Zoe
Estoy sumida en mis pensamientos como siempre y no presto atención cuando saludo a mis papás.
— ¿Cómo les fue hoy en el parque? —pregunta mamá.
Ya sea estar hablando adentro de mi cabeza o con gente, el tema del parque sale a flote. Supongo que al llegar a mi casa, es algo obvio que quieran saber como me fue, pero la sensación esa extraña que estuve sintiendo en el colectivo al volver, al caminar con los chicos y después al despedirme de mi vecino, la sigo sintiendo.
— Bien.
— ¿Bien, sólo eso?
— Sí, fue normal el día. —sé que el día no había sido normal, pero intento reprimir ese sentimiento extraño que siento. Tengo que hablar con la abuela. — ¿La abuela?
— En su cuarto, como siempre. —responde papá mirando su teléfono.
Desde que se había comprado ese celular, no hacía otra cosa que subir fotos a sus redes sociales. Como buena hija, acepte sus solicitudes de amistad, pero la verdad es que tengo miedo que suba alguna foto en la que salga mal, ¿viste que los padres siempre avergüenzan a los hijos con fotos y demás cosas?
En fin, subo las escaleras y recorro el pequeño pasillo que tenemos en la segunda planta. Toco la puerta esperando a que me dejen pasar.
— ¿Quién es? —preguntan desde el otro lado de la puerta.
— Tu nieta favorita, ¿quién más podría ser?
— ¿Yo tengo alguna nieta?
Entro fingiendo estar ofendida, con una mano sostengo el picaporte de la puerta y con la otra toco mi pecho.
— ¡Oye, no seas mala! —le reprocho
Mi propia abuela me hace bullying, eso duele.
— Ya, no llores, nieta favorita. —se empieza a reír, ella está acostada en su cama con el televisor prendido, con su mano me señala que me siente a su lado. — ¿De qué me querías hablar?
— No sé, si me vas a seguir haciendo bullying, no te cuento nada.
Abre sus ojos con sorpresa.
— ¿Yo te hago bullying? Creo que estás confundida, mi niña. —Me río un poco por su expresión. — No importa, mejor cuéntame lo que me querías decir.
Ah, cierto, por unos segundos me había olvidado de eso. Jugueteo con mis manos algo nerviosa, ahora estaba con la duda de si contarle o no. No sé qué es lo que me da miedo al contarle, si solamente es decirlo.
— Emm... bueno, resulta que hoy pasé una tarde con Noah. —su ojos se abren mucho más que antes, de lo sorprendida que está. Pareciera que en cualquier momento se le iban a salir y no lo digo en broma. — No quiero que me entiendas mal. —intento detener el pensamiento que está teniendo justo ahora.
— ¿Quién dijo que te estoy entendiendo mal?
— Tu cara, tu cara lo dijo todo.
Ella pone los ojos en blanco y con un gesto, pide que siga contando.
— Resulta que los chicos querían subir a la montaña rusa y me agarró la locura y empecé a decir que no me quería subir.
— Típico de vos, mi niña.
— ¡Abuela! —le reprocho nuevamente.
— Es la verdad. —ella se defiende con las manos extendidas en el aire.
Bueno, como sea, mejor le sigo contando.
— Entonces Derek se ofreció a quedarse conmigo...
— ¡Oh, Derek! ¿Cómo anda él? —pregunta la abuela con una sonrisa.
Esta mujer me vive interrumpiendo.
— Él anda bien, ¿puedo seguir contando?
— Sí, mi niña, hace mucho que espero que termines. —se queja.
¡Y si me vive interrumpiendo!
Mejor me calmo un poco.
— Como venía diciendo, Derek se ofreció a quedarse...
— ¿Cómo me dijiste que andaba Derek?
¡Ahhh! Doy un grito exasperada y me levanto de mi lugar.
— Listo, no cuento más.
Ella se empieza a reír y entre risas dice:
— Es una broma, mi niña, ya no te voy a interrumpir más.
Sigo molesta, pero quiero contarle lo que pasó. Me vuelvo a sentar en mi lugar y cuando me siento, tocan a la puerta.
Cierro los ojos y tomo aire ya cansada de tantas interrupciones.