Siracusa
Mi hogar se consumía por el fuego, aparte la vista y corrí lejos. Uno de los traidores me reconoció, persiguiéndome por el camino detrás de las casas del pueblo. Mi pecho dolía, por mi irregular respiración, así que cuando mi paso se volvió lento el me retuvo entre sus brazos.
—Tranquila princesa, si me obedeces te mantendré a salvo.
El hombre recorrió su cuerpo con descaro. Atreviéndose a pasar su áspera mano sobre el escote de su vestido.
—Suélteme, prefiero morir a obedecer un ser tan repugnante.
Grito intentando liberarse, por último, escupió en su cara, demostrándole el asco que le provocaba. El hombre la arrojo lejos, Halia chillo de dolor al sentir las piedras incrustarse en sus piernas. Mas no se dejó intimidar por ese hombre. Con discreción tomo una piedra lo suficientemente grande como para lastimar. Y la oculto bajo su falda. En espera del próximo movimiento de su atacante. El la tomo del cabello arrastrándola en dirección a una casa vacía. Asustada Halia tomo la roca y golpeo el brazo del hombre, este la soltó y miro con furia, sin darle tiempo a reaccionar golpeo su pierna con la misma roca, haciéndolo caer, ella se arrastró lejos, se levantó y sin darle oportunidad de tomar la espada, golpeo su cabeza con la roca.
Halia lloro atemorizada al ver el charco de sangre formarse debajo del cuerpo del hombre, se había convertido en una asesina. Pero si eso era lo que tenía que hacer para mantenerse con vida, lo volvería a hacer.
Halia huía desesperada entre el bosque de Siracusa. Sin darse cuenta la noche cayo cuando llego a los límites de la costa de Sicilia. A lo lejos distinguió a un pescador en su balsa. Inmediatamente hizo señas para que se acercara a ella. Una vez que estuvo en la orilla ella corrió pidiendo su ayuda.
—Discúlpeme señor, podría llevarme lejos de estas tierras, por favor.
El pescador la observo poco convencido de su petición.
—En compensación le daré las joyas que porto, no tengo otra cosa de valor más que eso.
—Eso es suficiente, joven princesa.
Halia lo miro alarmada, al notar que fue reconocida por el anciano.
—No me delate se lo imploro, el pueblo a atacado a la familia real, debo huir de inmediato, ni siquiera sé si mis hermanas aún viven.
—No diré nada, mi lealtad continua intacta al antiguo rey, su abuelo. Mi familia era muy pobre, mis hermanos se encontraban desnutridos, estaban por morir cuando el rey ayudo a mi familia.
Halia subió con alivio a la balsa. Aun aterrada por lo que encontraría al otro lado del mar. Pero al menos tenía la espada del traidor que intento raptarla.