Más grande que tu arrogancia (libro 2 Saga Mas)

Capítulo 2

—Deja de quejarte, ya te consentí quedándome contigo toda la noche —Lester se acomodaba el nudo de su corbata mientras que, despreocupado, hablaba a la sensual pelirroja con la que solía encontrarse, muy de vez en cuando, en su club de Pool.

—Ambos sabemos que solo lo hiciste porque te pasaste de tragos y luego te dio pereza levantarte —respondió ceñuda, nada conforme con la respuesta de su compañero de cama.

Él le miró a través del espejo, sonriendo ladino, sin ánimos de continuar oyendo las irritantes quejas, pero tampoco de dejarle ganar la discusión, así ella tuviera razón. Había tomado demasiado la noche anterior y ahora, aunque no lo demostrara, estaba muriéndose del dolor de cabeza.

—Ambos sabemos que, con llamar a cualquiera de mis escoltas, te habría dejado abandonada en la cama desde hace largo rato —arqueó una ceja mirándola burlón, logrando que ella le diera la espalda, resoplando molesta.

El repique de su celular resonó como un martillo golpeando directo en sus sienes y se apresuró a salir de la habitación, sabiendo que Luka, su jefe de seguridad, ya había enviado a uno de sus escoltas con lo que le pidió.

—¿Y ni siquiera te vas a despedir? —ella lo siguió, indignada, al ver que se marchaba sin voltear a mirarla.

Lester abrió la puerta y su escolta estaba allí con el brazo extendido, ofreciéndole una gran bolsa de papel, la cual tomó y volvió a cerrar. Dirigiéndose a la cocina para dejarla sobre el mesón, sacando una botella con su bebida energética preferida y dos pastillas para el dolor de cabeza, las cuales se tomó sin más para después empujar la bolsa en dirección a la pelirroja.

—Tu desayuno, mi amor —si ella no lo conociera lo suficiente, hasta le habría creído ese gesto cariñoso, pero bien sabía que ese hombre nunca se andaba con tales cursilerías, incluso hasta podría jurar que fue idea de su escolta para hacerlo quedar bien. Mientras pensaba y rabiaba en silencio, sintió la puerta principal siendo abierta, de nuevo, y apenas lo confirmó, Lester ya había desaparecido del lugar.

 

Ж

 

Al salir, en su auto deportivo de lujo, de inmediato fue seguido por sus guardaespaldas.

El menor de los Gay Veccio daba mucha importancia a su seguridad personal, pero odiaba tener que compartir el espacio con sus escoltas. Mientras menos los notara para él mucho mejor, con excepción de Luka que, a fuerzas, ya era su amigo y mano derecha.

Por otro lado, cuando se trataba de su hermoso Ferrari, nunca permitía que nadie más que él le pusiera un dedo encima. Ni su familia subía, si él no lo aprobaba.

Esa era la razón por la que estaba conduciendo despacio, como si fuese un anciano encandilado manejando por la transitada vía. Ni loco dejaría a su bebé abandonado, en el estacionamiento de un sitio que ni siquiera conocía, hasta que pudiera ir a buscarlo.

 

Ж

 

Se dirigía al Corporativo GayVeccio para reunirse con Dandy, aunque, siendo sincero, mataba por estar echado sobre su amplia y mullida cama. Y no es que fuese un holgazán, sino que el dolor ya lo estaba atormentando.

«¿Cuándo demonios pensaban hacer efecto esas jodidas pastillas?».

—Luka, ¿tienes el porfolio? —a pesar de las molestas punzadas en su cabeza, puso su teléfono en altavoz.

—Todo listo. El portafolio, las joyas que Abigail espera recibir durante el almuerzo y —Lester resopló al recordar que había quedado en reunirse con su madre al mediodía—, el periódico dónde nuevamente tu hermano es noticia.

—¿De qué diablos lo acusan ahora? —negó, fastidiado.

—Lo atraparon besando a una morena en un parque de diversiones.

—¿Parque de diversiones? ¿Lance? —el comentario le hizo olvidarse hasta del malestar— ¡No me jodas! ¿Me estás hablando del gruñón de mi hermano mayor? —Lester volvió a preguntar con escepticismo, se suponía que en esa familia, el único divertido, era él.

—¿Tienes otro y yo no me he enterado? —Luka refutó con retintín haciéndole rodar los ojos.

—A menos que Lance persiga a una menor de edad, nada de lo que me dices tiene ningún sentido —frunció el ceño pensando en que los periodistas ya ni se medían con las tonterías que inventaban.

—Pues, toca preguntarle al que tomó la fotografía que aparece en primera plana. La mala noticia es que aún no saben nada acerca de la morena, así que los paparazzi estarán al asecho hasta dar con la información que necesitan.

—¡Maldición! Como si ya no tuviera suficiente con los que están tras la información del desfile —se quejó mientras ingresaba al estacionamiento privado del corporativo.

 

Ж

 

A pocos metros de allí, Mónica se esforzaba por caminar veloz, cruzando la avenida, casi al mismo tiempo que miraba con insistencia su reloj. Sin poder entender cómo era posible que se quedara dormida, cuando debía estar temprano en la corporación.

No sabía qué rayos le había pasado a su teléfono, pero juraba que la alarma no había sonado. Además, su closet quedó hecho un caos, al no poder encontrar otra blusa que le combinara después de que, por las prisas, derramara su yogur sobre la que ya tenía puesta. Teniendo que cambiar todo su outfit.




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