Más Fría Que La Navidad

Capitulo 13: "Solo Fuimos Buenos Amigos"

Después de cortar la llamada con Erick, dejo el teléfono sobre la mesita de madera que está junto a la cama y me levanto lentamente. En ese momento, logro recordar la ropa que llevaba puesta el día de la tormenta, y efectivamente no es la misma que llevo ahora. Es un hermoso camisón, muy femenino, pero no es mío.

—¡Oh, Dios! —exclamo sorprendida—. ¿Habrá sido Lucas quien quitó mi ropa para ponerme un camisón de su difunta esposa?

Pero no logro seguir indagando en mis pensamientos porque la puerta de la habitación se abre y Laia vuelve a entrar con esa hermosa sonrisa que la caracteriza, tan tierna, tan dulce, que, por momentos, siento una enorme calidez en mi corazón. Imaginando que podría tener una hija de su edad si Lucas y yo no hubiéramos terminado años atrás y de una forma tan atroz.

—¡Hola, Harper! —me saluda la pequeña acercándose a mí—. Me alegra que ya puedas levantarte de la cama. Quiero mostrarte la decoración navideña que hemos hecho con mi papá.

Laia está tan emocionada que no puedo decepcionarla. Tomo el celular en mis manos y la sigo hasta la sala para quedar completamente asombrada del lugar.

La sala parece salida de un cuento navideño. En una esquina hay un imponente árbol de Navidad, cuya altura casi alcanza el techo. Sus ramas están cargadas de adornos navideños: esferas en tonos dorados, plateados y rojos que reflejan la luz cálida de las diminutas guirnaldas luminosas. Entre las ramas se enredan cintas de satén rojo, mientras una estrella dorada corona la cima.

Frente a la chimenea, encendida con un fuego chispeante, cuelgan medias decorativas, cada una bordada con los nombres "Lucas" y "Laia" y pequeños detalles navideños. Una guirnalda de pino adornada con piñas y luces blancas recorre la repisa, donde descansan velas aromáticas y pequeños portarretratos con fotografías familiares de navidades pasadas.

Los muebles de la sala están transformados para la ocasión: los sofás lucen cojines bordados con frases como "Merry Christmas" y dibujos de renos. Sobre el respaldo del sillón principal descansa una manta de lana escocesa en tonos verdes y rojos, que invita a acurrucarse.

En el centro de la sala, la mesa de café muestra un centro de mesa elaborado con ramas de pino, bayas rojas y velas blancas en diferentes alturas.

Las ventanas, cubiertas con cortinas traslúcidas, dejan entrever el paisaje invernal del exterior, donde la nieve cae en copos suaves. Sobre el vidrio, pequeños copos de nieve artificial están pegados, y una corona de pino con un lazo rojo cuelga de la puerta que conecta al jardín trasero.

Cada rincón de la sala respira calidez y magia, como si el espíritu de la Navidad habitara aquí.

—Esto... es... increíble —exclamo sin encontrar las palabras adecuadas, mientras Laia me sonríe, demostrándome lo orgullosa que está del trabajo que ha hecho con su padre.

—Con papá amamos la Navidad. Muy pronto abriremos una tienda de accesorios navideños. Era el sueño de mi mamá —dice la niña con ternura, acercándose a la repisa donde descansan los portarretratos. Toma uno y vuelve a acercarse a mí para mostrármelo—. Mira, Harper... ¿no era muy bonita mi mamá? —me lo pregunta con una calidez y ternura tan desbordante que me dan ganas de abrazarla. Pero sé que debo mantenerme alejada de ella y de su padre... No es bueno para mi salud mental, mucho menos sabiendo que no me quedaré en Leavenworth.

—Era muy bonita, Laia, tan bonita como tú... Aunque eres casi idéntica a tu padre —por un momento tomo el portarretrato en mis manos y veo una foto preciosa. Lucas abraza a su esposa mientras toca su vientre de embarazo. Intento recordarla, pero no puedo hacerlo. Amaia seguramente no era de este pueblo; de lo contrario, la recordaría.

—Harper, ¿puedo preguntarte algo? —dice Laia mirándome a los ojos.

—Dime —respondo mientras me acerco a la repisa y dejo la foto en su lugar.

—¿Es verdad que tú... y mi papá... fueron novios?

La pequeña lo dice con tanta liviandad que siento que el corazón se me va a salir por la boca. ¿Se lo habrá contado Lucas? ¿Con qué intención le diría algo así a su hija? No, estoy segura de que él no fue... Sé muy bien que me quiere a kilómetros de distancia de Laia, aunque intente disimularlo.

—¿Quién te dijo eso? —pregunto para salir de la duda.

—Fue la abuela Bea —exclama, dejándome completamente atónita. ¿Mi madre fue capaz de decirle a una niña de 7 años que su padre y yo fuimos novios? ¿Es que habrá perdido la cabeza? Esa mujer tendrá que escucharme una vez que regrese a casa. Algo está tramando, y no me gusta. La conozco.

—Escucha, Laia... Tu papá y yo... —estoy a punto de responder cuando siento que Lucas se para detrás de mí y lo hace por mí.

—Solo fuimos buenos amigos, hija —responde, haciendo que, por alguna razón, mi corazón se rompa en pedazos. ¿Qué te pasa, Harper? Me regaño a mí misma. Recuerda que en unos días volverás a dejar Leavenworth y a toda la gente que vive en ella.

—Así es, Laia, eso mismo iba a decirte... —concuerdo, algo decepcionada. Al parecer, Lucas se da cuenta de ello porque siento su mirada penetrante en mí.

–Oh... qué pena... pensé que podías llegar a ser mi mamá –exclama Laia, también decepcionada, haciendo que mi corazón vuelva a latir con fuerza... algo me dice que tengo que salir de allí...

–Creo que... debo irme –comienzo a decir–. Mi madre debe estar preocupada, además mañana empiezo a trabajar en la pastelería y debo ponerme al corriente de muchas cosas.

–Tienes razón –dice Lucas, algo en su voz me dice que él también quiere que me vaya... estar cerca de él solo me vuelve más vulnerable, me hace querer volver a ser la vieja Harper, y eso jamás sucederá.

–¿Ya debes irte? –pregunta Laia, decepcionada–. Ven a visitarme, podemos mirar películas navideñas y tomar chocolate delante del fuego. –Siento que si no salgo rápidamente de allí, volveré a llorar delante de Lucas, y no quiero hacerlo.




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