Más grande que tu arrogancia (libro 2 Saga Mas)

Capítulo 4

Ya fuera del club, Mónica se resguardó bajo la pequeña marquesina, que a duras penas evitaba que su ropa se mojara. Buscó su celular para llamar a un taxi, aunque ni siquiera sabía en qué parte de la ciudad estaba, no podía reconocer nada alrededor.

Llovía muy fuerte y, a pesar de que agotó todos sus contactos, no pudo encontrar un transporte. Se esforzaba por mantenerse firme, pero al recordar que esa iba a ser su noche especial, las lágrimas no tardaron en hacer su aparición.

Apenas veía algún vehículo transitar en la vía, muy de vez en cuando, con semejante tempestad no muchos tenían la valentía para salir de sus casas.

Pensó en llamar a Esther, pero luego de presionar algunas teclas se arrepintió, no le daría motivos para que siguiera teniendo lástima de ella. De seguro se lo contaría a su madre y entre ambas se encargarían de armar una aterradora historia sin final, por el simple hecho de atreverse a soñar.

Andrew y Nathy también pasaron por su mente, aunque, si ella que llevaba varios años en la ciudad no sabía dónde estaba, peor sería para los hermanos, quienes no tenían ni quince días viviendo allí. Resopló y negó, bien sabía que su padre jamás la desampararía, pero él vivía muy lejos y, en esas condiciones, ella no iba a poner su seguridad en riesgo. No le quedó de otra que volver a intentar con las líneas de taxis y cruzar los dedos para tener suerte.

«¿Por qué?».

Esa pregunta asaltaba sus pensamientos una y otra vez mientras la brisa fría comenzaba a erizarle la piel. Sentía como si la vida le hubiese dado un lugar en ese desfile por equivocación y, al percatarse, envió al insensible de Lester para corregir la situación.

Tanto intentar, tanto hacer de oídos sordos a las críticas hirientes de las personas a su alrededor. Soportar los insultos del estirado de Hamilton, ignorar las burlas de Ivanka y sus amigas. Ser seleccionada, aun cuando se presentó sin ningún tipo de patrocinio en ese casting.

«¿Y todo para qué? Para tropezarme una mala mañana con el idiota que apagó mis ilusiones de un solo soplido».

Limpió sus lágrimas y siguió marcando.

 

Ж

 

—¿Te das cuenta de que esa niña ahora está sola, de noche y, posiblemente, lejos de su casa? —Lester regresó a su sala privada y Luka lo reprendió, visiblemente enojado.

—No es una niña —bufó el aludido, fastidiado.

—Le llevo más de 20 años, para mí, ¡sí que lo es! —la desazón dentro su pecho y el corazón acelerado le indicaban al Gay Veccio que su escolta podía tener razón, pero siguió ignorándolo en silencio mientras terminaba su trago— ¿Te diste cuenta del diluvio que está cayendo allá afuera? ¿Recuerdas que a esta zona no entran taxis a menos que los llamen?

—¡Llámale uno y resuelve el problema! —sabía lo que el otro intentaba, y no, no estaba de ganas para jugar al buen samaritano.

«No esa noche y no con ella».

—¿Qué fue lo que te hizo? ¿Por qué estás tan molesto?

—No es tu problema, Luka —enfatizó mientras que el escolta no dejaba de observar lo extraño de su comportamiento.

Lester se sentía desorientado.

«¿Cómo diablos pudo perder un juego, solo por quedarse mirándola? ¿A la modelito de pacotilla?». Bufó, acomodándose más en su sillón.

En muchos aspectos, el menor de los Gay Veccio era una copia fiel de su padre Bernard. Era una roca cuando decidía mostrarse inmutable ante los demás y, en especial, era un hombre que siempre alababa la perfección. Y Mónica podía tener ese bello rostro de niña angelical, pero no podía ser más imperfecta. Estaba seguro de que, en el desfile, ella solo desentonaría junto al resto.

—¿Me escuchas? —su razonamiento fue interrumpido por el escolta, quien esperaba respuesta de algo que él no logró captar, por lo que miró con dudas— Ella sigue esperando en la entrada por un taxi, da la orden y me aseguraré de que la lleven hasta su casa —y antes de que Lester saliera con alguna de sus acostumbradas indolencias, agregó—. Recuerda que es tu culpa por empeñarte en alejar al novio.

«Al novio» —volvió a bufar—. Siempre haces lo que te da la gana, solo síguelo haciendo y déjame en paz —se levantó de su sillón para reponer el trago, sintiendo la mirada reprobatoria de Luka sobre sus hombros.

—No seas injusto —Lester no dijo más, solo le hizo señas para que se fuera, pero, antes de salir, agarró la chaqueta que reposaba sobre el respaldo de su sillón. Consiguiendo que el otro lo fulminara con la mirada, intuyendo sus intenciones, pero el escolta sonrió irónico mientras caminaba hacia la salida—. Con ese vestido tan ajustado, la pobre niña debe estar muriendo de frío —aclaró y salió huyendo de la sala sin darle oportunidad de reprocharle nada.

 

Ж

 

Mónica respingó cuando vio al gigante frente a ella, pero se tranquilizó un poco al reconocerlo, como uno de los agentes de seguridad que estaban con ellos en la sala de pool.

—No se asuste, señorita. Vine para ayudarle —a pesar de su intimidante altura y su musculoso porte, el rostro sonriente y amigable de Luka le inspiró confianza—. Por favor, use esta chaqueta, está haciendo demasiado frío.




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