Finalmente llega el día antes de la navidad. 24 de diciembre. Quien diría que de un año a otro cambiaría tanto mí vida? El año pasado, en este momento, estaba arriba de un avión, volando a Alaska a esquiar con uno de mis amantes y ahora estoy aquí, en Leavenworth, mí pueblo, en compañía de mis padres, a quienes nunca debería haber dejado de visitar y de Lucas, la persona más increíble, que a pesar de sus errores, es el único que hace que mi vida tenga sentido, que ese vacío que sentía en mi corazón, solo él puede llenar.
Lamentablemente, aunque quisiera, se que esto es imposible, nuestro amor jamás volverá a ser lo que era. A pesar de disfrutar estos días juntos, de la obra de teatro, de comer dulces y jugar maquinitas, Lucas no puede volver a mi vida, Lucas jamás se iría de Leavenworth y aunque comprobé que sigo amando a mi pueblo natal, la ciudad se convirtió en mi hogar, donde puedo sentirme realizada como diseñadora, donde puedo seguir adelante con mi carrera profesional y no imagino mi vida lejos de ella… sería una egoísta si permito que Lucas abandone su hogar y sus sueños navideños para seguirme a la ciudad, además también está Laia, ambos aman Leavenworth y no podría separarlos de él.
En solo unas horas se realizada la cena de nochebuena. No puedo creer que después de tantos años compartiré una noche de servicio con Lucas, como lo hacíamos en el pasado. Está vez estará Laia con nosotros. Aún no puedo controlar mis emociones cuando estamos los tres juntos. La vieja Harper solo regreso para recordarme el sueño que teníamos de formar una familia con Lucas. Y los tres juntos, realmente parecemos eso … una verdadera familia… si tan solo no tuviera que irme.
En ese momento, la puerta de la pastelería se abre de par en par, sacándome de mis pensamientos y quedo muy sorprendida, al ver que es Laia, acompañada de Lucas y mi madre. Él, siempre tan generoso, se ofreció a llevarla al hospital, hoy le quitaron el yeso por fin, y con unos días de rehabilitación quedará como nueva y podrá volver a trabajar junto a papá.
–Hola, Harper– me saluda laia, quien da la vuelta al mostrador y me da uno de sus tiernos abrazos, por supuesto yo le devuelvo el saludo.
–Hola, mi niña hermosa.
–Hoy, es el gran día!– exclama emocionada– está noche es la cena de nochebuena y mañana, papá noel, traerá muchos regalos.
–Asi es, mi pequeña, y en esta casa, bajo este árbol, te traerá muchos más– añado– ya lo verás.
–Harper, deja de consentirla tanto – exclama Lucas, quien habla por primera vez desde que entraron por la puerta. Lo dice con una sonrisa tan tierna que tengo ganas de darme la vuelta y abrazarlo y besarlo, pero debo contener mis emociones, me quedan solo tres días en este lugar y volver a los brazos y a la cama de Lucas sería un gravísimo error.
–Hola, Lucas – saludo por fin, mirándolo a los ojos– gracias por llevar a mi madre. Debería haberlos acompañado, pero la pastelería está en el peor día–exclamo, mientras él me devuelve la mirada, una mirada que transmite muchas emociones, pero no quisiera ponerme a descifrar ninguna de ella, porque eso terminaría de destrozar mi corazón en pedazos.
–No es nada, Harper. Lo menos que puedo hacer por Bea es acompañarla– añade– ella siempre está para nosotros.
–Y tu para nosotros– dice mí madre abrazandolo– siempre serás como ese hijo varón que nunca tuve– confiesa con amor.
–Y yo soy tu nieta, verdad abuela?– pregunta Laia con esa inocencia que la caracteriza.
–Asi es, mi pequeñita hermosa. Harper– dice observandome– cortales un trozo de pastel como agradecimiento.
–Claro, mamá.
Siguiendo la orden de mi madre, me acerco a la vitrina de cristal y veo los pasteles que quedan. Todos de chocolates y frutales, pero no hay del favorito de Lucas, el pastel de frutillas con crema Chantilly. Rápidamente corto un trozo del de chocolate y se lo entrego a Laia, quien encantada me lo recibe, hasta que recuerdo, que mi padre, en la cocina, estaba terminando nuevos pasteles, seguro que habrá del que le gusta a Lucas.
–Esperenme aquí, ya regreso.
Por suerte mi papá siempre está en todo y si, efectivamente estaba terminando uno de los favoritos de Lucas y mío, por supuesto.
Mientras cortó una rebanada importante para él, recuerdo una de esas tardes, cuando, después del colegio, vino a ayudarme a la cocina y al terminar, mi padre nos regaló un trozo de este mismo pastel, en agradecimiento por nuestra ayuda, y juntos, nos sentamos en el suelo, tenedor en mano, para disfrutar de nuestro pastel favorito.
Termino de cortar, lo coloco en un plato y vuelvo a la tienda, para encontrarme a Lucas solo, acomodando unas luces del árbol que se habían salido.
–Lucas…–digo acercándome a él. Cuando nota el plato en mi mano, una increíble sonrisa se dibuja en sus labios y yo no puedo evitar quedarme mirándolo embobada.
–Lo recordaste– exclama, como si pudiera olvidarlo, digo para mis adentros… somos tan parecidos, nos gustan prácticamente las mismas cosas, por eso será que jamás he logrado tener una relación con alguien, más allá de lo sexual. Lo que teníamos y tenemos con Lucas es mucho más que eso.
–Come, y gracias otra vez– estoy por dejarlo a solas para que disfrute el pastel, cuando siento que me toma de la mano y no me deja marchar. Vuelvo mi mirada hacía él y esa maldita sonrisa otra vez está allí. Noto como corta un trozo de pastel y lo acerca a mi boca.
–Recuerdo que también era tu favorito– dice mirándome con esos ojos tan increíbles que parecen desnudarme. Me toma de la mano otra vez y hace que me siente en una de las mesas, a su lado– disfrútalo conmigo, Harper.
–Lucas…yo, debo cerrar la pastelería–digo, intentando buscar una excusa para alejarme de él y el momento entre los dos.
–Sabes cuánto hace que no pruebo uno de estos pasteles?– pregunta, mirándome, y llevándose un trozo a su boca– desde que te fuiste de aquí… – confiesa, y yo siento que mi corazón se detiene y no encuentro las palabras, realmente no se que decir– no sabía igual sin ti… como todo no sabe igual sin ti, mi vida no sabe igual si no estás en ella– lo dice con unas palabras tan tiernas e increíbles que los ojos se me inundan de lágrimas, pero intento controlar mis emociones, como cada vez que estoy frente a él.