Jake: ¿En qué momento te fuiste?
Miro el mensaje por un buen rato, sentada en la cama. Es tan temprano que ni siquiera ha sonado la alarma. Últimamente tengo una rutina de sueño inconstante, puedo dormir todo el día o no dormir en lo absoluto. Con apenas tres horas, mi cuerpo decidió que hoy no necesita más.
Yo: cuando te quedaste dormido
Jake: ah… con razón me desperté tan temprano
Yo: yo tampoco puedo dormir
Mierda, ¿por qué le dije eso? Debo recordar ser más prudente con los mensajes muy nocturnos o muy mañaneros, siempre termino diciendo idioteces.
Jake: el campo está súper tranquilo a esta hora
¿Cómo sabe eso? Bueno, en realidad es obvio, ya que nadie está despierto a las cinco de la mañana.
Jake: ¿quieres que hagamos tiempo hasta que comiencen las clases?
De todas formas, no ayuda en nada que siga insistiendo en que pasemos tiempo juntos. Ya sé que hacíamos todo eso el año anterior, pero en ese entonces no sentía cosas. O tal vez sí, no me acuerdo. Pensándolo bien, sería raro que me hubiese pasado todo eso de la noche a la mañana.
Yo: claro
En cuestión de cinco minutos ya estoy cambiada y me reúno con él en el pasillo. No hacemos ruido al bajar por las escaleras para no despertar a nadie. Las puertas están abiertas, supongo que el conserje debe levantarse a estas horas para arreglar todo. Sin darse cuenta de que lo estoy observando, Jake mira instintivamente al piso. Recuerdo verlo allí sentado cuando vino el profesor David y los alumnos se dispersaron.
Acomodo la mochila sobre mi hombro y le pregunto:
—¿Qué hacemos? —se vuelve hacia mí.
—Si no te molesta, solo caminar —salimos de la residencia muy despacio. El pasto está húmedo y a estas horas hace mucho más frío—. Con todo lo que pasó ayer, necesito algo de paz.
—¿Te refieres a eso que no me quieres contar? —al contrario de lo que creía, Jake sonríe.
—Sí, te lo contaré —ve mi expresión sorprendida y agrega—. Pero no ahora.
—¿Y entonces cuándo?
—Cuando ya no sea importante.
—¿Se lo contarás también a Samey? —tenía razón, este lugar está en completo silencio, tanto que tenemos que hablar casi en susurros.
—No vas a rendirte, ¿verdad? —niego con la cabeza y él suspira, mirando al cielo—. A Samey se lo contará otra persona.
—¿Quién?
—Ya lo sabrás algún día —parece divertirse con mi curiosidad.
Continuamos caminando, esta vez en silencio. No logro sacarme la molesta sensación que aparece cada vez que veo a Jake. Empiezo a preguntarme qué pasaría si se lo contara. Él tiene novia, y no se ve muy interesado en mí, al menos para algo más que amistad. Eso lo tengo claro. Pero necesito decírselo a alguien, quien sea.
No podemos sentarnos en ningún lado. El pasto nos mojará la ropa, la lavandería está cerrada. Este paseo se vuelve cada vez más incómodo, al menos para mí.
—Te veo preocupada —me dice Jake—. ¿Es por lo de la pelea?
Niego con la cabeza porque no quiero hablar, y fijo la vista en el frente. Estamos dando un pequeño rodeo por todas las instalaciones, y ya casi llegamos al final del edificio de clases.
—¿Quieres que te cuente algo divertido? —levanto la mirada, y él esboza una media sonrisa—. Sasha rompió conmigo… otra vez.
—¿Qué? ¿Cuándo? —no lo puedo creer.
—Me mandó un mensaje a las once de la noche, pero yo ya estaba dormido —levanta el celular—. Lo acabo de ver esta mañana. Ya se le pasará.
—No entiendo por qué hace eso.
—Es su manera de hacer que le preste atención, y de poder sentirse “libre” de besuquear a los chicos de su escuela —lo dice como si no fuera nada, pero yo me sorprendo cada vez más.
—Eso no está bien… no sé por qué, pero no está bien —él se encoge de hombros, no parece muy afectado.
Debo recordarme que esto no significa nada. De hecho, ha sido ella la que ha roto con Jake por segunda vez. Si fuera por él, estarían juntos todo el tiempo. No sé mucho de relaciones, porque apenas tengo quince años, pero sospecho que algo así no debe ser bueno. Mejor quitemos lo de quince años, mi edad no tiene nada que ver con que sea una inexperta en… bueno, en absolutamente todo.
Seguimos caminando por un buen rato, llegamos a dar una vuelta completa a toda la escuela cuando ya son las seis en punto. Normalmente, esa es la hora a la que despiertan todos, por lo que no hay nadie afuera. Por eso a las siete caminamos tranquilos. Porque a esta maldita hora se encienden los aspersores.
No puedo evitar un grito ahogado, por la sorpresa. Intentamos taparnos con los brazos y correr, pero es claro que no sirve de nada. Ya estamos empapados, y con este frío.
—Tendremos que volver a la residencia —dice Jake cuando los aspersores se detienen. No le respondo y nos largamos a correr lo más rápido posible. Es irónico que estemos despiertos hace horas y aún así tenemos que apurarnos para no llegar tarde.
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Editado: 16.07.2022