Más que tú

Capítulo III

Jonah

No tengo ni idea de por qué le hice caso a James cuando me dijo que si iba por el elevador llegaría más rápido a mi salón. Digo, no lo dudo, pero ahora mismo son las 7:58 a.m. y el elevador está a punto de reventar.

Cuando subí conté nueve personas entrar aparte de mi. ¿Cómo es posible que hayamos podido entrar varios? ¿No el limite de este ascensor es de seis?

Miro a mi alrededor y noto que todos nos encontramos apretados y tratando de respirar correctamente debido a los cuerpos demasiado cercanos de todos.

Trato de pegarme al fondo del elevador para poder tener un poco de espacio personal, pero es prácticamente imposible, así que me limito a cerrar los ojos y esperar a que en el próximo piso baje al menos la mitad de la gente que hay en estos momentos o tendré que ser yo el que baje aunque aún me falten dos pisos más por subir.

Es eso o morir asfixiado en mi primer día de clases y no pienso ceder ante eso pues estuve dos semanas deseando que este día llegara.

Dos semanas, el tiempo pasó demasiado rápido. Incluso mis padres marcaron en el calendario los días que me faltaban para entrar en cuanto les dije que me habían aceptado. Ellos parecían más emocionados porque ya me fuera más que porque haya ingresado.

Sonrío ante el recuerdo de ese día, mis padres compraron una pizza de pepperoni para festejar y estuvimos platicando sobre todas las veces que los profesores decían que no lo lograría.

Cuando menos me doy cuenta estoy llegando al piso en el que se encuentra mi salón y aparto a las personas que hay frente a mi mientras les pido disculpas por los leves empujones.
Una vez que salgo echo una mirada rápida a mi horario y voy directo al salón que me corresponde el cual encuentro en cuestión de segundos.

Parece ser que la suerte está de mi lado.

Veo a la profesora buscar algo en su escritorio y aprovecho para entrar al salón sin vacilar.
Doy una mirada rápida alrededor en busca de un asiento libre, mismo que veo en una de las filas del medio. Me siento ahí y espero a que la maestra comience a hablar para poner atención a lo que diga.

Noto de reojo como algunas personas entran al salón y se sientan en los asientos que hay a lado mío mientras susurran algo que no logro escuchar.
Supongo que ya estamos todos.

—Buenos días jóvenes.

Pronuncia la maestra canosa con cara de pocos amigos y nos limitamos a devolver el saludo.
De primeras pienso que odia su profesión porque se ve irritada en cuanto le respondemos, pero entonces frunzo el ceño cuando comienza a hablar.

—Solo quiero dejar claro una cosa: Este año no toleraré su nula capacidad de saber hacer una plantilla. Antes de las vacaciones les advertí que si me tocaba darles el taller de envase y embalaje tenían que buscar algún curso porque no iba aceptar trabajos horribles como los que entregaron en la materia pasada. Por favor, ya van a mitad de la carrera, es para que entreguen trabajos de calidad.

"Taller de envase y embalaje" ¿Taller de envase y embalaje? No recuerdo haber visto esa materia en mi horario.

—A excepción de Margaret, parece ser la única que sí entrega buenos trabajos.

Sigo la mirada de la maestra para ubicar a esa tal Margaret, y de paso aprovecho a ver si hay alguien igual de perdido que yo.

Entonces me encuentro con sus ojos. Es la chica de cabello negro y ojos color almendra de la vez pasada.
Está sentada en la última fila a la misma altura que yo, rodeada de sus amigos coloridos.

¿Otra vez ella? ¿Acaso me está siguiendo?

Aparto mi mirada y la fijo en mi libreta.
En estos momentos lo único que me importa es salir de aquí lo más rápido que pueda y sin levantar sospechas. Aunque eso último será imposible porque al parecer la señora canosa ha visto que comencé a guardar mis cosas.

—¿A donde cree que va jovencito?

No puede ser.

Me pongo de pie con la poca dignidad que me queda y agarro mi mochila.

—Creo que me equivoqué de salón.

Las risas no se hacen esperar. Siento como mi cara comienza a hervir de un momento a otro.

—¡Por eso deben de revisar bien sus horarios!.. —Comienza a hablar la profesora y siendo sincero no quiero quedarme aquí a recibir un regaño por parte de alguien que no será mi maestra, al menos no por este semestre.

Así que doy pasos grandes hasta llegar a la puerta del salón y una vez que salgo de esa pesadilla cierro la puerta mientras me prometo que a partir de ahora sí voy a revisar dos veces el número de salón que me toca.

Me dispongo a correr por el pasillo, pero en ese momento tropiezo con alguna persona que venía saliendo de una aula provocando que ambos caigamos.

Parece ser que la suerte no está de mi lado.

—Disculpa. —Digo mientras me sobo el brazo izquierdo y comienzo a levantarme.

—Una desgracia más y en verdad comenzaré a sospechar que todos se pusieron de acuerdo para que me fuera mal hoy.

Escucho decir al chico de lentes y cabello negro que se encuentra aún tirado en el frío piso.

—Ni que lo digas. —Le extiendo una mano y le ayudo a ponerse de pie rápidamente. —¿También te equivocaste de salón?

—Algo así, es que mi hobby es entrar a clases que no son mías. Me gustan los regaños ¿sabes? —Bromea mientras acomoda su mochila en su lugar.

Me limito a reír.

—A mí no me gusta llegar tarde a mis primeros días de clases. —Miro al fondo del pasillo. —De hecho ya voy diez minutos tarde a mi clase de dibujo técnico.

El de lentes alza las cejas levemente. —A mi igual me toca esa materia. ¿Vamos? Antes de recibir un segundo regaño.

Acepto y comenzamos a caminar hasta llegar rápidamente al salón.
Esta vez todo marcha bien y al parecer no fuimos los únicos en equivocarse porque conforme avanza la primera hora llega la otra mitad del grupo que faltaba por la misma razón que nosotros.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 10.10.2025

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