Capítulo 2
Después de esperar por más de media hora en la carretera, por un terrible embotellamiento que solo sirve para aumentar mi mal humor, decido pasar por la cafetería. Este es un trabajo que diariamente hace Lisa, ya que para mí no es nada fácil andar por la calle con tantos seguidores. Muchos de ellos piden fotos y autógrafos, y solo atrasan mi día de trabajo. Pero el café lo necesito. La cafeína es lo único que me da energía, y no puedo dejarla, por más que los médicos me la hayan prohibido por mis problemas de insomnio.
¿Les hablé de ellos? Creo que no. Básicamente, hace años que duermo muy mal, y no hay razón aparente para ello. Ni siquiera las medicinas hacen efecto. Solo duermo unas pocas horas al día y luego vivo a base de cafeína. No me juzguen, sé que está mal, pero mi vida es demasiado ajetreada, y la necesito.
Una vez estacionada fuera de la cafetería, me coloco un sombrero y un par de anteojos de sol, de lo más ridículo, para no ser reconocida, y salgo del vehículo.
Al entrar por la puerta del negocio, instintivamente llevo las manos a los anteojos y me los quito, solo para asegurarme de que lo que veo es real.
En la fila para comprar un café hay más de 20 personas, y no puedo permitirme perder semejante tiempo. Decido colarme entre ellos, pidiendo permiso y diciendo que solo quiero hacer una pregunta. Me acerco al mostrador para pedir mi café, pero parece que uno de los clientes, que estaba haciendo fila, se molesta y comienza a gritarme:
—¡Señora, ¿quién se cree que es para colarse!? —dice el hombre, furioso.
Otro cliente se acerca, reforzando su indignación:
—¡Estamos desde las siete de la mañana! Debería haberse levantado más temprano si quería estar en el primer lugar.
En ese momento, se me viene a la mente Lisa, levantándose temprano todos los días para hacer la fila por mí. A pesar de todo, estos hombres están siendo muy groseros, así que decido quitarme el sombrero y los anteojos para revelar mi identidad.
—¡Pero si eres... Harper Taylor! —exclama una de las mujeres en la fila, reconociéndome. Seguro que es una de mis seguidoras, la mayoría son mujeres.
—Así es, soy Harper Taylor y necesito conseguir un café antes de las diez, porque tengo una junta muy importante y mi asistente no pudo venir por él.
Uno de los hombres, aún enojado, me grita nuevamente:
—¡No me importa quién seas! Aunque seas la reina de Inglaterra, haz la fila como todos.
Ese hombre está tan furioso que empiezo a sentir miedo. Probablemente no tiene un buen día, como yo. Decido ir al último lugar de la fila, pero en ese momento veo que otro cliente saca su teléfono y me toma una foto.
Lo que más me molesta es que me saquen fotos sin permiso. No cuidan mi perfil, y a esta hora no me veo tan bonita como quisiera. Así que, furiosa, me acerco a él, le arrebato el celular y lo lanzo al suelo, rompiendo la pantalla en pedazos.
—¿¡Cómo te atreves!? —grita el hombre, furioso. Se acerca para intentar golpearme, pero el dueño de la cafetería se interpone para defenderme.
—¡Basta! ¡No tolero un incidente más en mi negocio! —grita el dueño, visiblemente enojado—. Váyase, señorita Taylor, ya ha causado demasiados problemas hoy. Y usted, señor, le prohíbo levantarle la mano a una mujer en mi presencia.
El dueño tiene razón al estar molesto. Sé que no debí haber actuado de esa manera, pero si esa foto llega a las redes sociales, podría ser el fin de mi carrera.
Siguiendo la indicación del dueño, me doy por vencida. Por suerte, no tengo que volver a este lugar. Agradecida una vez más por tener a Lisa en mi vida, me dirijo hacia la salida. En ese momento, mi celular comienza a sonar insistentemente.
Salgo del local, abro mi bolsa y veo que es Erick, mi community manager. Decido contestar.
—Hola, Erick —saludo con la misma frialdad de siempre.
—¿Dónde estás, Harper? —pregunta, visiblemente molesto ¿Qué pasa hoy, que todo el mundo parece estar enojado conmigo?
—¿Sucede algo? —exclamo, con una sensación de mal presentimiento.
—Sí, Harper, y si no lo solucionamos, será el fin de tu carrera.