Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 27

Señoras y señores, buenos días, ha llegado el momento de narrar una de las peores noches de mi vida.

Todo comienza con una camiseta color mostaza. Bueno, en realidad sería un poco raro que comenzase así, pero tengo que elegir un punto de partida. Así que ahí estaba yo, con mi camiseta color mostaza, los jeans que ya medio planeta conoce y las zapatillas de la escuela. Esa vez no había nada de accesorios ni maquillaje, porque realmente no quería estar allí. Él único motivo por el cual fui a la estúpida fiesta de Mateo era mi querido Jake. 

Hago énfasis en que fui por él, no con él. Aún tenía ganas de molestarlo, así que moví cielo y tierra para buscar a otro acompañante, porque (sorpresa) no había sido invitada. De hecho, las invitaciones de este año fueron un poco más selectivas. Mi búsqueda, en realidad, no resultó tan ardua, ya que un día Samey me dijo:

—Tú vienes conmigo.

Me quedé perpleja.

—¿Cómo?

—Que vienes conmigo, ¿qué es lo que no se entiende?

—Pensé que las chicas no podían invitar a chicas, y no soy adivina —mientras más avanza nuestra amistad, más agresivas somos al hablar. Mucha gente pensará que no nos llevamos muy bien, pero yo a eso lo llamo confianza y comodidad. 

—Ah, ahora sí —despegó su mirada del celular, y se dio cuenta del interrogante en mi expresión—. Convencí a Matías.

—Se llama Mateo… —dije, y en realidad quería seguir hablando.

—Se llama como yo quiera —me interrumpió. Ignoré eso.

—¿Cómo carajos hiciste para convencerlo? Apenas se conocen.

Como respuesta, me dio su celular. Lo que estaba buscando antes era justamente la conversación que tuvo con él. No comienza con un saludo ni nada, sino así:

Samey: vi en tu invitación que hay que consultarte para traer acompañantes

Mateo: y tú eres…

Samey: tu peor pesadilla

Mateo: ???

Samey: Turner, Samey

Mateo: ah…

Samey: último año, escuela Murray

Mateo: ya sé quién eres, no hace falta seguir aclarando

Mateo: y no, no vas a traer a tu amiga 

—Me tiene fichada el desgraciado —murmuré. 

Samey: y por qué no?

Mateo: tengo varios motivos

Samey: dilos

Mateo: no tengo por qué decírtelos

Samey: si no me los dices, ¿cómo voy a saber a quién llevar o a quién no?

Hubo un pequeño lapso de tiempo sin respuesta. Pude imaginarme los engranajes del cerebro de Mateo trabajando.

Mateo: está bien

Mateo: primero, es una chica

Mateo: segundo, me cae mal

El sentimiento es mutuo.

Mateo: tercero, nadie me dijo que quiere verla

Mateo: no hay oferta sin demanda

Samey: conozco una persona que quiere verla a toda costa 

Samey leía los mensajes junto a mí. En ese punto de la historia, hicimos una pausa, y se puso a buscar otra cosa. 

—Esto no tiene desperdicio —dijo, intentando ocultar una sonrisa divertida. Me enseñó otro chat, esta vez con (sorpresa, otra vez) Jake.

Samey: necesito tu ayuda

Jake: ok

Samey: tienes que mandarme un mensaje donde digas que estás desesperado por ver a Judy en la fiesta de Mateo

Jake: y eso para qué?

Samey: ¿qué te importa?

Jake: seguro estás en algo raro

Samey: ¿confías en mí?

Jake: no

Samey: ¿confías en Judy?

Jake: no me manipules

Samey: ¿lo vas a hacer sí o no? 

Samey: necesito una respuesta ahora

Jake: solo si luego me lo explicas

Samey: sí, sí

—Nunca se lo expliqué —me aclaró ella—. Todavía sigue mandándome mensajes. 

—Eres muy mala

—Solo así se consiguen las cosas. 

Seguimos leyendo la conversación. Jake terminó aceptando, mandando un mensaje “casual” donde hablaban sobre mí. Me resultó un tanto incómodo, porque se notaba muy falso, pero no dije nada. Samey le envió captura de pantalla (recortada y seleccionada minuciosamente) a Mateo y, luego de unas cuantas objeciones, accedió. 

—Tienes una habilidad muy rara para convencer a la gente sin usar un poquito de amabilidad —comenté. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.