Cada día que pasa entiendo menos a Lucas. Primero me da todo ese sermón de que me mantenga alejada de su hija, que Laia sufrirá mi partida, que solo me ve como a su madre y se enojó cuando ella me invitó al paseo por su cumpleaños. Y después me pidió por favor que los acompañe… Entiendo que es su padre, que ambos están solos en la vida, y que toda la responsabilidad de Laia recae sobre él… pero ¿yo qué culpa tengo de que la niña necesite una madre con desesperación?
Por supuesto, no tuve otra opción que aceptar. Tampoco es que tenían que obligarme. Disfruto mucho de estar con Laia y el cumpleaños de una persona es muy especial, así que sería imposible rechazarlo. Imagino la cara de felicidad que pondrá al verme.
Solo falta poco más de media hora para que ambos pasen por mí. Decido vestirme cómoda y elegante. Menos mal que mis maletas llegaron antes de esta ocasión, si no, hubiese sido difícil aceptar el paseo, jamás podría mostrarme mal vestida o de forma ridícula, nunca se sabe cuándo un fotógrafo podría estar encubierto en Leavenworth y desprestigiarme con una nueva foto, diciendo… “La reina de la moda, Harper Taylor, se ve cada vez peor, hasta su vestimenta combina con su frialdad y mal gusto” no, no podría soportarlo.
Así que, finalmente, después de revolver las tres maletas, encuentro la ropa adecuada para este clima tan helado.
Me visto con un suéter cuello largo color blanco, unos pantalones de lana color gris, son increíblemente cómodos y calientes, y sobre ellos, un abrigo de lana también del mismo color que me llega hasta las rodillas. En mis pies, llevo unas botas de cuero de altura media y finalmente termino mi atuendo con unos guantes también de cuero, un gorro de lana y una bufanda de cashmere que envuelvo alrededor de mi cuello. A penas puedo moverme con tanta ropa, pero hace demasiado frío y lo que menos necesito es volver a enfermarme.
Minutos más tarde, un golpe en la puerta de la habitación llama mi atención. Es mi madre avisándome de que Lucas y Laia están esperándome.
Rápidamente agarro mi bolsa de cuero, el celular y el regalo de cumpleaños, y salgo de mi cuarto para reunirme con ellos.
Los encuentro a ambos en el interior de su camioneta. Cuando Laia me ve, abre la puerta y corre a abrazarme, con tanta alegría que no puede disimular:
–Harper, sabía que aceptarías. Tú jamás me defraudarías– dice, con la inocencia de una niña que acaba de cumplir 8 años. Si supiera que los seres humanos cometemos errores y defraudamos a las personas que amamos…
–Mi pequeña, aquí estoy y soy toda tuya– exclamo con una sonrisa en los labios.
–Suban que hace demasiado frío– dice Lucas desde el interior.
–Vamos, Harper, quiero que pasemos la mejor tarde de nuestras vidas.
Por insistencia de Laia, subo rápidamente a la camioneta y allí finalmente veo a Lucas más de cerca y siento que mi corazón comienza a latir con fuerza. Esta sería la demostración de que realmente sí tengo corazón, pero no cualquiera puede hacerlo latir de la manera en que Lucas lo hace y lo hizo en el pasado, solo con su abrigo de lana negro, su gorro y guantes del mismo color. Está tan impecable, con su barba entrecortada y sus rulos al viento. Cómo quisiera enredar mis dedos entre su cabello, como lo hacía cuando éramos novios. Ya déjate de tonterías, Harper, me regaño, ese hombre te hizo mucho daño y tendrá que hacer más que eso para que lo perdones…
–Estás muy hermosa, Harper– me elogia Laia– amo la forma en que te vistes, como combinas tu ropa. Algún día, cuando tengamos mucho dinero, papá prometió que me dejaría vestirme como tú.
–Y yo prometo ayudarte, puedes venir a visitarme a la ciudad cuando quieras– digo, pero en ese momento la mirada de Lucas hace que me quede callada, aunque ya es demasiado tarde, debería aprender a mantener la boca cerrada, pero me conoce, sabe que nunca pude hacerlo y siempre hablé de más.
–Gracias, Harper, lo haré.
Unos minutos más tarde, llegamos a la pista de patinaje. Es el primer lugar al que Laia decide ir. Había olvidado lo bello que era. Cuando Lucas me confesó sus sentimientos, años atrás, y formalizamos nuestra relación, conocimos este lugar por primera vez, en una especie de cita. Tomados de la mano, patinamos durante horas. Sí, tomados de la mano, porque Lucas jamás pudo mantenerse sobre los patines.
Rápidamente me los pongo y alcanzo a Laia, quien ya está dando vueltas por la pista, con tanta felicidad y entusiasmo que me contagia de buen humor y por varios minutos patinamos juntas. Grabamos videos para subir a las historias de Instagram y nos sacamos fotos solamente para ella y para mí, ambas compartimos un momento feliz y muy agradable, realmente, esta niña se ha metido en mi vida y será muy difícil poder separarme de ella.
Pero en un momento me doy cuenta de que Lucas no se ha reunido con nosotros y lo busco detenidamente con la vista, para verlo sentado sobre un banco, mirando directamente hacia mí.
Aunque no estamos relativamente cerca, tampoco estamos tan lejos y puedo sentir su mirada penetrante en mí, no puedo descifrar con qué intención, seguramente está enojado conmigo por el comentario que hice acerca de que Laia podía irme a visitar a la ciudad. Debería controlar sus emociones en el cumpleaños de su hija, aunque Lucas no es de esas personas, más bien siempre se ha dejado llevar por sus impulsos.
–Laia, ¿por qué tu padre no viene a patinar con nosotras?– le pregunto.
–Olvídalo, Harper, mi papá odia la pista y los patines, jamás pudo hacer ni un paso con ellos– exclama con una sonrisa.
–Ven conmigo, tengo una idea– le digo, compartiendo la sonrisa.
POV Lucas
Aunque intento, sigo sin poder dejar de mirarla. Nunca me había vuelto a sentir como un adolescente enamorado, casualmente enamorado de ella. Harper hace que mi corazón lata tan deprisa que, por momentos, me cuesta respirar. Siento que mi cabeza y mi cuerpo no responden a las órdenes que le doy. Mi cabeza no deja de pensar en ella y mi cuerpo, con cada pensamiento, reacciona con excitación, la deseo y la necesito. Pero soy un idiota, no debería sentir ni albergar falsas esperanzas. Hace tanto tiempo que no estoy con una mujer, que todo en ella me calienta y por momentos siento que no puedo disimularlo, estoy seguro de que ella ya se dio cuenta, porque puedo estar largos minutos observándola sin prácticamente parpadear.