𝓑𝓵𝓪𝓲𝓻
Maldita sea, no entiendo nada.
Mi cabeza es un remolino de pensamientos, no me dejan escuchar mi propia voz, hay cientos de ellas en mi cabeza y me están volviendo loca.
—Debo tomar un té, ahora mismo —digo para mí misma.
Estoy sola en casa porque mi acompañante se fue a vacacionar con su novio, es una morena ardiente, con el mejor trasero que he visto y la más sincera.
Escucho el pitido de mi celular, seguidamente veo el nombre de Kaitlyn en la pantalla junto a una foto de nosotras dos cuando teníamos ¿diecinueve años? No lo sé, fue la última foto que nos tomamos antes de que ella se fuera del país por un mejor futuro, no hemos perdido comunicación. Casi siempre chateamos y hablamos por videollamada.
—¡Hola!
—Kaitlyn, que milagro escucharte.
—Calla, no es para tanto. Hablamos la semana pasada. Oye...—hace una pausa larga —¿Qué crees? Convencí a mi prometido de viajar mañana mismo para Fionia, exactamente para Odense.
—¿¡Hablas en serio!? Mira que soy capaz de tirarme por la ventana si dices que es mentira.
—Tengo los boletos en la mano, bebé.
—No veo la hora de verte.
—Llegó el día, después de casi diez años de tener una amistad a distancia.
—Estaré muy feliz de verte.
—Te hablaré mañana cuando estemos en Odense, vale.
—Ok.
—Tienes que darme el visto bueno con mi prometido. Si no le gusta a mi mejor amiga, no me gusta a mí.
—Regla de oro—continuó por ella.
En la secundaria éramos más que inseparables, cuando a ella le gustaba un chico y a mi no me agradaba ella se alejaba, y viceversa, por supuesto que éramos unas adolescentes tontas. Cualquier baboso nos parecía el hombre perfecto pero gracias a Dios ahí estaba la otra para abrirnos los ojos.
¡Mi mejor amiga viene al país! Y yo tengo un cochinero en esta casa, debo poner todo en su lugar pero primero una siesta no me hará nada mal. Y, después a lo mejor vaya por un trago al bar de Lennon, el lugar donde puedo tomar una copa y perder la cabeza con tranquilidad porque el dueño es mi tío y no me deja ir con ningún desconocido.
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La cabeza me está matando y no de borracha, o eso creo. Si no de remordimiento, arrepentimiento y un sinfín de cosas más que me han pasado la noche de ayer.
─Amanecimos crudas, eh.
─¿Cuándo llegaste? ─ Le digo. Se supone que estaba de vacaciones con su novio.
─Hoy en la madrugada. Te dije que solo serían dos días.
─No lo recuerdo.
—¿Saliste de fiesta anoche?
—No, bueno, fui al bar de mi tío a tomar un trago nada más. —se ríe y vuelve la vista a su libro. —¿Por qué?
—Pues porque tienes un enorme hematoma en el cuello, eso indica que te la pasaste muy bien anoche.
¿Hematoma? Corro al baño para verme en el espejo, no puede ser, carajo. Tengo un chupete del tamaño gigantesco.
Es muy vergonzoso y humillante.
Y más, es recordar con quién me metí anoche. De solo pensarlo se me cae la cara de vergüenza.
—¿Y entonces? — Winona, mi compañera de casa por así decirlo, ambas rentamos esta casa para poder vivir tranquilas y trabajar en paz. —¿Me cuentas con quien estuviste anoche?
—Sí te lo digo no me creerías.
—Cuéntame.
—Me tope con un exnovio de mi juventud. —arquea una ceja. —Hace muchísimo tiempo que no lo veía.
—Cuando dices juventud ¿a qué te refieres exactamente?
—Después de que mi amiga Kaitlyn se fuera del país, conocí a un hombre, él tenía veintitrés y yo casi veinte.
—Ya veo...—cierra su libro —¿Y qué pasó?
—No era lo que esperaba —hago una mueca —Era muy celoso, tóxico, y yo soy un espíritu libre. No me dejo mangonear por nadie, yo le quería...— susurro —Pero me quería más a mi misma.
Winona está por decir algo cuando mi celular suena y ese timbre es únicamente a las llamadas de mi amiga.
Rayos, olvidé que venían hoy.
—¿No vas a contestar? — lo dudo, pero lo hago porque nunca he rechazado una llamada de Kaitlyn.
—Eso creo, sí...—Acepto la llamada—Hola.
—Blair, mándame tu ubicación, estoy a veinte minutos del condado donde vives.
—¿En serio? — corro a mi habitación —¿Por qué no avisaste antes?
—Maldita sea, Blair. Te avise ayer ¿lo olvidas?
—Es verdad, ahora mismo te la envío.
—Ya quiero verte.
Corta la llamada.
Ahogo un grito en la almohada y me ducho a velocidad de la luz, bueno, no tanto, pero sí con rapidez.
No estoy muy presentable, y no tengo ni siquiera una botella de cidra para Kaitlyn y su prometido. Maldición, mamá tenía razón cuando odiaba que llegarán visitas a casa sin avisar.
Ya un poco más presentable, espero impaciente en la sala.
—¿Qué te pasa? —Winona hace un gesto de ¿y está chiflada qué?
—Mi mejor amiga viene para acá.
—Oh. Ya veo. ¿La rubia? —asiento. —Bien, me voy.
A Winona no le agrada Blair y viceversa. La ha visto en videollamadas y dice que tiene una energía super negativa, Winona cree mucho en esas cosas.
El tiempo de espera se me hace eterno, sé que no veré a la chiquilla flacucha de la que me separé hace tanto tiempo, verla en llamadas no es igual a tenerla en persona. La extraño un montón y me alegro que encontró lo que fue a buscar; un hombre que le resuelva la vida.
Suena feo, pero esos fueron sus motivos desde el principio. Kaitlyn siempre siempre siempre siempre fue avariciosa, a lo mejor su madre plantó esa idea en su cabeza.
Tocan a la puerta veinticinco minutos después de la llamada.
Voy corriendo a abrir la puerta, con una sonrisa de oreja a oreja, la misma que se afloja cuando veo a Kaitlyn y su prometido en mi puerta.
—¡Blair! Te extrañe, perra.—me abraza efusivamente, con la felicidad a tope pero yo sigo perdida en el hombre que se quita las gafas de sol con una rabia inminente y planta sus esferas azules en mí.
Es Keenan, mi ex.