Capítulo IV
Las hojas de los árboles teñían de naranja todas las calles del pueblo, se sentía el frío que te abrazaba, poniendo tu piel de gallina.
El otoño me gustaba mucho, era juntar las hojas formando una montaña gigante y luego tirarse arriba de ella. Era divertido hacerlo con mi mejor amiga, pasábamos horas y horas haciéndolo.
Cada estación tiene su cosa especial; el verano tiene la pileta y los juegos de agua, la primavera tiene el festival y las salidas al parque, el invierno tiene la navidad y el otoño, lo que ya mencione antes.
Me gustan todas las estaciones, las disfruto como se debe. Pero ahora prefiero más el invierno, no hay nada mejor que el frío. Me congelo, pero lo disfruto más. ¿Qué mejor que las películas, la comida y quedarse en la cama todo el día? Sí, eso siempre hice en invierno. No hablo de cuando era pequeña, sino de ahora que soy más grande. De pequeña pasaba el invierno de otra manera. En esa estación sí salgo, solo que no tanto. No me molesta no salir, me gusta lo cálido de mi casa.
Estaba por empezar la clase de ciencias, la maestra nos había dado la oportunidad de elegir nuestro compañero de trabajo. Con Jenny nos miramos con una sonrisa cómplice; este año yo iba a pedirle a Noah que sea mi compañero. Ya habían pasado tres años de que me seguía gustando, pero él de mi no. Nunca hubo interés, pero las cosas iban a cambiar. Si nosotros dos llegábamos a ser compañeros, podía llegar a haber por lo menos una amistad, y que por fin él se fijara en mí. Que fe que me tenía.
Si se preguntan qué pasó con las cartitas... logré dejar de mandarle por una semana, después no me resistí y le seguí mandando. ¡Qué niña tonta!
La miré a Jenny de nuevo, le dije:
—Estoy lista —Una sonrisa se me dibujó en el rostro.
Me tocó el hombro deseándome lo mejor. Fui decidida y con pasos firmes hacia donde estaba Noah y su mejor amigo Mason; se habían hecho muy buenos amigos el año pasado, cuando Noah lo vio solo y sin amigos. Mason se había mudado a unas dos cuadras de mi casa.
Al ser tímido le constaba hacer amigos, teníamos algunas cosas en común, como la lectura. El caso fue que me estaba acercando y con eso logré tocar el hombro del niño que tanto me movía el piso. Cuando se dio vuelta, una sensación horrible se alojó en mi estomago y sentía nauseas. Sí, eran nervios.
—Ho-hola No-Noah —lo saludé como si fuera alguien tartamudo, me quise matar por tartamudear de esa manera. Agarré mi bufanda y con mi mano, la moví de un lado hacia el otro algo nerviosa.
—Hola —me saludó con aburrimiento y desinterés, eso no me ayudó en nada, lograba ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.
—Emm... venía a preguntarte algo —en mis pensamientos intentaba alentarme un poco—, ¿quieres ser mi compañero para hacer el proyecto?
Se pasó la mano por la nuca y parte de pelo, sé que estaba pensando qué me iba a decir o qué cosa se iba a inventar.
Las siguientes palabras no fueron las más dolorosas, pero sí hicieron que me pusiera mal.
—Lo siento, ya formo grupo con Kendall —Como instinto, la miré a Kendall, toda su cara mostraba diversión. Y sin necesidad de palabras, entendí con su mirada, que me decía: «¡Ja, te gané!»
Se me escapó una risa, que en vez de sonar como diversión, sonó a todo lo contrario.
—No pasa nada —intenté decir sin importancia, sólo que no funcionó. Otra risita igual a la primera, se me escapó—, lo haré con Jenny.
Los ojos me picaban, quería llorar, y no solo porque él me dijo que no, sino porque había hecho un esfuerzo por acercarme y no había funcionado, porque mi esfuerzo fue un fracaso. La palabra "tonta" me definía a la perfección.
Fui arrastrando mis pies por el suelo, como si levantarlos, requería de mucho esfuerzo. No podía llorar en ese momento, así que tomé aire y me senté en mi silla. Bajé un poco el rostro decepcionada.
—¿Qué pasó? —preguntó Jenny. La respuesta era muy obvia pero igual ella quería saber, cualquiera que viera mi cara se daría cuenta.
La pregunta de mi mejor amiga, hizo que lleve mi vista hacia Noah.
—Ya tiene compañera.
—¿Pero quién? —Me di vuelta en dirección a Kendall— Oh... que mal Zoe. —Su mano me tocó el hombro— Otro día será.
Bien sabía, que eso no era verdad. Yo no me iba animar a volver a pedirle que sea mi compañero.
También sabía lo que era ser rechazada, siempre que podían, las personas lo hacían. Ya sea para jugar, como para hacer trabajos conmigo. Yo ya expliqué cual era el problema, no tenía dinero.