Para abrir nuevos caminos, hay que inventar; experimentar; crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse... Y divertirse.
Desde que tengo memoria había tenido muy pocas opciones en mi vida.
Y la mayoría de ellas habían sido escritas por alguien más. Dejándome en un limbo donde todo lo que yo quería elejir, estaba mal.
Donde todo lo que deseaban, era prohibido.
Así que como no tenía opciones, en algún momento decidí hacer las mias propias. Quería abrí mi propio camino e intente ir a por ello.
Aunque eso significara que tenía que hacerlo en completo silencio.
Me pasé un mechón de cabello detrás del oido llegando a la barra y mirando con cautela las personas a mi alrededor. No conocía a nadie, y al verdad es que no me sorprendía, tampoco es que conociera tanta gente.
—¿Va a tomar algo, señorita?
Giré la cabeza hacia el barman y mis ojos lo inspeccionaron un momento. Era alto y delgado, de cabello castaño ligeramente largo recogido en una cola. Se veía muy joven, aunque algo me decía que no tenía la edad que aparentaba.
Baje la mirada a su uniforme y el cartelito rojo con su nombre en la camisa me dio paso libre a lo que iba.
—Vengo de parte de A.P— dije girandome por completo hacía él.
El chico se vio algo sorprendido, pero tras unos segundos una sonrisa aprecio en su cara.
—Entonces ¿Qué desea tomar? Todos sus tragos hoy son gratis.
Sonreí —¿Qué me recomiendas?
—Hoy se ha vendido mucho Gintonic.
—Entonces eso no.
El chico rió suave —Oh, tenemos una chica rebelde.
Negué con la cabeza divertida —No me gusta ese trago.
—Oh, entonces...— se llevó la mano al menton, pensativo —¿Un mojito?
Nunca lo había probado. En realidad sabía muy poco de ese mundo de los tragos y si no fuera por A.P jamás me había atrevido a probar algo. Pero el mojito no sonaba mal, incluso parecía interesante.
Acepté el trago y el chico asintió con la cabeza poniéndose en marcha para prepararlo.
Mientras esperaba me giré hacia la pista de baile e inspeccione el ambiente. Había gente bailando y tomando por todo el local, parecían divertirse bastante y me estaban tentando mucho.
—Aquí esta su mojito, señorita.
Tomé el vaso de la barra y le di un pequeño sorbo. El barman me observó en silencio en espera de mi veredicto. Saborie el líquido y tras unos segundos levanté la mirada el chico.
—Está muy bueno.
Él sonrió aliviado.
—Me alegra. Vuelve a por otro cuando quieras.
Le sonríe de vuelta y me puse de pie para ir hacia la gente. La música estaba perfecta, la cantidad de personas también, y el trago en mi mano mucho mejor. Solo faltaba quizás algo de compañía. Pero tampoco es que lo necesitara tanto. Aparte, sabía que no era la única ahí sola.
Caminé entre la gente y me dejé llevar por la música y el alcohol que empezaba a hacerme efecto. No quería pensar en nada, solo cerrar los ojos y por un momento olvidar todo.
Quería olvidar el pasado, olvidar mi presente y hacer como si no temiera al futuro.
A ese futuro del que mamá no se cansaba de hablar.
Cerré los ojos y dejé que la música me llevara a su ritmo. El mojito en mi mano ya se estaba terminando pero no me importó. Continúe bailando y antes de darme cuenta estaba rodeada de desconocidos, riendo, bailando y casi siendo parte de su grupo.
Continuamos bailando y divirtiendonos. Cantábamos la mayoría de las canciones mientras yo sostenía mi segundo mojito.
Sonreí divertida cuando uno de los chicos le pego el trasero a su amiga para perrearle a lo loco. Al parecer él estaba demasiado borracho como para darse cuenta que no podía ni mantenerse en pie.
Solté una risita cuando se tambaleó y la chica lo sostuvo antes de que callera al suelo. Al menos ella parecía capaz de cuidar de él, así que no me preocupé demasiado por su cara de no saber ni dónde estaba.
Dí otro sorbo a mi trago y levanté la mirada por la fiesta. Me sentí algo pequeña rodeada de toda esa gente desconocida, pero elegí no tomarle importancia.
No era momento de ponerse sentimentales.
Noté que habia como un segundo piso y observé curiosa por la galería hasta que mis ojos se detuvieron en la única persona de pie en el borde.
La luz de la discoteca no ayudaba mucho asi que batallé un poco para ver su rostro. Pero cuando pude llegar a sus ojos todas las personas a mi alrededor y la música desaparecieron.
Y entonces solo estaba él, mirando fijamente en mi dirección.
No pude aparar la mirada, incluso aunque lo quisiera. Esos ojos negros y profundos me congelaron apenas me vieron, e hicieron de mis sentidos un desastre.
Nos miramos sin hacer ningún movimiento, casi como si el tiempo se hubiera pausado.
Mi cuerpo se estremeció, y una curiosa sensación de electricidad lo recorrió por completo haciendo fallar mi respiración.
No sabía en qué momento había comenzado a mirarme, pero me arrepentía por completo por no haberlo notado antes.
Su mirada era muy intensa, lo suficiente como para casi hacerme temblar. Tenía ese aire misterioso y peligroso del que se supone debería huir, pero que por alguna razón solo llamó mas mi atención.
Quizás debía sentirme intimidada, quizás debía apartar la mirada o quizás debía hacer como si no supiera de su presencia, pero por alguna razón no lo hice.
Y no era porque no quisiera, sino porque no podía.
La música ya se había alejado, pero de repente volvió, dejándome de golpe en la realidad. Parpadie confundida con la vibracion en mi chaqueta y bajé la mirada en busca de mi celular.
-Samiii-
Termino en 30 minutos, ¿aún estas despierta?
Mierda.
Maldecí internamente por haber abierto el mensaje. Pude haberlo leído en la barra de notificaciones pero estaba tan aturdida que no pensé bien.
Di media vuelta y busqué la salida con la visita antes de darle una última mirada al grupo del que me había enganchado. Ninguno notó mi presencia y no me vi con tiempo de despedirme bien.