Siracusa
Los gritos de terror de mi madre hicieron eco a través de las paredes de mi habitación, salí alarmada, bajando las escaleras para ver que sucedía. Desearía nunca haberlo hecho.
La noche anterior había dormido plácidamente y al despertar mi mundo estaba siendo destruido. Era sorprendente como la vida podía cambiar de la noche a la mañana.
Llore en silencio aun oculta detrás de las escaleras, al presenciar como esclavos de mi padre mataban a mi madre frente a el. Dionisio II un hombre severo y egoísta, jamás se había doblegado ante nadie, como lo hacía ahora. Llorando por la muerte de su amada. Y a su vez imploraba de rodillas misericordia a su pueblo el cuál esclavizo durante años. Los hombres a su alrededor rieron, burlándose por la persona patética en la que se había convertido su rey, y después mi corazón termino de romperse, al ver como decapitaban con una espada a mi padre. El padre que nunca me demostró un ápice de interés y afecto, aun así, era el padre al que había adorado toda mi vida y mi amorosa madre yacía inerte a su lado, ellos se habían ido para siempre.
Permanecí oculta, deseando que mis hermanas escaparan. Cuando revisaron el palacio, suponiendo que nos escondíamos dentro de este, incendiaron mi hogar. Esperaron unos minutos y salieron cuando todo a mi alrededor estaba inundado de fuego. A ciegas por el humo camine entre el fuego, buscando la salida trasera, por la puerta de servicio. Mientras corría de ese palacio en llamas, rogué a los dioses por el bienestar de todas mis hermanas.