El miedo ya la había hecho suya mientras Eileen huía a través de la densa vegetación del bosque, chocando con sus ramas, como jamás había hecho, intentando huir de una traición.
Estaba rota en su interior y en su exterior, herida. Huía, sí, pero se preguntaba en ciertos momentos por qué no se dejaba coger. Y en realidad era una simple cuestión de orgullo. No quería morir a manos de un mentiroso.
Pero no paró de huir hasta que el miedo pasó a terror. Porque sintió que el bosque reclamaba su atención. Y paró de correr.
No. No. No.