Los jóvenes bajaron de la Torre Eiffel al atardecer.
- Podemos ir a un café parisino – dijo el muchacho – Chocolate caliente con croissants.
- Suena muy bien – dijo la muchacha arrastrando la bicicleta.
Llegaron a un café, que se veía bastante bien, con toldos rojos en a entrada, ventanas francesas y una jardinera llena de lirios azules, mesas de madera bastante liviana afuera, con sillas del mismo material.
- “La jeune fille” - dijo el muchacho – Busca una mesa, yo buscare que comer.
La muchacha se sentó en una de las mesas de afuera, una mesa que era para dos personas. Esperó a Aarón unos momentos. Observando lo hermosa que se veía la Torre Eiffel y el atardecer mezclándose, el sol se escondía entre los edificios lejanos, un circulo naranja que teñía las nubes de amarillo hermoso, y el azul claro que se mezclaba dejando las nubes del blanco más blanco que Violet había visto en una nube.
- ¿Mirando el atardecer? – preguntó Aarón, detrás de el venia un camarero que dejo las tazas y paltos de croiassants.
- Es un atardecer hermoso – respondió ella sin dejar de verlo.
El muchacho sonrió. Había recordado lo que no le había dicho en España, y que mejor lugar que un Café parisino para decirle lo hermosa que eras.
- Este atardecer no se compara – dijo Aarón.
- ¿Con que? –pregunto ella mirándolo.
- Contigo. Eres mucho más hermosa que el ocaso. Cuando tus mejillas se sonrojan – dijo pasando su mano por su cara – Tus ojitos marrones, tus labios redonditos – sonrió posando su pulgar en sus labios y acariciándolos levemente, deslizo su mano por su cara nuevamente hasta donde comenzaba el cabello de la muchacha. Le acomodó uno de sus cabellos que bajaba por su frente. – Tu nariz – dijo apretando su nariz, haciendo que ella riera. - ¡Esa sonrisa¡ Me vuelve loco. Brillas como el atardecer, eres resplandeciente Violet.
La muchacha estaba sonriendo, por su mente solo pasaba lo tonta que tenía que estarse viendo. Pero no le importaba, eso era lo más lindo que alguien le hubiera dicho, y ese muchacho pelirrojo lo había hecho dos veces en un mismo día.
- Te quiero Aarón – dijo ella, bajito.
- Yo te quiero aún más Violet – respondió acariciando su pelo.
Terminaron de comer en silencio y se encaminaron al hotel, nuevamente. Devolvieron las bicicletas y subieron casi corriendo las escaleras hasta su habitación que se encontraba en el quinto piso, sin elevador. Dieron gracias al aire acondicionado de la habitación y se tiraron juntos con la misma ropa que tenían en la cama.
- Fue un gran día – dijo él.
- Lo fue – contest la chica con su mejilla pegada a la cama, su cabello le tapaba un ojo y Aarón se lo quitó.
- Deberíamos ducharnos – dijo Aarón.
- ¿Juntos? – preguntó la muchacha con una sonrisilla, que Aarón respondió de la misma manera. – Hay que ahorrar agua.
La muchacha se fue al baño, seguida del pelirrojo. Sin pudo la chica se quitó la ropa quedando en ropa interior, incitando al muchacho a hacer lo mismo. Se rozaron, se observaron jugaron bastante con el agua y si junto al amanecer Violet era lo mejor que había visto, verla justo ahí parada frente a él con su piel trigueña descubierta, creo que simplemente hacia su cabeza volar.
Más que ahorrar agua se la pasaron jugando un buen rato, y luego de una hora se encontraban ambos en el balcón observando Paris.
- Deberíamos ir al Arco del Triunfo – dijo Violet sentada en las piernas de Aarón, que acaricio su muslo.
- Mañana iremos – respondió el muchacho. Ella se acurruco encima de él, parecía una delicada muñeca entre sus brazos. Olía a perfume de rosas y al jabón que había utilizado.
Yo voy a donde quieras, mientras sea contigo, Pensó.
Se mantuvieron así como una hora, cuando sintió que Violet se había quedado dormida, la cargo hasta la cama y la coloco con toda la delicadeza que poseía, se acostó junto a ella y la observo dormir.
Estaba tan tranquila, tan angelical, irreal, digna de una pintura prerrafaelista, con sus mejillas algo rojas, y su cabello esparcido a su alrededor, su respiración tranquila le daban paz. Cerró los ojos y se durmió a su lado.
- Aarón despertó con un beso de Violet.
- Despierta belleza durmiente – dijo ella – Amaneció y en verdad quiero ver el arco del triunfo.