Mí alarma suena a las seis de la mañana. Quisiera aplazarla por media hora más, pero es inútil, debo ayudar a mí padre. Últimamente no damos abasto en la pastelería. Falta solo una semana para Navidad y las ventas han crecido considerablemente, tanto que hemos tenido que contratar un empleado temporal, mientras yo lo ayudo en el horneado de los pasteles, como en los viejos tiempos.
Después de tomar una ducha, bajo a desayunar. Como todas las mañanas, mí madre me espera con el café y los huevos listos en la mesa. Por suerte, su brazo ha ido sanando y no ha necesitado de la cirugía.
—Gracias por lo que hiciste por nosotros, hija —mí madre me agradece. Y sí, es que no tengo corazón y soy una bruja de hielo, pero ellos son mis padres. No podía seguir viendo cómo mí papá trabajaba sin descanso, por lo que decidí contratar a ese empleado, pagando de mí bolsillo su sueldo. Para qué tengo dinero si no es para ayudarlos a ellos.
—Ya, mamá, al fin y al cabo, es un beneficio para todos —y es verdad, teniendo otro empleado se trabaja mejor y es menos esfuerzo para mí papá y para mí.
Sigo hablando con mí madre cuando recibo una llamada de Erick a mí celular. Vuelvo a ver la hora: son las 6 y media de la mañana… ¿qué hace este chico levantado a esta hora? Realmente no me equivoqué en contratarlo, es un adicto al trabajo como yo.
Me termino el café de un sorbo y voy por unas cosas a mí habitación mientras atiendo la llamada:
—Buenos días, Harper —saluda Erick, demasiado animado, algo no visto en él—. No sabía si estabas despierta, pero tenía que llamarte.
—Buenos días, Erick. Abrimos la pastelería a las 7, pero ¿qué sucede? —pregunto preocupada y, a la vez, ansiosa por el estado de ánimo reflejado en su voz. Pueden ser buenas noticias.
—Harper, ¿no has visto tus redes sociales?
—Aún no, estaba desayunando con mi madre —exclamo más ansiosa que antes.
—Échales un vistazo y me dices qué te parece.
Dejo la llamada en espera y entro a mi cuenta de Instagram. Los vídeos y las imágenes que subí con Laia son todo un éxito en visualizaciones y comentarios. Mis seguidores están felices de ver a una Harper más contenta y espontánea… eso es lo que causa Laia en mí. Es tanto el cariño que siento por esa chiquilla que hace resurgir a la anterior Harper, por suerte, son solo unos segundos.
Algunos de los comentarios son:
"¿De verdad eres tú, Harper? ¿Quién es esa niña? Es tan bonita como tú…"
"Harper, nunca te hemos visto tan feliz, no eres la bruja con corazón de hielo que todos dicen."
"Eres un milagro de Navidad, Harper, esa niña y tú se ven maravillosas."
"¿Es tu hija, Harper? Se ven muy bonitas juntas, se nota el cariño que se tienen mutuamente."
Y yo estoy feliz al leer cada uno de los comentarios, uno más lindo que el otro, prácticamente ninguno negativo. Todos concuerdan conmigo: Laia es una niña increíble, maravillosa, que se ganó, no solo mi corazón, sino el corazón de todos mis seguidores.
Podría seguir leyendo por horas, hacía mucho que no disfrutaba de los comentarios positivos, pero no puedo, debo ir a trabajar a la pastelería.
Recuerdo que tengo a Erick en espera y vuelvo a hablar con él:
—¿Y, Harper? ¿Qué me dices? ¿No estás contenta? —pregunta.
—Creo que es la primera vez que recibo tantos comentarios positivos en mí cuenta.
—Esa niña es increíble y parece ser real tu conexión con ella, no estás fingiendo.
—Puedo fingir ser una pueblerina más, Erick, pero mí amor por Laia es lo más genuino que verás en mí.
Después de mí trabajo en la pastelería, vuelvo a tomarme una ducha para quitar el cansancio de mí cuerpo. Y sí, me encanta el agua, relajarme en ella. Me visto con ropa abrigada porque afuera hace mucho frío, me subo al auto de mí madre y conduzco hasta la casa de Lucas, donde nos reunimos para seguir con la confección de los últimos trajes. Hemos avanzado mucho. Mis ayudantes no saben de costura, pero son buenos aprendices.
Al pasar por la puerta, me recibe Joaquín con un beso y un increíble abrazo que me emociona hasta el alma. Laia se acerca a mí con una taza de chocolate caliente, sabe que me encanta y más si es la receta de su padre.
—Hola, Harper, toma —me saluda entregándome el chocolate—. Hace mucho frío afuera, puedes acercarte al fuego.
—Gracias, mí amor.
En ese momento, siento que alguien por detrás me quita el abrigo y me sorprendo al ver que es Lucas, quien tiene una de esas sonrisas que me derriten. No puedo evitar quedarme mirándolo, algo que él corresponde. ¿Qué me está pasando? ¿Por qué siento que mí corazón late como un loco cuando estoy cerca de él? No puedo enamorarme de Lucas, ese sí sería el fin de mí carrera. Pero… ¿podré evitarlo? No mientras me mire con esos ojos, mientras me sonría de esa manera y sea tan gentil de quitarme el abrigo y acomodarlo en el perchero.
—Hola, Harper, siéntate junto al fuego, Emily llegará en unos minutos —explica Lucas—. Joaquín está aquí porque fui a buscarlo a sus actividades, mientras Emily se desocupaba.
Media hora más tarde, los tres, junto con Laia y Joaquín, estamos sentados junto al fuego. Mientras estoy cosiendo algunas partes del traje de uno de los duendes, Emily y Lucas se dedican a cortar el traje de la bruja. Es el último que falta, pero el más difícil de todos. Aunque para mí no hay imposibles, he diseñado y confeccionado vestidos de novia más difíciles que esto.
—Harper —Laia me saca de mis pensamientos llamándome por mí nombre.
—Dime —digo, mientras levanto mí vista de la máquina de coser para mirarla a los ojos.
—¿Qué harás en Nochebuena? —pregunta con una de esas hermosas sonrisas. Presiento que va a pedirme algo. Su padre era igual de manipulador en el pasado, pensaba que con una de sus sonrisas podía pedirme lo que quisiera, y la verdad es que no se equivocaba… creo que aún podría hacerlo.
—No lo sé, creo que comeré con mis padres.