Después de la confesión de Lucas, realmente no supe qué decir y, sin saber cómo reaccionar, decidí huir como una completa cobarde, dejándolo solo, sin tener el valor suficiente para responderle: “Yo también te amo”.
Rápidamente subo a mi habitación y me doy una ducha que logró quitarlo de mi cabeza por un segundo, pero es imposible; es como si en mi mente solo existiera Lucas.
De repente, un golpe en la puerta me sobresalta. Me acerco a abrir y me encuentro con mamá, la mujer más intuitiva que he conocido en toda mi vida, y eso que con mi carrera internacional he conocido a demasiadas personas.
Se acerca a mí, me toma de la mano y juntas nos sentamos en la cama. Yo aún llevo mi bata de baño.
—¿Se lo has dicho ya, Harper? —pregunta mirándome a los ojos.
—¿A qué te referís, mamá? —respondo confundida; es como si estuviera en una nebulosa, imposible de bajar a tierra.
—A que después de la noche de Navidad te irás de aquí para regresar a tu vida en la ciudad.
—Mamá… Lucas me quiere a kilómetros de distancia —digo decepcionada. Sé que solo está confundido, que una vez que me vaya de Leavenworth se olvidará por completo de mí.
—No es así y lo sabés… Los vi sin querer en la pastelería. Ambos se besaron, te confesó su amor y te pidió que no te fueras.
—Solo está confundido, mamá… quizás el momento, los recuerdos, pero…
—Estoy segura de que seguís enamorada de él, y regresar a la ciudad no te va a hacer feliz. —Lucas y mamá son las dos personas que más me conocen y creo que tiene razón; ya no volveré a ser feliz en la ciudad, mucho menos lejos de Laia y Lucas.
—Mamá, yo…
—Al menos pensalo… pensá en la posibilidad de quedarte en Leavenworth y seguir tu carrera desde aquí. —Jamás estuvo en mis planes quedarme, pero no sería imposible manejar el negocio detrás de una computadora.
—Está bien, mamá, prometo que lo voy a pensar. Ahora necesito tiempo para vestirme porque en media hora tengo que estar en el centro comunitario.
—Está bien, hija —dice poniéndose de pie, besándome en la frente con ternura, como si aún fuera una adolescente con mal de amores—. Te amo, Harper, y hagas lo que hagas, decidas quedarte o regresar a la ciudad, tu padre y yo siempre te vamos a apoyar.
Mamá sale de la habitación sin que pudiera responderle, dejándome con la emoción a flor de piel por sus palabras. Pero no puedo perder mucho tiempo, necesito estar lista en veinte minutos. Saco del armario ropa cómoda para el frío: un suéter de cuello alto rojo con diseños navideños que hicimos junto a Laia y que usaremos juntas; un pantalón de softshell grueso pero flexible; unas botas especiales para la nieve; y completo el atuendo con un gorro de lana blanco, un abrigo de paño y una bufanda gruesa que envuelvo alrededor de mi cuello. Afuera, la noche está demasiado fría.
Una vez lista, doy una última mirada a mi reflejo en el espejo, tomo mi bolso y salgo de la habitación.
Estoy por subirme a mi coche cuando escucho la bocina de la camioneta de Lucas y el grito de Laia.
—¡Harper, vení con nosotros!
Lamentablemente, no tengo la capacidad de decirle que no a Laia, así que cierro el coche y camino hacia la camioneta para irnos juntos al centro comunitario.
Durante el trayecto, Lucas va en silencio, concentrado en la ruta cubierta de nieve o, quizás, aún no encuentra las palabras para explicar lo sucedido. Por suerte Laia, quien no ha parado de hablar en ningún momento, hace entretenido el viaje.
—Tía Emily nos está esperando en el centro comunitario. Tenemos dos horas para acomodar el lugar y preparar los juguetes —dice ansiosa e ingenua, como toda niña de siete años emocionada por la Navidad.
Finalmente, minutos después, llegamos al centro y, como Laia había dicho, allí están Emily y Joaquín junto a la puerta, esperando nuestra llegada. Al verme, el pequeño sale corriendo del lado de su madre hacia mí, para abrazarme y darme la bienvenida, igual que Emily.
—Qué bueno que hayas decidido venir, Harper —dice sonriendo dulcemente. Y es que sí, debo reconocer que Emily no es la misma de antes, que realmente ha cambiado. Y aunque no deseo volver a ser su amiga, al menos seré cordial y amable con ella para que tengamos una noche en paz—. Dejemos el pasado atrás, solo por esta noche, y disfrutemos los tres juntos, como en los viejos tiempos.
—Tenés razón, Emily —digo devolviéndole la sonrisa, dejando mi orgullo atrás, sintiendo que esta noche nada puede opacar mi felicidad.
Los tres, junto a los niños, preparamos y decoramos el lugar. Aunque ya tenía un pequeño árbol viejo, Lucas trajo de su negocio un árbol de Navidad gigante, con luces y guirnaldas de todos los colores, bolas de Navidad y demás adornos. Con Emily, mientras los niños ayudan a Lucas con el árbol, nos disponemos a armar una larga mesa para todos los comensales y a encender el fuego del hogar para calentar el ambiente. Esta noche es una de las más frías desde que volví a Leavenworth.
Horas después, ya está todo listo para recibirlos, incluidas las bolsas de regalos para niños y adultos que le pedí a Erick que comprara por mí y enviara al pueblo. Todo en el anonimato; no quiero que sepan que fui yo. Tampoco filmaré ni crearé contenido sobre esta noche. La Navidad siempre fue la época del año más especial para mí, sobre todo por lo que representa para Lucas y los momentos que compartimos juntos. Por eso prefiero no arruinarla.
Debo reconocer que, después de irme a vivir a la ciudad, nunca más disfruté de esta noche como antes. Y realmente, tras haber tenido esa conversación con mamá, finalmente lo he decidido… no regresaré a la ciudad. Intentaré llevar mi carrera desde aquí; al fin y al cabo, les gusta más esta nueva Harper. Tengo dinero suficiente como para ir y venir a la ciudad las veces que sean necesarias, sin abandonar a mi gente ni a mi lugar favorito.
Estoy tan feliz que no puedo disimularlo, y realmente debe notarse en mí, porque estoy ultimando detalles de las mesas servidas cuando Lucas se acerca por detrás, con una expresión en su rostro también de felicidad plena. Ambos nos miramos a los ojos con una sonrisa en los labios, compartiendo un cálido momento: