.Seis días habían pasado desde su encuentro con los demonios, a los cuales Alex llamó erradicadores. Alex había avanzado mucho en la ciudad, pero aún no encontraba ninguna presencia de vida, ni la mínima prueba de que la ciudad de Gabaón o la espada del espíritu existieran.
Llevaba días sin comer y tenía muy poca agua, se le iban las pocas esperanzas que le quedaban. A lo lejos, se acercaba un grupo de demonios. Alex trató de evitarlos entrando en un supermercado, cerró las puertas y se escondió entre las estanterías con cuchillo en mano. Se mantuvo alerta y esperó. Pronto, los demonios pasaron y, así como vinieron, se fueron. Alex sabía que no duraría mucho más, pero no quería rendirse sabía que si se rendía probablemente el mundo no volvería a ser como antes, así que se levantó y buscó comida. Después de haberla encontrado, empezó a comer desesperadamente.
Pero algo andaba mal, había un silencio absoluto. Así que confundido se levantó, volteó ligeramente y vio a un erradicador sonriéndole. Alex corrió hacia la salida trasera, mientras que el erradicador lo seguía pacientemente, riéndose. Al salir del supermercado, Alex entró en un edificio casi en ruinas. El erradicador iba detrás de él, era cuestión de tiempo para que lo acorralara. Alex corrió hasta el segundo piso, donde había un pasillo con entradas a habitaciones, pero todas estaban bloqueadas.
Alex veía su fin a la vuelta de la esquina. Corrió hacia el final del pasillo, pero el erradicador dejó de ser paciente y corrió tras él. De pronto, un estruendo sonó...