Miren, quiero contar esto lo más rápido posible, pero se me va a hacer difícil, así que vamos de a poco.
Volvió el frío, igual de intenso que el año pasado, aunque esta vez hubo nieve. Despertamos un día de noviembre con el paisaje blanco asomando por la ventana. Dentro de la residencia la temperatura era tolerable por la calefacción, pero apenas abrimos la ventana, nos dimos cuenta que era como el Polo Norte.
—Mierda, creo que no tengo guantes —decía Samey mientras revolvíamos nuestras maletas en busca de abrigo. Yo encontré un par de guantes muy grandes que no recordaba haber guardado, así que debió ser mi madre la que lo hizo. Samey solo tenía unos de red con los dedos cortados.
—¿Para qué trajiste eso? —le pregunté. Ella se encogió de hombros.
—Nunca se sabe.
Al final salí con los guantes, un gorrito marrón, una bufanda enorme y dos chaquetas sobre el suéter del uniforme, además de medias debajo del pantalón de deportes. Aún así me congelé. Algunos de mis compañeros se veían más preparados que otros, pero definitivamente nadie esperaría ver nieve en noviembre. O cualquier mes del año.
—¿Y si hacemos muñecos de nieve y esas tonterías? —preguntó Samey fingiendo no temblar de frío. Nos faltaban unos metros para llegar al edificio de clases.
—Prefiero pegar el trasero en la estufa de la biblioteca.
No fue un día de clases tan horrible. Mi mano derecha estaba helada por tener que escribir sin el guante, pero la calefacción de las aulas lo aliviaba un poco. Solo un poco, porque seguía haciendo un frío increíble.
En el comedor, mis dos amigos cancelaron todas sus partidas por el mal clima. Es difícil sostener cartas cuando tus manos tiemblan. Yo estaba sentada junto a ellos dos, frente a Owen y Johnny. A pesar de haber hecho las paces con Owen, todavía se veía algo incómodo cuando le dirigía la palabra.
Pero eso no era lo que quería contarles.
.
—Últimamente te veo rara —me dijo—. ¿Te pasa algo? Puedes contármelo.
No, no podía.
—No me pasa nada —era una mentira tan obvia que me retracté al instante—. Bueno, sí, pero no quiero hablar de eso ahora.
Dejamos huellas al caminar. Mi voz sonaba amortiguada por esconder la mitad de la cara en la bufanda. Él emitía pequeñas nubes de vaho al hablar. Tenía la nariz algo roja por el frío, se veía bastante adorable. Aparté la mirada de inmediato.
—Entonces te hablaré de otra cosa —sonrió, creyendo entender algo de lo que en realidad no tenía idea—. ¿Qué quieres saber?
—Lo que sea… —me lo pensé por unos segundos—. Tu vida amorosa.
Lo dije como si fuera un chiste, pero es mi verdadero ser ¡lo siento! Lo chismosa me lo contagió Samey. De todas formas, Jake no captó muy bien mi indirecta y se la tomó a la ligera.
—Ah, como siempre… muy ajetreada.
—¿Qué quieres decir?
—Que las de Ridley no esperan mucho.
Me dio una punzada de celos saber que era tan popular. Creí que solo lo era aquí.
Interpretó mi silencio como confusión, así que aclaró:
—En realidad no les intereso, solo quieren molestarla a ella —a Sasha, por si no quedaba claro. Esos últimos días se había convertido en una especie de Voldemort: la que no debía ser nombrada—. Pero no sé si tengo ganas de intentar algo, con quien sea.
Decidí mirarlo. Eso me dolió, desgraciado.
—Porque todavía no la superas —le dije, sin tapujos. Ya habíamos hablado varias veces de esas cosas, pero nunca entendía lo que le quería decir.
—¿Qué? —se volvió hacia mí y nos miramos a los ojos.
—No finjas que es mentira.
Relajó los hombros y volvió a mirar al frente.
—Quizá tienes razón.
—Tengo razón.
—A veces hablas como Samey.
—No desvíes el tema. Acepta que todavía sientes algo por Sasha —frunció el ceño al escuchar su nombre, y juro que no pude evitar poner los ojos en blanco. Más que él, me molestaba cómo era cuando se trataba de ella.
—Me dejó cuando todavía hacía calor —se me escapó un bufido sin querer, y él me miró de vuelta, con las cejas levantadas.
—¿Y lo de la fiesta? —supe al instante que estaba a punto de cagarla, así que añadí—. Escuché cosas.
—¿Qué cosas?
—Responde a la pregunta —hice una pistola con mi mano y le apunté a la cabeza. Se le escapó una sonrisa que intentó ocultar con una expresión seria.
—Estábamos borrachos, no cuenta.
—¡Claro que cuenta! —recordé el asunto de Owen—. A veces.
—Además, fue ella la que me usó. Luego volvió a tratarme como basura.
Por supuesto que le creía, pero a la vez tenía mis dudas. Si Jake volvía con Sasha cada vez que ella lo decía, era porque tenía problemas al decir no.
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Editado: 16.07.2022