Jonah
Cuatro veinte de la tarde y me encuentro sentado en la parada del autobús en espera de mi hermano quien prometió comprarme ropa después de salir de su clase, ya que la semana pasada dejó la plancha encendida sobre mi playera favorita y se quemó.
Entendería si fuera un descuido, pero fue más por estupidez al pensar que no le pasaría nada a la tela mientras él iba por algo de comida, según sus palabras "la plancha sentiría que no hay una mano sujetándola entonces se apagaría automáticamente".
A veces no comprendo cómo es inteligente para algunas cosas, pero ignorante en otras tan simples. Tal vez su cerebro descarta lo más obvio para dejar almacenado lo más difícil y de esta forma no se sobrecarga de información, o al menos esa es la teoría que tenemos mi papá y yo desde hace años.
"Mientras no se le olvide respirar podemos estar tranquilos y hacernos cargo de lo demás por él", es lo que siempre dice mamá desde que tengo uso de razón, al parecer se resignaron desde hace tiempo entonces solo tengo que aceptarlo también y mejor cuidar de él aunque sea cuatro años mayor que yo.
Suspiro provocando que salga humo de mi boca debido al intenso frío del invierno, y en parte a la lluvia que comenzó a aparecer hace menos de cinco minutos, a veces odiaba lo cambiante que podía ser el clima en Trondheim. Aunque para ser sincero prefiero esto a estar malhumorado por el calor que en ocasiones, por no decir siempre, me hace sudar como si hubiera corrido un maratón.
Me abrazo mientras alzo la mirada al notar que las gotas se vuelven más intensas en cuestión de segundos y en mi mente suplico que mi hermano traiga su paraguas o tendremos que esperar debajo de este viejo techo hasta que la tormenta se calme.
Saco mi celular dispuesto a presionar a mi hermano para que acelere su paso, pero entonces escucho el sonido de varios pasos acercarse rápidamente lo que me hace alzar la mirada encontrándome con un pequeño grupo de amigos que vinieron a resguardarse bajo la misma parada de autobús en la que estoy.
A juzgar por su apariencia creo que son universitarios y cursan alguna licenciatura relacionada al arte porque es lo único de lo que los oigo hablar, además de que todos ahí traen cabellos de colores y dan pinta de dedicarse a algo así a excepción de una chica de cabello negro con ropa sobria, que se limita a reír ante los comentarios de sus amigos.
Suelto un suspiro y aparto mi mirada de aquellas personas para dirigirla hacia mi celular en donde observo mi reflejo. Me veo fatal, lo cual no es sorpresa pues estos últimos meses no dormí bien por dedicarme a estudiar para el examen de admisión a la universidad que realicé hace siete semanas.
Dentro de unos días me entregarán los resultados, y aunque trato de no pensarlo, no puedo evitar que un nudo se forme en mi estómago cada vez que lo hago.
No quiero decepcionar a mis padres, han sacrificado tanto por mi hermano y por mi, incluso hace tres años pusieron un pequeña cafetería en la planta baja de nuestra casa y con todo el dinero generado han podido solventar nuestros estudios.
Gracias a eso mi hermano está a un año de terminar su licenciatura y a mí me han pagado un curso que me ha servido muchísimo para ser yo, porque siendo sincero la escuela no se me da muy bien, he tenido un sin fin de tutores y todos al final coinciden en lo mismo: soy pésimo. Creen que lo mejor es que me rinda y para ser sincero eso me hace sentir muy mal aunque trato de no demostrarlo.
A pesar de todos esos malos comentarios, mis padres y mi hermano siguen creyendo en mi y me apoyan de todas las formas posibles, por eso mismo quiero demostrarles que no están equivocados, que de verdad soy capaz de entrar a la universidad.
Me recargo en el respaldo del asiento y cierro mis ojos tratando de eliminar ese sentimiento de decepción. Prefiero no pensar en ello o me pondré mal.
—¿En qué andas pensando?
Aquella voz familiar hace que aparte las manos de mi cara en cuestión de segundos y alce la mirada encontrándome con esos ojos azules que veo en casa a diario.
—En lo mucho que te tardaste, James, ¿en qué más estaría pensando?
Cuestiono levantándome de aquel asiento de acero que comenzaba a incomodarme y comienzo a caminar junto a él mientras nos cubrimos con su paraguas verde fosforescente, a veces olvido lo mucho que le gusta llamar la atención.
—No te creo, estoy seguro de que estabas pensando en lo genial que soy.
Pongo los ojos en blanco haciendo que el rubio ría.
—En realidad estaba pensando en que tenemos que llegar a la plaza antes de que termine la oferta de la playera gris que me gustó.
Le sonrío mientras le doy palmadas en la espalda haciendo que de pasos más rápidos y quite su mirada de mí para pasarla a la banqueta.
—Ya te dije que puedes buscar otra, no es necesario que esté en rebaja.
Me coloco la gorra que viene pegada a mi propia sudadera y lo volteo a ver.
—Y yo ya te dije que si compro una que no tenga descuento vas a perder casi lo de tu sueldo, recuerda que papá te descontó por haber roto una taza. Así que no, además yo quiero esa, desde que la vi en internet me gustó.
Mi comentario hace que James ponga los ojos en blanco y suspire.
—Como sea, entonces apurémonos o llegaremos cuando esté cerrado si seguimos con este paso de tortuga.
—Entendido.
La fuerte lluvia no nos detiene, en cambio, nos obliga a apresurar el paso, esquivando charcos que aparecen cada dos pasos y que a la vez nos provocan risas cuando uno de los dos pisa uno o casi resbala.
Entre pláticas y risas nos dirigimos hacia la pequeña plaza que se encuentra en el corazón de la ciudad y aquellos pensamientos oscuros que atormentaban mi mente hace unos momentos parecen deshacerse en cuestión de segundos, como si la lluvia o el viento se los hubieran llevado.