Más Fría Que La Navidad

Capitulo 12: " Comienza El Plan"

Vuelvo a abrir los ojos. Lo hago lentamente, aún me siento débil, sin energías, pero no tan mal como la última vez que volví a los brazos de Lucas.

Intento incorporarme en la cama. Estoy demasiado confundida. Sin dudas este lugar no es el arsenal viejo, lo que quiere decir que nos encontraron y que ambos pudimos salir de allí con vida. A pesar de todo, debo tragarme mi orgullo y agradecerle a Lucas. Sin su ayuda, seguramente hubiese muerto en ese lugar, que muy pocos conocen.

Abro aún más mis ojos, acostumbrándome a la luz del sol que se cuela por la ventana. Con un sol tan radiante, seguro la nieve se ha disipado un poco.

Comienzo a mirar por los alrededores de esa habitación... Sin dudas no es la habitación de mi casa. Además, ese lugar tiene un toque bastante masculino... ¿No será que...?

No termino de contestarme a mí misma esa pregunta cuando la puerta de la habitación se abre y la pequeña niña, hija de Lucas, ingresa con esa hermosa sonrisa, igual a la de su padre, y se acerca a mi cama, muy contenta.

-Tía Harper, por fin has despertado -exclama Laia.

Esa niña es tan encantadora. Aunque mi deseo siempre había sido convertirme en madre, al pasar el tiempo y dedicar mi vida completa al trabajo, me di cuenta de que no sería una buena madre y desistí de ello. Pero convivir un tiempo con Laia podría volver a despertar ese instinto maternal en mí, aunque no sería lo más conveniente.

-Hola, pequeña... -la saludo. Apenas tengo energías para hablar, pero estoy segura de que un buen desayuno será suficiente para recargarlas.

-Iré a avisarle a papá que has despertado. ¡Se pondrá muy contento también!

-No, espera... -pero la niña sale corriendo de la habitación exaltada, sin escucharme.

¿Su padre se pondrá contento? Seguro que no. Seguramente ha sido solo una carga tenerme aquí durmiendo, y al parecer en su habitación.

Observo varias veces el lugar. La verdad, no está tan mal para ser un hombre soltero criando una niña de seis años. Tiene sentido del orden, de la limpieza. Aun así, su habitación, como me imagino el resto de la casa, tiene un toque demasiado masculino. Al parecer, una mujer no ha pasado por este hogar en años.

Estoy perdida en mis pensamientos, por lo que no escucho que la puerta vuelve a abrirse. Logro ver a Lucas una vez dentro de la habitación, con una enorme bandeja llena de comida en sus manos. Se acerca a mí, se sienta en la cama y me saluda con su hermosa sonrisa, que me desarma por completo.

-Hola, bella durmiente. Por fin has despertado -dice mientras acomoda la bandeja de madera encima mío-. ¿Cómo estás?

Yo no sé qué contestar, es como si mi voz no quisiera salir... pero intento hacer el esfuerzo.

-Estoy... estoy bien -exclamo con la voz entrecortada.

-No sabes cuánto me alegra que lo estés, Harper -suena tan sincera su confesión que clavo mi mirada en él, confundida-. Estoy seguro de que una vez que comas todo este desayuno te sentirás mejor, con más energías.

-Gracias... Lucas.

Él me devuelve el agradecimiento con otra de sus hermosas sonrisas, y yo quedo embelesada por ella. Lamentablemente, Lucas no es tonto y puede darse cuenta de mis reacciones. Nunca fui buena para disimular, menos delante de él. Me conoce demasiado.

-No me agradezcas y come. Debo salir a hacer unos repartos, pero te quedas al cuidado de tu enfermera exclusiva, Laia. Ella no se ha despegado del lado de tu cama estos días, esperando que despiertes.

-¿Estos días? -abro mis ojos confundida-. ¿Cuántos días han pasado exactamente?

-Has dormido por casi cuatro días, Harper -confiesa Lucas y yo quedo atónita, sin poder creerlo.

-¿Lo dices en serio?

-Así es. De los cuatro días, dos tuviste fiebre. Por suerte llegaron justo a tiempo a rescatarnos, si no, no sé qué hubiese sido de ti... Los demás días solo estabas dormida. El doctor recomendó que te dejáramos descansar tranquila, al parecer hacía tiempo que no lo hacías.

-En realidad -respondo sin poder asimilar todo lo que estoy escuchando-, hace años que no duermo bien, creo que...-No estoy preparada para seguir con esa confesión tan personal, pero ahí está él, quien me conoce como la palma de su mano.

-Desde que te has ido de Leavenworth, ¿verdad? -dice mirándome con ternura a los ojos.

Desde que llegué al pueblo, hace casi una semana, es la primera vez que Lucas me trata con amabilidad.

Mis emociones, que al parecer están revolucionadas por volver a verlo, reaccionan a él con desesperación, pero tengo que poner todo el esfuerzo en disimular. Ya es demasiado incómodo estar cerca el uno del otro. Aceptar la tensión sexual que siento por él sería complicarlo todo sin sentido.

No puedo tener nada con Lucas... Yo volveré a la ciudad y él jamás dejaría Leavenworth. Sería inútil volver a enamorarme de él.

-Yo... no sé por qué... -digo, confundida.

-Yo sí lo sé, y no creo estar muy equivocado. A pesar de que hayas cambiado, aún te conozco. Pude verte descansar estos días, muy relajada. Estoy seguro de que en la ciudad no sientes la tranquilidad que encuentras en tu pueblo. Este fue tu lugar y tu refugio durante años. Quizás es lo que siente la vieja Harper, esa que está allí adentro, esperando salir -dice Lucas, mirándome fijamente.

Aunque no quiera aceptarlo, quizás tiene razón. Desde que me mudé a la ciudad, nunca volví a dormir ocho horas de corrido. Sin embargo, aquí, en Leavenworth, descansé dos días seguidos...

-Ah, antes de que me olvide -añade-. Puse a cargar tu teléfono y me tomé el atrevimiento de encenderlo por si tenías algún mensaje importante. Tienes varias llamadas de un tal Erick, pero no contesté por si se trataba de tu novio. No quería traerte problemas con él -me dice, extendiéndome el celular antes de salir rápidamente de la habitación.

¿Qué fue eso? Me pregunto a mí misma. ¿Lucas estaba celoso? Lo noté demasiado afectado. Quizás no le es fácil tenerme aquí, bajo el mismo techo.




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