Más Fría Que La Navidad

Capitulo 18: "Una Invitación De Cumpleaños"

Pov Harper.

Los días son muy intensos para mí. Comienzo a las 6 de la mañana, termino de trabajar en la pastelería a las 7 de la tarde, de allí nos juntamos con Lucas y Emily a terminar los trajes para la obra y, finalmente, a las 9 de la noche comenzamos con el ensayo hasta las 11.
Estos días apenas he tenido aliento para pelear con ellos. Intento soportar su presencia por los niños. Joaquín y Laia se han convertido en personitas muy especiales para mí y no es justo que yo esté discutiendo con sus padres enfrente de ellos.

Hoy comenzaré a grabar algo de contenido en el momento de la costura y los ensayos. Estos días terminé tan cansada que ni ánimos tenía de grabar, pero debo hacerlo, no quiero quedarme mucho tiempo más en Leavenworth, aunque debo reconocer que últimamente me estoy sintiendo a gusto aquí, conversando con los clientes, en compañía de mis padres, me siento como si estuviera en casa… no, no puedo pensar así, no puedo llamar casa a un lugar donde Lucas y Emily conviven con felicidad, donde son queridos por la mayoría de los habitantes, donde tienen hijos maravillosos y conservan un lazo de amistad muy fuerte, más allá de todo el daño que me hicieron.
Estos días trabajando juntos intentaron llegar a mí, hablar sobre lo sucedido hace años, pero yo los detuve, no quiero saber nada, no sé qué pretexto pueden ponerme, no quiero ni necesito saber nada más… mi impresión por ellos no va a cambiar.

Lo que sí no puedo evitar es sentir lo que siento. Cada vez que Lucas está en la misma habitación que yo, siento que mi corazón late tan fuerte que quiere salirse de mi cuerpo. Me pongo tan nerviosa que por momentos me olvido la letra de mi personaje, y me paso un rato pensando en él y en lo que fuimos, en esa pareja de enamorados, aún adolescentes, pero con muchos sueños y proyectos en común, quienes soñábamos con estudiar juntos, casarnos y tener hijos, mientras cada uno se dedicaba a sus carreras y criábamos a nuestros hijos con amor. Pero esos sueños quedaron atrás esa noche de borrachera, donde Emily y Lucas destruyeron mi corazón para siempre…
¿Cómo puedo perdonarlos? ¿Cómo mis padres pueden pedirme que los escuche? ¿Acaso no vieron sufrir a su única hija? ¿Tanto, que ahora me llaman la bruja con corazón de hielo?
No puedo, ni podré nunca. No existe nada ni nadie en el mundo que haga que yo los perdone, ni siquiera sus maravillosos hijos.

Después de terminar mi horario en la pastelería, saludo a mi padre y en el auto de mi madre me dirijo a la casa de Lucas, punto de encuentro para terminar con los trajes. Ya acabamos con los trajes de dos duendes, nos falta solo uno y luego el de la bruja, que es el más complicado, pero no es nada para mí, he hecho vestidos de novia más exigentes.

Al llegar, Lucas abre la puerta y me observa con sus bellos ojos color café que se clavan en los míos, y se hace a un lado para dejarme pasar. Afuera hace demasiado frío, los guantes, mi abrigo de piel ecológica y el gorro de lana apenas pueden detenerlo. Pero la casa de Lucas, con el hogar encendido, cargado de leña, hace que el lugar se mantenga caliente, ¿o será que solamente su presencia hace que el calor me suba por todo el cuerpo? Deja de pensar tonterías, Harper, me regaño a mí misma.

–Hola, Harper –saluda Lucas–, siéntate en el sofá, Emily llegará en unos momentos. ¿Quieres una taza de chocolate caliente? –pregunta, intentando ser amistoso, aunque sabe que conmigo es inútil, no puedo rechazar una taza de chocolate. Me conoce lo suficiente como para saber que es mi bebida favorita en el invierno, sobre todo con su receta especial, que nunca ha querido decírmela.

–Claro, gracias –digo, sin dirigirle mucho la vista.

–Laia, sirve tres tazas, por favor –grita a la pequeña, que al parecer está en la cocina.

–¿Laia está calentando el chocolate? –pregunto confundida y preocupada–. ¿No crees que es demasiado peligroso? –Lucas me observa con esa maldita sonrisa en los labios.

–Tranquila, Harper. Yo calenté el chocolate, Laia solo se ofreció a servirlo en las tazas térmicas, no hay peligro de que sufra alguna quemadura, pero gracias… –ahora, la que lo mira confundida soy yo.

–¿Gracias? ¿Por qué?

–Por preocuparte por ella –pero Laia llega justo en el momento adecuado para interrumpir, porque la verdad, no sabía qué responder… Lucas no puede saber que tengo debilidad por su hija, aunque creo que soy demasiado mala disimulando.

–¡Hola, Harper! –me saluda Laia, dejando las tazas sobre la mesa y corre a abrazarme.

–Hola, pequeña –digo, estrechándola en mis brazos. Laia es todo lo que está bien en este mundo. Esa niña es un sol, dulce, tierna, sensible. Odio a Lucas, pero debo reconocer que ha hecho un gran trabajo criando a una hija completamente solo.

–Escucha, Harper, tengo algo que contarte… –comienza a decirme con tanto entusiasmo, que por momentos es contagioso. Su vitalidad y alegría hacen que la vieja Harper quiera salir.

–Dime, Laia.

–El sábado es mi… cumpleaños –dice esta última palabra saltando de alegría.

–Qué bueno, te haré un hermoso regalo para que lo disfrutes –digo, brindándole una tierna sonrisa, pero en ese momento siento la mirada penetrante de Lucas. Hace solo unos minutos estaba contento de que esté allí, ahora siento que podría matarme con la furia contenida en sus ojos. Aun así, sigo concentrada en la charla con Laia, sin prestarle importancia a su cambio tan repentino de ánimo.

–No quiero un regalo, Harper –yo abro mis ojos sorprendida, ¿qué niña, sobre la faz de la Tierra, no querría un regalo?–, solo quiero que me hagas un favor.

–Solo tienes que decirme lo que necesites y te aseguro que lo cumpliré –aunque creo que voy a arrepentirme.

–¿Lo que sea? –pregunta, y algo dentro de mí comienza a dudar, pero aun así, no puedo defraudarla, y menos en el día de su cumpleaños.

–Lo que sea, Laia.

–Muy bien, porque quiero que nos acompañes a mi papá y a mí a dar un paseo por Leavenworth. Me gusta patinar en la nieve, hacer muñecos y angelitos, y quiero que vengas con nosotros –no sé qué responder. Por un momento me siento halagada de que Laia me esté invitando a algo tan especial para ella, pero al ver a Lucas, con una cara de pocos amigos, me doy cuenta de que no soy bien recibida en su salida de padre e hija, por lo que decido, por primera vez, decirle que no.




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