Señoras y señores, buenos días, ha llegado el momento de narrar una de las peores noches de mi vida.
Todo comienza con una camiseta color mostaza. Bueno, en realidad sería un poco raro que comenzase así, pero tengo que elegir un punto de partida. Así que ahí estaba yo, con mi camiseta color mostaza, los jeans que ya medio planeta conoce y las zapatillas de la escuela. Esa vez no había nada de accesorios ni maquillaje, porque realmente no quería estar allí. Él único motivo por el cual fui a la estúpida fiesta de Mateo era mi querido Jake.
Hago énfasis en que fui por él, no con él. Aún tenía ganas de molestarlo, así que moví cielo y tierra para buscar a otro acompañante, porque (sorpresa) no había sido invitada. De hecho, las invitaciones de este año fueron un poco más selectivas. Mi búsqueda, en realidad, no resultó tan ardua, ya que un día Samey me dijo:
—Tú vienes conmigo.
Me quedé perpleja.
—¿Cómo?
—Que vienes conmigo, ¿qué es lo que no se entiende?
—Pensé que las chicas no podían invitar a chicas, y no soy adivina —mientras más avanza nuestra amistad, más agresivas somos al hablar. Mucha gente pensará que no nos llevamos muy bien, pero yo a eso lo llamo confianza y comodidad.
—Ah, ahora sí —despegó su mirada del celular, y se dio cuenta del interrogante en mi expresión—. Convencí a Matías.
—Se llama Mateo… —dije, y en realidad quería seguir hablando.
—Se llama como yo quiera —me interrumpió. Ignoré eso.
—¿Cómo carajos hiciste para convencerlo? Apenas se conocen.
Como respuesta, me dio su celular. Lo que estaba buscando antes era justamente la conversación que tuvo con él. No comienza con un saludo ni nada, sino así:
Samey: vi en tu invitación que hay que consultarte para traer acompañantes
Mateo: y tú eres…
Samey: tu peor pesadilla
Mateo: ???
Samey: Turner, Samey
Mateo: ah…
Samey: último año, escuela Murray
Mateo: ya sé quién eres, no hace falta seguir aclarando
Mateo: y no, no vas a traer a tu amiga
—Me tiene fichada el desgraciado —murmuré.
Samey: y por qué no?
Mateo: tengo varios motivos
Samey: dilos
Mateo: no tengo por qué decírtelos
Samey: si no me los dices, ¿cómo voy a saber a quién llevar o a quién no?
Hubo un pequeño lapso de tiempo sin respuesta. Pude imaginarme los engranajes del cerebro de Mateo trabajando.
Mateo: está bien
Mateo: primero, es una chica
Mateo: segundo, me cae mal
El sentimiento es mutuo.
Mateo: tercero, nadie me dijo que quiere verla
Mateo: no hay oferta sin demanda
Samey: conozco una persona que quiere verla a toda costa
Samey leía los mensajes junto a mí. En ese punto de la historia, hicimos una pausa, y se puso a buscar otra cosa.
—Esto no tiene desperdicio —dijo, intentando ocultar una sonrisa divertida. Me enseñó otro chat, esta vez con (sorpresa, otra vez) Jake.
Samey: necesito tu ayuda
Jake: ok
Samey: tienes que mandarme un mensaje donde digas que estás desesperado por ver a Judy en la fiesta de Mateo
Jake: y eso para qué?
Samey: ¿qué te importa?
Jake: seguro estás en algo raro
Samey: ¿confías en mí?
Jake: no
Samey: ¿confías en Judy?
Jake: no me manipules
Samey: ¿lo vas a hacer sí o no?
Samey: necesito una respuesta ahora
Jake: solo si luego me lo explicas
Samey: sí, sí
—Nunca se lo expliqué —me aclaró ella—. Todavía sigue mandándome mensajes.
—Eres muy mala
—Solo así se consiguen las cosas.
Seguimos leyendo la conversación. Jake terminó aceptando, mandando un mensaje “casual” donde hablaban sobre mí. Me resultó un tanto incómodo, porque se notaba muy falso, pero no dije nada. Samey le envió captura de pantalla (recortada y seleccionada minuciosamente) a Mateo y, luego de unas cuantas objeciones, accedió.
—Tienes una habilidad muy rara para convencer a la gente sin usar un poquito de amabilidad —comenté.
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Editado: 16.07.2022