Emilia ya tenía una pequeña colección: cuatro prendas intervenidas a mano, cada una con una historia. Usaba su habitación como estudio y su celular como vitrina. No era una experta en marketing, pero ponía el alma en cada foto, en cada descripción.
Un viernes, decidió hacer algo más arriesgado: publicar su trabajo en un grupo local de emprendedores en redes sociales. Tenía miedo de que nadie reaccionara… pero el miedo real era otro.
Temía el juicio.
Horas después de compartir su publicación, comenzaron a llegar comentarios. Algunos positivos:
—“¡Qué creatividad!”
—“Me encanta la idea de transformar ropa vieja.”
Pero también apareció lo otro. Lo inevitable.
Una influencer local, conocida por su estilo ácido y sus "opiniones sinceras", compartió la publicación en sus historias con un comentario que a Emilia le heló el alma:
“¿Esto es moda? Parece ropa sacada del basurero y remendada con los ojos cerrados. NEXT.”
La publicación se viralizó en su pequeño entorno. Algunos la defendieron. Otros se sumaron al ataque.
Emilia apagó el teléfono. Se encerró en el baño. Lloró. No solo por el comentario, sino por el eco de todos los que la habían hecho sentir "menos" durante años.
Se sintió de nuevo esa niña insegura, esa joven que dejó la carrera por miedo, esa hija que no podía pagar ni los medicamentos de su madre sin sentir culpa.
Esa noche no tocó la máquina de coser.
Al día siguiente, no publicó nada.
Pasaron dos días.
Entonces recibió un mensaje.
Era de una chica que había comprado su primera prenda.
“No sé si viste lo que dijeron de ti, pero solo quiero decirte algo: gracias. Me puse tu blusa en una entrevista de trabajo. Me sentí fuerte. Y me lo dieron. Gracias por eso.”
Emilia se quedó mirando la pantalla largo rato.
Era solo un mensaje. Pero era verdad.
Lo que hacía, aunque imperfecto, estaba tocando vidas.
Respiró hondo, encendió su máquina, y volvió a coser. Con manos temblorosas, sí. Pero con una decisión más firme que nunca:
Ella no hacía moda para likes. La hacía para mujeres como ella. Valientes. Reales. Que caían, lloraban, pero se levantaban.