Había leído muchas historias acerca del primer amor. En todas ellas, el protagonista masculino siempre se mostraba determinado y valiente, decidido a conquistar el corazón de la heroína. Sin embargo, la realidad distaba mucho de ser así. Al menos, en su caso.
Jamás se imaginó que, cuando el amor golpeara su puerta, lo haría con la forma de su mejor amigo. Lo conocía desde que eran pequeños y la relación entre ellos siempre había sido muy fraternal. Para ella era como un hermano, alguien que la protegía del mundo y en quien podía apoyarse para superar las desaventuras amorosas. Pero todo cambió cuando volvió del largo viaje al que había ido con su familia.
Durante varios meses habían tenido que comunicarse por medio de cartas, ya que el lugar en el que él se encontraba no disponía de internet y, aunque al principio le resultaba algo tedioso, después comenzó a gustarle.
La llegada del cartero se volvió un motivo de celebración y, con cada respuesta de su parte, le enviaba otra pregunta en un intento por no cortar el flujo constante de correspondencia. Habían acordado no enviarse fotografías, por lo que cada día que pasaba, sus ansias de volver a verlo crecían a pasos agigantados. Así fue como, entre letras, palabras y párrafos, el vínculo entre ellos se tornó especial, diferente de cualquier otro.
Cuando llegó el día de volver a verse, la sorpresa la dejó sin habla. Estaba cambiado. Su piel lucía un precioso bronceado y sus músculos se dibujaban, majestuosos, en su cuerpo, como si de una escultura se tratase. ¿Siempre había sido tan lindo? Probablemente, solo que ella no había reparado antes en eso. Al parecer, a él le pasaba algo similar, ya que sus ojos se encendieron al verla y su sonrisa resplandeció en su rostro.
Ahora se encontraban mirando una película juntos, de esas que siempre solían ver cuando se aburrían. No obstante, su atención estaba puesta por completo en él, en su perfil anguloso y en sus bellos labios que, ¡oh, sorpresa!, quería probar. Su hermana siempre le decía que más que amigos, parecían novios y, por primera vez en años, deseó que fuese verdad. ¿Sería cierto? ¿A él también le pasarían cosas con ella?
No se había dado cuenta de que lo estaba mirando embobada hasta que él giró la cabeza en su dirección y alzó las cejas en un gesto interrogativo.
—¿Qué pasa? —inquirió, divertido.
—¿Te gusto? —Las palabras salieron antes de que pudiera retenerlas.
¡Oh, Dios! ¿Qué había hecho? Ahora las cosas se pondrían raras entre ellos y su amistad podría verse perjudicada. Tendría que haberle dado cualquier excusa, como que tenía restos de pochoclos en su incipiente barba o que le quedaría arrugada la cara de tanto fruncir el ceño. Pero, no. Tenía que decir exactamente lo que estaba pensando.
Él no respondió. En su lugar, se puso tenso y, con vergüenza, posó los ojos en el televisor evitando así su mirada. Sí, definitivamente lo había arruinado todo.
No obstante, para su sorpresa, algo increíble sucedió. Advirtió al instante cómo un adorable color rosado cubría sus mejillas resaltando, incluso, sobre su piel bronceada. Entonces, lo supo. No hacía falta que dijera nada. La expresión en su rostro lo había dicho todo.
—A mí también me gustás —anunció con alegría antes de apoyar la cabeza en su hombro.
El muchacho suspiró, más tranquilo, y aún en silencio, pasó un brazo por encima de su hombro para acercarla a su cuerpo. Claro que le gustaba, siempre lo había hecho.
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Este es un RELATO CORTO que escribí como parte de la ejercitación del curso de "Técnicas para la redacción" que realicé. No tendrá continuación.
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