Zoe
Me doy vuelta por el susto y me encuentro a Noah parado en la puerta. ¿Me estaba espiando?
— ¿Noah? —pregunto extrañada.
Con esas actitudes no sabía si tomarme en serio lo que me dijo Lina hace unas semanas atrás, Noah actuaba de manera extraña y había veces en que me hacía pensar que yo le gustaba, pero luego volvía a la realidad y me daba cuenta que eso es algo imposible. Además no lo conozco realmente, no sé cómo es su personalidad. Me cuesta mucho creer que eso es verdad, más sabiendo como soy.
— Zoe, emm... —está nervioso y no sabe qué decir— es que...
— ¿Qué haces acá?
Suelta el aire dispuesto a hablar.
— Esto es así, —dice y toma aire para algo así como una explicación— resulta que no me respondías los mensajes y cuando te vi caminando cerca de la parada de autobús, decidí seguirte.
Bien, suena un poco raro el que te digan que te siguen y tengo que admitir que con lo que acaba de admitir, parece un acosador.
— Y la acosadora de niña era yo. —digo por lo bajo, sin intención de que él me escuche, pero lo hace.
— ¿Qué? —Pregunta nervioso y yo me siento de la misma manera al saber que me escuchó— No es que soy un acosador, sólo que me agarró la intriga de saber a donde te dirigías.
— Eres muy curioso, Noah, eso está mal. —le digo con un falso reproche, solo para despejar ese ambiente de nerviosismo que se había formado anteriormente.
— Yo no soy curioso. —dice y se echa a reír.
— Si tú lo dices.
Los dos no reímos, hasta que recuerdo que estamos en el hospital y mi abuela es la que está acostada en coma.
Me pongo seria y le propongo a mi vecino irnos de ahí, él accede sin problema y nos tomamos el autobús. Nos sentamos uno al lado del otro. Como ninguno da pie a una conversación, tomo un libro de mi mochila y comienzo leer. De reojo noto que desenreda sus auriculares y se los pone. Pero algo me sorprende demasiado, me ofrece uno de ellos para que pueda escuchar con él de su música. Lo agarro con una de mis manos, pero el pelo estorba el que pueda ponerlo, ya que con la otra mano tengo el libro y no puedo correr el cabello. De pronto siento una mano cálida, que al tocar mi cabello y parte de mi oreja, hace que se me ponga la piel de gallina. No reacciono ante tal gesto y me quedo como tonta mirando el auricular que me prestó.
— ¿No vas ponerte el auricular o también necesitas ayuda para ponértelo? —dice con gracia, algo que ni siquiera me causa ni un poco.
Por fin reacciono y dejo el libro en mis piernas para poder colocar el auricular en mi oreja. Vuelvo agarrar el libro y sigo leyendo en donde había dejado la lectura. Mis mejillas están de seguro rojas y evito mirarlo para no ponerme peor de lo que ya estoy.
Por el auricular comienza a salir When i was your man de Bruno Mars, mientras escucho la canción, leo la novela.
No pasa mucho tiempo cuando siento la cabeza de Noah en mi hombro, me giro al verlo y lo encuentro con los ojos cerrados. El viaje hasta casa no es muy largo, pero al parecer él estaba cansado y se durmió.
No intento sacar su cabeza, me da un poco de ternura verlo de esta manera. No me percato hasta este momento de que me lo quedé viendo, mis mejillas se vuelven a enrojecer y me giro de nuevo a mi lectura.
Cuando estamos por llegar, me saco el auricular, guardo el libro en mi mochila y sacudo apenas el brazo de Noah. Él emite un quejido de molestia y se mueve en su sitio para acomodarse mejor.
— Noah, ya bajamos. —le digo para que se levante.
Él abre sus ojos algo desorientado y se refriega los ojos.
— ¿Ya es de noche?
Al decir eso, no puedo evitar reírme.
— No, estamos por bajarnos, ven.
Nos levantamos de nuestros asientos y tocamos el timbre para bajarnos. Ya abajo, lo observo a Noah que todavía sigue desorientado. Él me mira sin entender, sin embargo, el estar confundido, no evita que se le dibuje una sonrisa en el rostro.
— ¿Qué sucede, por qué te ríes?
— De tu cara, se nota que estás perdido y un poco dormido. —Le regalo un sonrisa— ¿Disfrutaste la siesta?
— Un poco.
Toma aire mirando hacia otro lado y luego me mira.
— ¿Vamos?
Yo asiento y empezamos a caminar. No tengo ni la mas remota idea de por qué cada vez que vamos caminando por las calles de nuestro vecindario, no hay conversación y si la hay, es poca. A veces no sabemos de qué hablar y se forma ese silencio incomodo que te dan ganas de llegar pronto a tu casa. Este parecía uno de esos momentos y tengo que decir que es realmente molesto.