Más que tú

Capítulo V

Jonah

Escucho la risa de Karl retumbar en mi oído y me alejo un poco de él, poniendo mala cara. El de cabello negro ni se inmuta, sigue riéndose, como si no estuviera en uno de los jardines de la universidad, lo cual llama la atención de todos los que pasan cerca de nosotros.

—¿Te parece graciosa mi situación?

Le digo en voz baja mientras me llevo una cucharada de mi cóctel de frutas a la boca.

—Un poco.

Me responde, limpiándose las lágrimas de tanto reír. O mejor dicho, de burlarse de mí.

No debí contarle nada. Estoy seguro de que va a recordarlo todos los días hasta que me pase algo más ridículo.

Pero necesitaba desahogarme, no podía quedarme solo con la opinión de mi hermano. Recuerdo que antier en cuanto llegué de la escuela fui directo con James y lo único que obtuve fueron frases absurdas como: "Es el destino", "Dime su nombre, te buscaré sus redes sociales" y "¿Cuándo le pedirás que sea tu novia?". Al principio pensé que se estaba burlando, pero cada frase subía de nivel y me di cuenta de que hablaba en serio.

Así que decidí contarle a mi amigo para ver qué opinaba, pero parece ser que mi vida le resulta demasiado divertida.

—No entiendo qué es lo gracioso —murmuro—. Hice el ridículo de mi vida. Seguro ahora piensa que soy un tipo raro, que no sabe ni cómo armar una frase.

Y no me importaría tanto lo que piense si no fuera porque temo volverla a encontrar. Tuve suerte el día de ayer al no verla por ningún sitio al que iba, pero quién sabe si esa suerte termine hoy.

Con tantas veces que nos hemos visto, sé que habrá un próximo encuentro y no quiero que me vea aterrorizada o que salga corriendo en cuanto me vea. Preferiría que tan solo pasara de mí sin ningún rastro de recuerdo.

—Piensas demasiado las cosas. Es muy probable que ya lo haya olvidado o que no le haya dado tanta importancia. —Dice Karl mientras le da un trago a su jugo. —Te estás atormentando demasiado.

Tiene razón, pero es que no puedo evitarlo, siempre he sido así y eso termina frustrandome porque incluso no logro concentrarme por pensar en cosas que seguramente nunca pasarán.

—Si te hubiera pasado a ti, ¿ya lo habrías olvidado?

Pregunto esperanzado.

—Si te soy sincero... no.

Me llevo otra cucharada de cóctel a la boca, tratando de procesar su honestidad. Eso no era lo que quería escuchar.

—Pero tampoco estaría obsesionado con eso todo el tiempo —Dice, encogiéndose de hombros—. Me reiría un poco de mí mismo y seguiría con mi vida. Jonah, estas cosas pasan, y seguro pasarán cosas peores. No vale la pena darle demasiadas vueltas.

Alzo las cejas sorprendido por la calma y sabiduría con la que habla.

Ahora me siento demasiado inmaduro por haber visto la situación como si fuera lo más terrible del mundo.

—¿Seguro que no quieres estudiar psicología?

El de lentes suelta una risa y me quita el tenedor para agarrar lo poco que queda de mi cóctel. —No. Soy más de mandar pacientes, pero gracias por el cumplido.

Abro ligeramente los ojos ante su comentario.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir, he mandado a algunas personas al psicólogo.

Comenta con la boca llena de fruta. Se queda quieto por un segundo y veo cómo traga todo para después señalarme amenazante con el tenedor. —Borra ese gesto. No es lo que piensas. Tengo buenas razones.

—¿Como cuáles?

—Gente que no puede manejar la ansiedad. También amigos que pasaron por rupturas duras, o que estaban demasiado estresados por la escuela y no podían más. Básicamente casos en donde se necesita un profesional.

Suelto un suspiro de alivio. —Ya veo.

—Sí, espera... ¿de verdad pensaste que era un tipo malo? Jonah, me conoces perfectamente.

Actúa como si estuviera herido, pero termina riéndose.

—Perdón, todavía no sé mucho de ti. Solo nos conocemos desde hace cuatro días.

Digo algo avergonzado.

—Y aún así ya te he mostrado bastante. —Dice, cruzándose de brazos y cerrando los ojos. —Supongo que también tendré que tropezar con alguna chica de la uni para tener otra historia que contar.

Pongo los ojos en blanco y me tapo la cara con las manos. Justo cuando parecía que iba a dejarlo pasar, lo vuelve a sacar.

—Es broma. Vamos al salón, ya casi empieza la última clase.

Karl me cae muy bien, siento que acabo de encontrar a un gran amigo. Y lo agradezco, porque sin él, la última clase sería un completo martirio. La maestra habla sobre historia del arte, un tema que me interesa, pero lo hace con tanta lentitud que todo el grupo parece esforzarse por no dormir.

Me da un poco de tristeza porque se nota que lo intenta, pero su voz es tan monótona que adormece a cualquiera. Por suerte, tener a Karl garabateando tonterías en su cuaderno a mi lado logra mantenerme despierto. Solo veo que pasa de dibujar dinosaurios a dibujar robots, y por último dibuja un híbrido de aquello.

Como sea me mantiene despierto las tres horas de clase que parecían eternas hasta que por fin la clase termina. Guardamos nuestras cosas y salimos del aula.

—¿Crees que se dio cuenta de que casi todos estábamos luchando por no dormir? —le pregunto.

—Yo creo que ese era su objetivo. Hasta la maestra Sarah habla con más energía y eso que tiene entre 80 y 130 años.

No puedo evitar soltar una carcajada ante su comentario.

—Hizo lo mejor que pudo, pero...

Entonces, al girar en el pasillo, choco contra alguien provocando que caiga.

Levanto la vista y mi estómago se encoge al ver que es la chica de cabello negro.

—No puede ser. —Susurra sorprendida.

—Yo... lo siento, no era mi intención.

Tartamudeo, de nuevo.

Me levanto con una velocidad que jamás había tenido y me apresuro a ayudarla a levantarse.

Karl está disfrutando mucho de esto y lo sé porque escucho su estruendosa risa detrás de mí.

—Ya mejor pásense sus horarios, porque esto parece hasta planeado.



#3511 en Novela romántica
#188 en Joven Adulto

En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 10.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.