Margaret
Es viernes, y por el sonido de la alarma que escucho, supongo que son las ocho de la mañana. Me animo a levantarme si es que quiero llegar a tiempo a la universidad. Estiro los brazos y escucho cómo mis huesos truenan. Suena raro, pero me gusta.
Me quedo unos segundos más acostada, debatiendo conmigo misma si vale la pena levantarme o no. Me froto los ojos con fuerza, esperando que así se quite el sueño, pero en cuanto aparto las manos los cierro otra vez. Y estoy a nada de quedarme dormida.
—Ni lo pienses. Vas a llegar tarde.
Pego un brinco al escuchar la voz de Oliver.
Lo miro medio aturdida, y entonces me acuerdo de que compartimos habitación.
—Mira quién lo dice. ¿No deberías estar ya en la universidad? —Pregunto señalando el reloj.
—La maestra da quince minutos de tolerancia —Contesta mientras se acomoda la camiseta celeste y hace caras extrañas al espejo, como si se estuviera tomando fotos. Asiente satisfecho después de unos segundos.
—Y tardas media hora en llegar.
—Por eso ya me voy. —Se acerca rápidamente para revolverme el pelo y sale casi corriendo de la habitación.
No me sorprende. Es la tercera vez en estas dos semanas de clase que se le hace tarde. Temo porque hoy lo regañen, pero tal vez solo así comience a llegar a tiempo.
Suelto un suspiro y mejor voy directo a la ducha. El agua tibia me ayuda a despertar por completo. Me apresuro, y al salir me pongo un pantalón beige flojo, una camiseta blanca de cuello alto y una sudadera café. Cepillo mi cabello, lo cual no me toma mucho tiempo ya que lo traigo corto, me maquillo algo natural y reviso que todo esté en la mochila antes de bajar a la cocina.
Papá está con una radio viejita encendida, tarareando una canción de los ochenta mientras prepara hotcakes. El olor dulce de la mantequilla derritiéndose en el sartén me golpean con nostalgia y me recuerda a cuando mamá todavía estaba. Han pasado cuatro años desde que murió, pero esa ausencia nunca se va del todo.
—Buenos días. ¿Dormiste bien? —Me dice, sirviéndome un plato.
—Dormí de maravilla —Respondo, dejando el plato en la mesa y sirviéndome café—. ¿Y tú? ¿Ya desayunaste?
—En un rato, quiero terminar estos primero. —Me sonríe. —¿Lista para tus clases?
—Más o menos. Solo espero que no llueva hoy porque no tengo paraguas.
—Al rato compro uno —Dice, como si lo anotara mentalmente en una lista invisible.
—No te preocupes, hoy parece que por fin va a salir el sol. —Me siento a desayunar.
Papá sonríe en cuanto digo aquello y se hace a un lado para que pueda observarlo bien.
—Mejor, así puedo estrenar mi short nuevo para correr.
Dice modelando el short tan diminuto que trae puesto. Es tan corto que casi me atraganto con el hotcake.
—¿No crees que está demasiado corto? —Pregunto, intentando no soltar una risa mientras tomo un sorbo de café.
—Es lo que está de moda —Responde ofendido, como si yo no supiera nada al respecto.
Terminamos discutiendo sobre el famoso short durante casi diez minutos. Yo oro en silencio porque empiece a llover y lo salve de la vergüenza pública. Él, en cambio, insiste en que no hay nada malo en usarlo.
Después de desayunar subo a lavarme los dientes, doy un vistazo rápido al espejo y salgo para despedirme de mi papá. Una vez afuera, me dirijo a la parada casi corriendo y alcanzo subir en el primer autobús que pasa. Me acomodo en el asiento, pongo música y dejo que todo a mi alrededor se vuelva paisaje. Amo ese momento: yo y mis canciones, sin nada más que interrumpa.
Las casas van quedando atrás, las personas suben y bajan, y yo me pierdo en la letra de la canción que suena. Entonces, justo cuando cierro los ojos para dejarme llevar, vibra mi celular. Bajo un poco la música y veo la notificación: un mensaje de Jonah.
"Hola, encontré un par de ideas que podrían servir para las fotos. Te muestro al rato."
Se nota en su mensaje lo entusiasmado que está con todo esto. Desde ayer en la noche venimos planeando qué tipo de tomas intentar, incluso sugirió ir al parque que está cerca de la universidad.
Releo el mensaje una vez más antes de contestar. Me sorprende lo rápido que se involucró, como si el hecho de tomar unas fotografías se hubiera convertido en lo más genial del mundo.
Pienso rápido y le respondo: "Hola. Está bien, al rato nos vemos :)"
Después de enviar ese mensaje, guardo el celular en la mochila y me quedo mirando por la ventana.
Vuelve a vibrar mi celular, pero esta vez se trata de una llamada de un número desconocido. Decido ignorar aquello porque normalmente es spam.
Al llegar a la escuela bajo del camión y me encuentro con Charlie, y su llamativa cabellera naranja, fuera de la universidad.
—¿Pasó algo? Llegaste a tiempo —Finjo preocupación en mi voz, y él solo me mira mal.
—Que haya llegado temprano no quiere decir que haya pasado algo, Maggie. —Comienza a caminar junto conmigo y suspira—. Bueno, quizá programé mal la alarma y pensé que había llegado una hora tarde. —Lo dice en un murmullo y apresura el paso.
Yo río.
—Ya decía yo. —Durante el camino me burlo de él hasta que llegamos al salón.
Nos sentamos al lado de Sophie y Nataniel, quienes claramente quieren contar algo, pero no se deciden. Al final Sophie cede y Nataniel se aclara la garganta para hablar.
—Oficialmente Charlie y yo seremos ayudantes para la actividad de Navidad y lo mejor de todo es que nos dejaron organizar una propuesta que comentamos ayer durante el registro. —Su emoción es tan genuina que asiento para animarlo a seguir.
—¡Haremos una fiesta de disfraces navideños! —Grita en un susurro exaltado.
—Bien, entonces tendré que pensar en mi disfraz —Digo feliz mientras saco algunas cosas de mi mochila.
Charlie se adelanta, con una sonrisa sospechosa.
—Em, de hecho ya conseguimos tu disfraz. ¡Serás un hermoso árbol de navidad!