Margaret
Apenas llevamos tres días desde que iniciaron las clases y parece ser que el director ya tenía un sin fin de actividades preparadas para los alumnos de nuevo ingreso. El lunes les dieron un tour por la universidad, el martes les regalaron un peluche con la mascota de la escuela, los cuales comenzaron a revender en internet y gracias a Dios alcancé a comprar uno. Y hoy miércoles montaron un evento con música y mesas llenas de snacks en las canchas al aire libre
O eso es lo que alcanzo a ver desde donde estoy porque me encuentro haciendo la actividad que me dejaron por ser edecán.
—No sé en qué momento pensé que sería buena idea anotarme en esto.
Comento entre dientes mientras les doy una pulsera con el logo de la escuela a todas las personas que se acercan curiosos a ver de qué trata todo este ruido.
A mi lado, Sophie sonríe como si de verdad disfrutara repartir folletos.
—Vamos, es divertido, además, podemos ver a los de nuevo ingreso.
Dice mi amiga, de tez blanca y ojos azules, levantando ambas cejas de manera coqueta. A veces olvido que ha sido así desde que nos conocimos el primer día de universidad.
Nunca pierde la oportunidad de hablar con cualquier chico que le parezca atractivo, lo cual admiro de ella porque yo ni loca haría eso.
—Probablemente tengan dieciocho años. No tiene caso.
—¿Y qué tiene de malo un año de diferencia? —Sophie se pasa un mechón de cabello rosa detrás de la oreja al entregar un folleto a un grupo de estudiantes quienes se retiran inmediatamente al notar eso. —El último chico con el que anduve tenía veintidós años y se comportaba como uno de quince. Tal vez uno de dieciocho se comporte como uno de veinte.
Estoy a punto de cuestionar su teoría, pero me veo interrumpida por una voz masculina.
—A nosotros nunca nos hicieron algo así.
Doy un salto que casi me hace soltar todas las pulseras. Por un momento pienso que se trata de Oliver, mi hermano, pero inmediatamente me percato de que es mi amigo.—¿Por qué nunca escucho cuando llegas?
Charlie, me dedica una sonrisa mientras se pasa una mano por su cabello naranja.
—Me gusta pasar desapercibido.
—Claro, con ese color de cabello. —Comenta Sophie en tono de burla.
Comienzan a discutir sobre quién tiene la cabellera más llamativa y decido zafarme de ese debate porque ya es como la quinta vez que sacan ese tema. Además, no quiero que pregunten mi opinión porque entre un cabello naranja fosforescente y uno rosa tipo algodón de azúcar, sinceramente no sabría decir cuál llama menos la atención.
Desvío la vista a otro lado tratando de distraerme con cualquier cosa que parezca más interesante, pero en seguida me percato de una mirada que está puesta en mí y proviene del otro extremo. Es el chico castaño de la cafetería a la que mis amigos y yo siempre vamos. Además es el mismo que se equivocó de salón hace unos días.
Parece ser que igual me reconoce porque su ceño se frunce levemente antes de apartar la mirada. Lo cual no dura mucho porque vuelve a mirarme una segunda vez para después de unos cuantos segundos apartar su vista de mí.
Espero que él también crea en las coincidencias y no piense que lo estoy siguiendo. Aunque, con esas miradas rápidas, juro que parece más bien que yo soy la sospechosa.
—Las coincidencias no existen, ese chico está buscando formas de interactuar contigo.
Escucho la voz de mi amiga y abro demasiado los ojos en cuanto la miro.
—¡Shh! Nos puede escuchar.
—Maggie, creo que eres muy dramática. Apenas si nos escuchamos entre nosotros.
Es cierto, el sonido de la música que suena a través de las bocinas es demasiado alto, tanto que tenemos que alzar la voz para alcanzarnos a escuchar.
A pesar de eso siento que de verdad nos puede oír y tengo miedo de que eso suceda porque no quiero que piense que por alguna extraña razón lo estoy siguiendo.
Trago saliva y sigo entregando las pulseras de silicón a todo el que se encuentra cerca mío.
Ojalá esto termine pronto.
—¡Hola a todos! ¡Estamos a punto de iniciar "canta si quieres", en donde todo aquel que quiera demostrar sus dotes de canto puede venir al escenario y presentarse! ¡Sin vergüenza chicos!
Se escucha la voz de Nataniel, otro amigo nuestro, por medio de las bocinas atrayendo la atención de todo el mundo en cuanto menciona la actividad. Aunque a decir verdad no sé si las estudiantes que comenzaron a formarse es porque tiene ganas de cantar o si se debe a que quieren el número del chico de tez morena y cabello azul quien comienza a apuntarlas en una lista después de hablar por el micrófono.
—¡Hay que cantar!
Grita Charlie emocionado mientras tira del brazo de Sophie.
—Ustedes adelántese, yo iré por algo de beber, los alcanzo en un momento.
Grito sobre la música que otra vez comenzó a sonar.
Mis amigos asienten ante mi comentario y comienzan a caminar entre la multitud hasta que ya no los veo más. En tanto yo me acerco al puesto que vende distintas aguas de sabores y frituras.
Agarro unas papas y un agua de uva para después comenzar a caminar en la misma dirección a la que fueron mis destacados amigos, a quienes veo formados en la fila para cantar.
Oh no, lo decían en serio.
Sophie me mira sonriente y me hace señas para que me acerque a ellos. Ante lo cual niego y ahora yo le hago señas dándole a entender que mejor me quedaré algo lejos del escenario. Ella suelta un suspiro y asiente resignada. Sabe que no logrará hacerme cambiar de opinión.
No somos iguales, a mí me gusta pasar desapercibida y me siento mucho mejor si nadie me ve. Me gusta mi espacio personal. A diferencia de ellos quienes son opuestos a mí, son muy extrovertidos y les gusta destacar en cualquier lugar al que van.
Por eso mismo hasta yo misma me asombré cuando me volví amiga de cada uno de ellos.
A veces quisiera parecerme más a mis amigos, pero aunque lo intente sé que fracasaría porque de verdad detesto llamar la atención.