Hay tan poca gente en el comedor que parece un sueño. Apenas se escucha a los estudiantes conversando, y puedo oír los cantos de los pájaros a través de los ventanales abiertos del fondo. O tal vez me lo estoy imaginando. Ojalá todos los días fueran así.
Es sábado por la mañana y gran parte de los alumnos están en sus casas (hace unas horas se fueron todos). Los fines de semana tenemos la opción de irnos o, sin importar el motivo, quedarnos en la escuela. Inicialmente iba a pasar esos días con mi familia, pero el jueves a la noche mi madre me llamó, diciendo que no podían ir a buscarme porque se había estropeado el auto. Cuando le dije que podía tomar el autobús (que rara vez pasa por aquí), me dio un rotundo no. Es más de una hora de viaje y yo soy demasiado pequeña, según mi madre. Así que sólo quedó la opción de quedarme encerrada en el colegio en un hermoso fin de semana.
Con mi desayuno servido, me siento en el lugar de siempre, que está completamente vacío. Estos días podemos desayunar de siete a diez de la mañana, así que decidí dormir hasta las nueve. Sé que me voy a aburrir como nunca en mi vida.
La parte buena de todo esto es que podemos usar el celular, y el uniforme no es obligatorio. Estaba a punto de venir al comedor en pijama, pero me di cuenta de que era una idea terrible. Así que me puse unos jeans sueltos y una camiseta roja, no tengo muchas opciones de vestuario aquí. Me siento un poco más libre mientras reviso mis muertas redes sociales a la vez que como cereales, con un silencio tranquilizador en el lugar.
A pesar de que echo de menos a mi familia, prefiero quedarme aquí estos días. Si hubiera ido a mi casa, tendría que responder a infinidad de preguntas sobre mi primera semana. Y ahora mismo no tengo ganas, todavía no me acostumbré a esta escuela. La siguiente semana quizá tenga un humor más apropiado para la situación.
Termino de desayunar y voy caminando despacio hacia la residencia. De repente suena mi celular. Son excompañeras de primario, que preguntan por qué no volví a casa. No creo que les importe de verdad, solo querrán saber sobre esta escuela y cómo se siente estar rodeada de chicos todo el tiempo. Nunca en mi vida tuve algo parecido a mejores amigos, simplemente personas con las que hablaba o jugaba. Y nada más. Creo que no soy muy buena para esas cosas, hasta yo me doy cuenta de que puedo resultar fría y seria en muchas ocasiones.
Al abrir la puerta de mi habitación, me encuentro con dos personas que no esperaba que estuvieran ahí. Samey está sentada sobre su cama con las piernas cruzadas, hablando con Jake. Él está en el suelo, apoyando la espalda en mi cama. Los dos se voltean hacia mi cuando entro, interrumpiendo su conversación.
—Debí suponer que vendrías —me dice Samey a modo de saludo— ¿Quieres hablar con nosotros?
—Eh… sí, supongo —respondo, algo sorprendida. Samey es siempre muy directa. Voy hacia mi cama y me siento allí, apoyándome en la pared. Me explican que casi todos los fines de semana se quedan aquí, porque Samey no tiene auto y Jake se aburre mucho en su casa.
—Suelo venir aquí en taxi —me cuenta Samey—, pero es muy caro. Por eso es mejor no ir.
Su expresión se oscurece un poco al decir eso, y sospecho que esa no es la única razón por la cual no va casi nunca a su casa, pero decido no preguntarle al respecto.
—Estábamos hablando de anécdotas de bodas —dice Jake—. Yo le contaba que una vez la novia se cayó al suelo lleno de barro y terminó llorando.
—Ay, eso es horrible —contesto.
—No tanto como la historia de Sam —ella sonríe ligeramente y empieza a relatar que, en la boda de su tía, se enteró que su esposo tenía una amante, y estaba allí. Yo escuché con mucha atención, sorprendiéndome de todo. Las pocas bodas a las que fui resultaron ser normales, y las cosas habían salido bien.
—Se me hace imposible creer que nunca pasó nada interesante —cuestiona Jake—. Al menos algo raro o divertido habrá pasado.
—Desde mi punto de vista no, pero porque estaba sentada todo el tiempo —me justifico, encogiéndome de hombros. Jake chasquea los dedos como si hubiese descubierto algo.
—Ahí lo tienes. Si te relacionabas con los demás invitados o algo así, tal vez te enterarías de cosas interesantes.
—Puede ser, no lo había visto de esa manera.
Cuando terminamos de contar nuestras experiencias en bodas, Samey decide pasar a otra temática: cumpleaños. Y luego a otra, y a otra. Yo no aporto demasiado porque mi vida es un poco aburrida, pero aun así tengo alguna que otra historia divertida. Samey siempre habla de situaciones feas para los protagonistas de su relato, o es que tal vez tiene una forma un tanto tétrica de contar las cosas. Jake, en cambio, les agrega mucha más diversión a sus anécdotas, como si fuera algún comediante. Los tres nos entretenemos con ese simple juego de historias, riéndonos a cada rato. Es la primera vez que de verdad me divierte estar aquí. Es genial.
Por el poco tiempo que llevamos juntas, puedo deducir que Samey siempre hace y dice lo que quiere, y puede resultar un poco ruda, aunque es bastante simpática. Estaba acostumbrada a verla con el uniforme y el cabello atado. Me resulta extraño verla con ropa común y el cabello castaño oscuro cayendo libre hasta la cintura. Combina muy bien con su piel aceitunada y sus ojos café. Es fácil superar mi aspecto desaliñado, y ella lo hace con creces.
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Editado: 16.07.2022