Capitulo X

Margaret

Es sábado por la mañana. Voy junto a papá a ver el primer partido de básquet de Oliver. Durante toda la semana estuvo insistiendo en que teníamos que ir; aunque le dijimos que sí desde la primera vez, no dejaba de repetirlo como si temiera que cambiáramos de opinión.

Así que aquí estamos, caminando por la cancha de básquet de la universidad.

Van a jugar contra el equipo de la Universidad NQ. Según nos contó Oliver, es uno de los mejores, y siempre le han ganado a nuestra universidad. Así que, sí hay algo de nervios, pero todavía conservamos un poco de esperanza. Tal vez esta vez sea diferente.

—¿Lo ves? —Pregunta papá mientras recorre el lugar con la mirada, buscando al de cabellera negra.

Lo imito y, por suerte, lo distingo entre la gente. Oliver nos hace señas desde las gradas, agitando la mano con energía para que vayamos hacia él.

—Ya lo vi. Vamos. —Digo, sonriendo.

Comenzamos a caminar y, conforme nos acercamos, alcanzo a distinguir a dos personas que están hablando con mi hermano.

—¿Jonah? —Pregunto al llegar hasta ellos.

Me sonríe.

—Vinimos a apoyar a Oliver. —Explica, dándome un poco de contexto, lo cual agradezco y asiento comprendiendo.

—James ya lo conoce, pero Jonah no. Te presento a mi papá. —Dice Oliver, señalando a ambos.

Papá extiende la mano hacia el chico castaño con su actuación de padre serio y le da una mirada rápida como si lo evaluara.

—Christian Blunch. —Se presenta, con voz firme.

Jonah se cree aquello y veo cómo traga saliva para después estrecharle la mano enseguida.

—Jonah Walterson. —Responde con una sonrisa algo tensa. —Soy el hermano de James.

Papá asiente y, por suerte, sonríe después. Jonah parece relajarse al instante, como si le hubieran quitado un peso de encima.

Oliver nos indica dónde sentarnos antes de despedirse de todos e irse con su equipo. James me hace señas para que me siente con Jonah, pero papá me mantiene a su lado, entre él y James, así que me quedo ahí. No vuelvo a ver al chico castaño durante el resto del partido, aunque, de vez en cuando, mi mirada se escapa en su dirección casi sin querer, solo para asegurarme de que sigue ahí.

Aun así, intento enfocarme en mi hermano. Oliver juega como si su vida dependiera de cada pase. No entiendo demasiado sobre básquet, pero lo apoyo como si fuera una experta: grito, aplaudo y celebro cada anotación con tanta emoción que termino con la voz medio rota.

Cuando llega el descanso, aprovecho para ir al baño y arreglarme un poco. Estoy segura de que tengo el cabello hecho un desastre de tanto pasarme las manos cada vez que el equipo contrario anotaba.

Cuando llego al tocador, me miro en el espejo y noto mis ojeras más marcadas de lo normal. Agacho la mirada, sabiendo perfectamente la razón: Zack.

A pesar de haber bloqueado su número y todas sus redes sociales, encontró la forma de escribirme. No sé cómo consiguió mi correo electrónico, pero lo hizo. Su mensaje era corto: "Solo quiero hablar contigo."

Y eso bastó. Bastó para remover todo lo que creí haber superado.

Lloré todo el viernes. No quería hacerlo, pensé que ya no me quedaban lágrimas, pero parece que todavía duele.

Respiro hondo y vuelvo a alzar la mirada. Me obligo a sonreírme.

No pienso pasarla mal este día. Ni hoy, ni nunca más.

Abro el grifo y mojo mis manos, pasándolas por mi cabello antes de volver a recogerlo. Intento que se vea más presentable, y lo consigo después de unos segundos. Me doy un último vistazo en el espejo y salgo del baño.

A mi derecha hay un puesto de bebidas. Saco un poco de dinero y me acerco, pero una voz detrás de mí me detiene.

—¡Margaret! Ya compré bebidas.

Miro hacia la izquierda y ahí está Jonah, agitando un par de botellas de colores. Sonrío al verlo.

—No te había visto —Digo mientras me acerco para ayudarlo con algunas. —¿Te mandaron por ellas? —Pregunto.

—Preferí venir yo. —Se encoge de hombros con una media sonrisa. —La verdad, siento que a tu papá no le caigo muy bien.

Suelto una pequeña risa.

—Le he hablado sobre ti. Y no es tu culpa. Papá solo ya no confía tanto en los chicos que se acercan a mí.

Jonah frunce ligeramente el ceño.

—Le costó un tiempo aceptar a Nataniel y a Charlie. —Añado, riendo un poco al recordar cómo mis amigos parecían petrificarse cada vez que lo veían —Pero no es culpa de nadie. Es solo que se volvió más protector desde que terminé con...

Me detengo. Las palabras se quedan a medio camino, atascadas en la garganta.

—Zack —Termina él en voz baja.

Asiento.

—A mi familia le agradaba. Era el tipo perfecto: educado, atento, venía de una buena familia. Mis papás lo recibían en casa, venía a las comidas, a las salidas. Era uno más. —Frunzo el ceño al recordar. —Un día mamá enfermó más de lo normal así que empecé a ir al hospital todos los días después de clases. Y eso no le gustó a él. Decía que ya no le prestaba atención, que lo estaba dejando de lado. Intenté explicarle, pero no le importó.

Trago saliva.

—Un día, se enojó tanto que dijo que todo estaría mejor si mi mamá... —Mi voz se quiebra, y tardo en poder continuar. —Si mi mamá no estuviera.

Cierro los ojos un segundo, intentando mantener la calma.

—Teníamos quince años, éramos unos niños. —Digo, casi en un susurro. —Y aun así, esas palabras se me quedaron grabadas. No solo habló mal de mi madre, habló mal de quien más lo quiso. Después dijo muchas cosas hirientes, cosas que siento que siempre pensó, solo que nunca se había atrevido a decir. Lo último que supe es que se fue del país unos días después del fallecimiento de mamá. Terminé hecha pedazos.

Me quedo mirando el suelo. Contarlo en voz alta ya no me cuesta tanto, pero aún duele.

Jonah se queda callado unos segundos, como si buscara las palabras correctas.

—Ahora entiendo por qué tu papá se ha vuelto tan cauteloso. —Dice al fin, con voz baja. —Tiene razones muy válidas para desconfiar. —Traga saliva y me mira directo a los ojos. —Pero por lo que he visto de ti, no pareces ser alguien a quien le cueste confiar.