Pasadas las dos horas, abro los ojos al escuchar que la azafata del vuelo comunica a los pasajeros que llegamos al aeropuerto internacional de Kansas. Me quito las mascarillas, las guardo en el bolso y me dispongo a bajar del avión e ir a retirar mis valijas a la sala de arribo, donde, seguramente mi padre debe estar esperándome para ayudarme con ellas.
Al llegar al lugar, observo que hay una gran fila. La mayoría de los pasajeros están muy enojados. Me acerco más a ellos para escuchar lo que sucede, al parecer, varias valijas del vuelo se han extraviado. Me dirijo hacia la recepcionista, para reclamar las mías, y me comunica que ellas están dentro de las perdidas.
—Lo siento, señorita Taylor, hubo un error en el etiquetado, sus valijas se encuentran en otro vuelo, sepa disculpar nuestro error, en unos días las recuperaremos.
Realmente no puedo creer lo que está sucediendo, ¿es que algo más puede sucederme este día? Entre las pocas horas que logré dormir, mis nervios que están a flor de piel por tener que volver a Leavenworth y los miles y miles de dólares en artículos que hay en esas valijas, termino por explotar, uniéndome al reclamo de alguno de los pasajeros que están en la misma situación que yo.
—¡Necesito mis valijas en este momento, o juro que mañana mismo tendrán una demanda formalizada por mi bufet de abogados! —grito, enojada.
Al parecer, la recepcionista, asustada por todos los reclamos, se retira del mostrador y va en busca del gerente, quien no nos puede dar muchas más soluciones, lo que hace que siga muy enojada.
En ese momento, veo que varias personas se acercan a mí, al parecer reconociéndome:
—¡Pero si eres la bruja de corazón de hielo! —exclama uno, intentando insultarme.
—Lo bueno de ser tan fría es que no sufrirás este invierno —dice otro, dirigiéndose a mí.
De repente, veo cómo varios de ellos comienzan a sacar sus celulares y cuando están a punto de sacarme una foto para desprestigiarme por redes sociales, siento que una persona se acerca a mí, me pone un sombrero y unos anteojos y me cubre con su cuerpo. Acto seguido me grita: ¡Corre! Quizás por mis nervios, en ese momento no logro reconocer la voz, pero decido obedecer al desconocido que acaba de salvarme de esa multitud.
Varios minutos después siento que dejamos de correr y poco a poco comienzo a ver la luz, ya que ese hombre se ha separado de mí. Debo apresurarme y buscar a mi padre, debe estar muy asustado al no poder encontrarme. Me doy la vuelta para agradecerle a la persona que acaba de salvarme y cuando la reconozco siento que mis piernas comienzan a flaquear y me pongo pálida, por lo que vuelvo a los brazos de ese hombre.
—¿Tantos años sin vernos, Harper Taylor, y lo único que deseabas era volver a mis brazos? —exclama Lucas Smith con su estúpida y sexy sonrisa de siempre.