Es un nuevo día en la pastelería familiar, solo faltan 5 días para la Navidad y Leavenworth está agitado y desconocido para mí. Pasaron varios años desde la última vez que celebré la festividad en el pueblo y la verdad, debo admitirlo... lo estoy disfrutando mucho.
Las calles están atestadas de gente, comprando regalos para los niños, las vidrieras y casas están decoradas para la ocasión, los niños de la iglesia cantando los villancicos clásicos, y la nieve cayendo, hacen de Leavenworth el mejor lugar para pasar la Navidad. Realmente había olvidado lo especial que era esta festividad para el pueblo.
Por pedido de mi madre y con ayuda de Laia, quien está a mi cuidado porque Lucas también tiene mucho trabajo con la venta de árboles, nos ponemos a decorar nuestro árbol, el de la pastelería, para darle más espíritu navideño y colocamos unas ramas de muérdago sobre la puerta para atraer la buena suerte, alejar las malas energías y purificar el lugar. Creencias de mi madre, pero que quedan muy bonitas.
Decoramos el árbol con unas hermosas esferas de color rojo, unas figuras de Papá Noel y unas botas de tela. Lo envolvemos con unas guirnaldas azules y unas luces de todos colores, para finalmente terminar la decoración con la estrella de Belén en la punta y un pequeño pesebre bajo el árbol. Ambas lo disfrutamos tanto que, por momentos, nos olvidamos del tiempo y este se nos pasa volando. Me doy cuenta de lo tarde que se ha hecho cuando veo que papá está cerrando las puertas de la pastelería y se acerca a nosotras.
—Mis niñas, este árbol ha quedado muy bonito —exclama con esa dulzura que lo caracteriza, y es verdad, no es porque lo haya decorado yo, pero el árbol ha quedado increíble—. Se nota que lo han hecho con mucho amor —añade.
—Sí, abuelo, Harper y yo hicimos un gran trabajo —dice Laia sonriendo.
—Y les agradezco, mis niñas, ahora sí parece que estamos en Navidad. Harper —añade papá, mirándome a los ojos—, ¿sigue en pie tu ayuda de esta noche? Sé que están terminando con los trajes y el ensayo para la obra, no quiero quitarte tu tiempo.
—Papá, si te dije que iba a ayudarte es porque voy a hacerlo. Descuida, venimos muy bien con todo lo referido a la obra, le avisé a Lucas y a Emily que hoy me ausentaría, es una emergencia.
Hoy a la mañana, muy temprano, papá recibió el pedido de varios pasteles, muffins y galletas glaseadas para una fiesta muy importante en la ciudad y no puede dejar pasar la oportunidad, más teniéndome a su lado. La parte de hornear y hacer el control de calidad del sabor es lo que mejor se me da y lo que más disfruto.
—Gracias, hija, no sé qué haría sin ti. Si supieras lo felices que estamos tu madre y yo de que estés con nosotros…
Las palabras de mi padre se calan muy dentro de mí, siento que después de ellas, mi vida no volverá a ser la misma.
Pensando en esas palabras, en la imagen de Lucas y mía repartiendo la cena de Nochebuena, y preparando la mezcla para hacer unos muffins, escucho que alguien entra a la cocina. Pero no me preocupo, seguro es papá que fue por cafeína. Después de varias horas de trabajo en el horneado y lo que aún nos queda, lo necesitamos, al menos yo. Sin embargo, no es él, y realmente me sorprendo al verlo allí, como en los viejos tiempos, después del colegio… pero hay algo en él, algo que lo molesta y no puede disimularlo. Es que Lucas jamás ha podido disimular ni sus sentimientos ni estados de ánimo, es un libro abierto. Eso es lo que siempre me gustó de él, si no fuera por esa maldita noche…
—Hola, Lucas, ¿qué haces aquí? —son las únicas palabras que salen de mi boca, aún estoy sorprendida por su presencia en este lugar, sin saber a qué ha venido.
—He venido por Laia.
Pero claro, estúpida, ¿qué pensabas? ¿Que Lucas estaba ahí por ti? Baja de esa nube de niña enamorada que no te queda bien y recuerda quién es el idiota que tienes enfrente.
—Claro, pero Laia está con mi mama.
En ese momento noto que está incómodo, que quiere decirme algo, pero no se anima. Ambos nos conocemos tanto, que con solo mirarnos podemos adivinar lo que le pasa al otro, y puedo ver que Lucas está confundido, al igual que yo, por la invitación de Laia.
—Nunca pensé que fueras a aceptar… —exclama sin pensarlo.
—¿Por qué no lo haría? —pregunto—. En el pasado disfrutaba mucho hacerlo.
—Pero esa era la vieja Harper —confiesa enojado y confundido, mirándome con unos ojos que, por primera vez en la vida, no puedo descifrar—. Tú no eres mi Harper, no deberías haber aceptado, no te quiero cerca de Laia, además…
En ese momento siento que estoy tan enojada que quisiera olvidarme por un segundo de mi feminidad y romperle la cara a golpes, aunque si supiera que tengo manera de ganar contra él, aún siendo mujer lo hubiese intentado.
—¿Tu Harper? —grito fuera de sí—. ¿Quién te crees que eres para llamarme tu Harper? ¿El mismo idiota que se acostó con mi mejor amiga?
Las lágrimas traicioneras y todo el dolor que sentí en el pasado se hacen presentes. Jamás quise derrumbarme frente a Lucas, pero lo hice, y como una tonta.
—Jamás dejaste a Emily y a mí explicarte qué sucedió esa noche, no tienes ningún derecho a reclamarme nada —grita Lucas defendiéndose de mi ataque—. Además… tú… nos usas y nos manejas a tu antojo para volver a tus redes sociales, y no lo tolero. No quiero que vayas a la cena de Nochebuena, solo grabarás videos mostrando algo que ya no eres, siendo dulce y servicial para que tus seguidores vuelvan…
Las lágrimas siguen cayendo por mis mejillas sin control. Puedo ver el enojo en Lucas, su negativa a que vaya a la cena, y no puedo soportarlo.
—Vete de aquí, Lucas, por favor, no quiero volver a verte —le digo intentando guardar la calma, pero su mirada penetrante no me deja en paz.
—Te quiero lejos de Laia, Harper. Una vez que esa maldita obra se termine, te quiero fuera de su vida… No voy a permitir que manipules también a mi hija. Ella es inocente y ve en ti a una madre… una madre que nunca serás para ella.