Más allá del tiempo

Te perdono.

Zoe

Estoy buscando un pañuelo o papel, para limpiar mi nariz. No fue buena idea dormir con el pelo mojado. Lo peor es levantarse con el pelo como grasoso, algo normal que me pasa cada vez que me duermo que el cabello de ese modo.

 

Yo a veces me pregunto por qué nací con el cabello tan feo, miro a las otras y parecen sacadas de la peluquería. Igual, tampoco me preocupo en cuidarlo, ahí está el problema.

 

Termino de desayunar, agarro mis cosas y me salgo de la casa para ir a la parada.

 

Voy caminando y una voz conocida me llama por mi nombre.

 

— Zoe. —quiero ignorarlo, pero su voz se vuelve a escuchar. — Zoe. —grita más fuerte.

 

Sigo caminando para no hablar con él, si embargo, no funciona, Noah llega hasta donde estoy. Me regala una sonrisa.

 

— Zoe ¿Por qué te fuiste tan rápido ayer de mi casa? —lo observo por unos segundos, su pecho sube y baja por correr la media cuadra hasta llegar a mi, aunque no se lo ve cansado.

 

Pienso en lo que voy a responder, el problema es que no se me ocurre alguna pequeña mentira para evitar decir la verdad.

 

Creo que se me está haciendo un hábito el mentir y es algo que no me sienta para nada bien. Ahora que lo recuerdo, mamá se olvidó que le tenía que contar el motivo por el cual estaba mojada ayer.

Espero que no lo recuerde.

 

Caigo en la realidad y me doy cuenta que Noah espera una respuesta. Bajo la vista al suelo y miro nuestros pies que van moviéndose a la par, por las calles del pueblo.

 

— Es que ya era demasiado tarde y sabía que me iba a quedar dormida hoy. —Él no dice nada y entonces prosigo con una disculpa- Perdón por haberte dejado con todo el piso y los platos sucios.

 

Jugueteo con mis dedos nerviosa esperando a que diga algo.

 

— No hay problema, fue divertido ayer; hace mucho que no me divertía tanto con alguien. —levanto mis ojos y lo veo, está feliz y se nota. Yo al verlo de esa manera, una sonrisa se dibuja en mi rostro.

 

Eso lo tengo que admitir, fue divertido.

 

— Todo esto es raro. —suelto sin querer. Me tapo la boca, queriendo borrar el comentario que se me escapó hace unos segundos atrás. Él me mira con confusión, pero con gracia a la vez.

 

— ¿Raro? ¿A qué te refieres con raro? —no me deja de ver con esos ojos mieles que él tiene y me pone muy nerviosa.

 

Debo armar bien lo que voy a decirle, no soy una chica directa, no alguien que te puede decir las cosas de frente, está claro que no soy Lina.

 

— Bueno, es que... —estaba a punto de contestarle, pero su mano agarrando la mía me interrumpe.

 

Todo pasó muy rápido, porque no pude casi ni reaccionar cuando dijo:

 

— El autobús, corramos que lo vamos a perder. —y corrimos hasta este.

 

Gracias a Dios no perdimos el autobús y con Noah nos sentamos juntos en unos asientos casi adelante de todo.

 

Por un momento pienso que se olvidó de lo que había dicho antes, claramente estoy muy equivocada.

 

— Ahora sí, ¿a qué te referías con que todo esto es raro? —sus manos agarran su mochila con fuerza.

 

— Es que, no sé... —no sé como decirlo— antes no éramos ni amigos, —Noah se sorprende cuando escucha lo de recién, no entiendo qué le sorprende— no importa, mejor olvídalo.

 

— Es que yo quiero saber, sé que de niño no fui la mejor persona contigo y también lamento haberle mentido a Lina con respecto a que tú y yo éramos amigos. —toma aire para poder seguir hablando— Yo nunca me burle de ti, pero era cómplice de las burlas que te hacían. También de que no era capaz de ayudarte en esos momentos, no era tan valiente y sabemos como somos de niños, nunca vamos a estar en contra de nuestros propios amigos.

 

— Vaya amigos que tenías. —y me río de mala gana.

 

— Sí, ya lo sé, no se los podía llamar amigos. Pero era un niño sin personalidad. —dice. — Tampoco quiero que pienses que me estoy justificando, porque el burlarse del otro o sólo quedarse mirando lo que hacen tus "amigos" —la palabra amigos la acompaña haciendo comillas con sus dedos— no tiene justificación. Y por eso te pido disculpas.

 

Lo miro a los ojos y su mirada mostraba sinceridad. No se justificaba, eso es verdad, pero mi abuela me enseñó a perdonar sin importar lo que me hicieran. No quería vivir amargada y atada a algo que no me iba a traer nada bueno.

 

Asiento, consciente de que estoy perdonando a una persona, que nunca pensé que me pediría perdón. Es algo lindo que quiera arreglar las cosas, aunque haya pasado tiempo.

 

— Gracias por aceptar mis disculpas. —Extiende una sonrisa— Es algo que tenía pendiente ya hace mucho tiempo, y espero que realmente podamos ser muy buenos amigos.



#49177 en Novela romántica

En el texto hay: niños, amor, amistad

Editado: 08.12.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.