Más Fría Que La Navidad

Capitulo 11: "Entre Ruinas Y Recuerdos"

Harper.

Me levanto del suelo sin poder creer lo que acaba de decir Lucas. ¿De verdad dijo que ya no soy la misma Harper de antes? Por supuesto que no soy la misma Harper de antes, él, junto a Emily, se encargaron de destruirla.

—Harper, escucha... —pero en ese momento salgo corriendo de allí, no tengo ganas de escucharlo a él y a sus tontas excusas, ya me las sé de memoria... ¿Acaso pensaba que olvidaría lo que sucedió esa noche?

Me alejo de él lo más que puedo. No puedo creer estar otra vez dentro de las cuatro paredes de "el viejo arsenal". Este lugar solo ha traído y grabado buenos recuerdos en mi cabeza, como el día que tuve mi primera vez con Lucas... Es un idiota si piensa que me avergüenzo por haber perdido mi virginidad con él. En ese momento lo amaba plenamente y me entregué con toda mi alma y mi corazón. Aunque el sexo entre nosotros era maravilloso, no era solo eso lo que experimentábamos, existía esa conexión de la que habló antes. Esa conexión, que aunque no quiera darle la razón, sigue existiendo y está ahí queriendo salir... maldita la hora que decidí volver a Leavenworth, seguro tenía que haber otra manera de recuperar mi imagen.

Sigo caminando por el edificio intentando recordar cada recoveco. Siempre me pareció una pena que un edificio tan majestuoso, con tanta historia, haya quedado abandonado en medio del bosque. Podrían haberlo convertido en un museo militar donde los jóvenes aprenderían la historia de Leavenworth. Pero nadie lo vio y allí está. Quizás, en unos años, sea derrumbado o, peor aún, se derrumbe solo a causa de su deterioro tan avanzado.

Llego a las puertas que llevan al subsuelo y recuerdo la gran biblioteca que había allí abajo. Bajo las escaleras y me encuentro con ese lugar tan especial, prácticamente en ruinas.

Ese era el lugar más especial que teníamos con Lucas. En su adolescencia, él soñaba con pertenecer a la base militar de Leavenworth, como lo había sido su abuelo, quien había perdido su vida defendiendo la patria, y como también había sido su padre, quien cambió su carrera militar por una botella de alcohol, y como seguro lo habría sido él, si no se hubiese convertido en un padre soltero.

Lucas podía pasarse las tardes enteras, escapando de la violencia de su padre, leyendo los centenares de libros militares que había en esa biblioteca, los que ahora, lamentablemente, ya no existen. Y yo siempre estaba a su lado, compartiendo esos momentos tan placenteros para él.

Me acerco a la estructura vieja y la toco, recordando, cuando de ese lugar sale una enorme rata, la cual se detiene y se me queda mirando con sus horribles ojos. Sin poder evitarlo, lanzo un grito desesperado, que seguro debe haber retumbado en todo el edificio, y salgo corriendo de allí despavorida, pero en el camino hacia las escaleras me doblo el tobillo con algún material de metal que había en el suelo y caigo, pero caigo en los fuertes y musculosos brazos de Lucas, otra vez.

—¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien? —me pregunta preocupado, mientras noto que observa a los alrededores, buscando al causante de mi grito tan aterrador. Realmente me sorprendo de lo rápido que ha llegado Lucas hasta allí.

—Eso sucedió —exclamo, señalando a la maldita rata que aún está allí.

—¿Por esa insignificante rata casi derrumbas el edificio con tus gritos? —al parecer, Lucas sigue muy enojado, cuando debería ser yo quien tendría que estarlo por burlarse de algo tan especial como fue mi primera vez.

—Lo siento, señor Smith, me asusté, no volverá a suceder... —le contesto también enojada, había olvidado lo irritante que es Lucas cuando está fuera de sí.

—Esa pobre rata está más asustada que tú... ¿No ves que solo se está refugiando de la tormenta como nosotros?

—Bueno, señor Smith, váyase con su amiga la rata y a mí déjeme en paz. —Hago el intento de alejarme de él, pero lamentablemente, cuando intento dar un siguiente paso, el tobillo que ha quedado resentido vuelve a doler y lanzo un grito de dolor, otra vez vuelvo a los malditos brazos de Lucas... últimamente, desde que volví a Leavenworth, estoy maldiciendo mucho, necesito volver a Chicago y a mi vida en la ciudad.

—Harper, por una vez en tu vida, ¿dejarás de meterte en tantos problemas? —me pregunta Lucas mirándome a los ojos con frustración. Yo intento liberarme de sus brazos, pero él empeora las cosas. Con un rápido movimiento termino en su espalda, en su fuerte y musculosa espalda.
¿Qué te pasa, Harper? me pregunto confundida. No debería estar pensando esas cosas sobre Lucas, aunque tengo otros pensamientos más eróticos que pasan por mi cabeza que no puedo evitarlos.

—Ya quédate quieta, había olvidado lo insoportable que puedes ser —me dice enojado—. No puedes caminar, deja de luchar contra mí o podrías empeorar tu lesión...

—Entiende que solo quiero salir de aquí y estar lo más lejos posible de ti —exclamo, y por un momento me parece ver decepción en su mirada, pero seguro que habré visto mal. Seguro que Lucas siente exactamente lo mismo que yo.

—Lamento decirte, señorita de ciudad, que hasta que no amaine un poco la tormenta y los trabajos de limpieza no comiencen, o por lo pronto salga el sol y derrita la nieve, no podremos salir de aquí... —me dice con su enojo a flor de piel—. Tendrás que tener paciencia, yo tampoco quiero estar aquí contigo.

Después de ese momento, ninguno de los dos se dirigió la palabra por horas. Al llegar al lugar, descubrimos que, por mi culpa, el fuego se había apagado y, aunque había con qué volver a prenderlo, no era lo suficiente para avivarlo.

Me vuelvo a sentar en el suelo intentando mantener distancia de Lucas y, pasados varios minutos, aburrida, cansada y con hambre, me quedo profundamente dormida.

Me despierto un tiempo después, no sé si han pasado minutos, horas o días, pero siento que me duele cada centímetro de mi cuerpo y un terrible dolor de cabeza no me deja casi abrir los ojos.
Con dificultad, los abro, para darme cuenta de que no ha pasado mucho tiempo, quizás solo unas horas, porque seguimos en el arsenal viejo y Lucas está a unos metros de distancia, con sus ojos cerrados, intentando conciliar el sueño.
Con todas mis fuerzas intento levantarme del suelo, pero solo consigo volver a caer. Todo da vueltas a mi alrededor y tengo unas terribles ganas de vomitar. Sin embargo, controlo un poco las náuseas y comienzo a llamar a Lucas. Aunque siempre se ha caracterizado por tener un sueño profundo y no despertarse fácilmente, logro hacerme escuchar enseguida.




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