último año de instituto y largarme a la universidad que mamá y yo siempre habiamos anhelado que fuera. Viviendo con mi padre se me hacía mucho mas difícil lidiar con todo, echándome a la cara la muerte de mamá y tratándome como se le daba la maldita gana.

Necesitaba estar lejos de él para poder sanar.

Solo me quedaba esperar.

[...]

Eran doce y media de la tarde y no me había dignado probar bocado alguno, cosa que mi estómago me lo reclamaba cada cinco minutos sonando.

Tomé mi celular y me fijé en que me había llegado un nuevo mensaje.

"Desconocido:
¡Hey! ¿Como vas con la resaca? 
12:31 a.m"

Luke.

Difinitivamente era él, decidí no responder y bloqueando el celular lo tiré a un costado de mí. Cerré mis ojos y recordé lo que pasó la noche anterior que Luke me trajo a casa.

Cuando me dijo que ya nos habíamos conocido antes, entré en pánico porque para mí recién sabía de su existencia. Además estaba ebria, indefensa y sola con él en un auto.

—¿Que? —inquirí girando mi cara para mirarlo.

El soltó una risita y seguía con la mirada puesta al frente.

—Si, hace dos años—empezó—. En la cafetería que está cerca a la plaza, si mal no recuerdo tú estabas con un grupo de amigos. Yo fui a comprar un café que al final fue a parar en tu blusa—río divertido.

A penas y lograba recordarlo. No era como si estuviera acostumbrada que la gente me tirara café encima.

—Ah, tú fuiste el imbécil que me derramó el café. ¿Es que tienes algún problema conmigo? Esa vez el café y ahora la cerveza—señalé la gran mancha en el vestido azul.

—No sabía como acercarme ¿sabes? Es que me flechaste con tu belleza la primera vez que te vi. Esos ojos verdes tuyos tienen la culpa.

Lo dijo tan serio que empezé a sentir calor en mis mejillas y desvíe la mirada a la ventana del carro.

—Es broma—rió a carcajadas, en tanto yo cerraba los ojos resoplando—. La primera vez fue intencional, es más agradeceme que no te cobre por mi café —se burló y lo miré de mala gana—. Bien bien, en la dicoteca te reconocí y te lanzé la cerveza por si me recordabas. Pero no lo hiciste. —frunció los labios formando un puchero.

Blanqueé los ojos y me recosté en el asiento escuchando una que otra cosa, y recordándome haberme sonrojado por lo que dijo hace un rato.

Era un estúpido, después de eso creo que me quedé dormida y no recuerdo como llegué a parar a mi cama. ¿El me había traído hasta mi habitación? Era una posibilidad, quizá ahí lo había visto mi padre y le pidió que me dejase.

No lo sabía.

La señora Laura tocó la puerta de mi habitación para recordarme que el almuerzo ya estaba listo. Le agradecí y se marchó. Siempre venía a casa a limpiar, lavar la ropa y cocinar para mí, solo hacía lo suficiente para que pudiese almorzar y cenar. Después de eso se iba y me volvía a quedar sola.