Capítulo 8: El despertar de Vantus

La enorme mano emergió de la grieta con lentitud. Era de un gris oscuro, cubierta por lo que parecían raíces secas, huesos y trozos de piedra incrustados. Las uñas, largas como lanzas, estaban gastadas y rotas, como si hubieran intentado escapar de allí por siglos.

Robecca retrocedió, pero no podía apartar la vista. Sentía cómo su cuerpo temblaba, no de frío… sino de una presión invisible que emanaba desde lo profundo de la tierra.

La grieta se abrió más. Un rostro gigante empezó a asomar: ojos ciegos, sin pupilas, una boca cerrada como una grieta, y 5 grandes cuernos en pico con símbolos tallados… los mismos que había visto tallados en la cueva.

Entonces lo sintió.

Una voz retumbó en su mente, profunda, antigua, más emocional que hablada.

—Robecca… hija de los que traicionaron… sangre de los que sellaron.

—¿Qué…? —murmuró ella, retrocediendo un paso. Sentía que el suelo latía bajo sus pies.

—El sello se debilitó con tu presencia… tú tienes su marca… llevas el legado de la llave.

—¡No sé de qué estás hablando! ¡Déjame en paz!

Vantus emergió por completo, una criatura gigantesca, de más de 50 metros, con una espalda cubierta de grietas que parecían brillar como magma apagado. Las criaturas moradas lo observaban desde lejos… arrodilladas, en silencio reverente.

Robecca cayó de rodillas, llevándose las manos a la cabeza. Imágenes pasaron frente a sus ojos como una película rota:

Su padre firmando documentos secretos con el logo de la Corporación.

Una jaula subterránea sellada con un símbolo: el mismo de la cueva.

Una criatura gigante siendo arrastrada por soldados con trajes oscuros.

—Tú... tienes su olor. Su recuerdo. Su decisión… ¿Eres diferente?

—¡No sé nada! ¡Solo quiero volver con mi hermana! —gritó, con lágrimas en los ojos.

Entonces, Vantus se agachó. Colocó una mano frente a ella como si le ofreciera ayuda… o una decisión.

—Puedes huir. O puedes ver la verdad.

Robecca dudó. Tenía miedo. Pero algo en su interior le decía que su familia, sus amigos, y este mundo estaban conectados.

Con el corazón latiendo fuerte, dio un paso hacia la mano extendida.