Margaret
Han sido días caóticos, para ser honesta. Caóticos porque Charlie y Nataniel no han dejado de pedirnos ayuda a Sophie y a mí con la fiesta que se hará dentro de dos semanas.
Se suponía que una de las razones por las que no nos metimos en eso era para evitar el estrés, pero al final terminamos igual o más involucradas que ellos.
Espero que al menos nos den algún tipo de reconocimiento por "colaboradoras destacadas". O, en su defecto, que nos paguen con comida.
—Maggie, Maggie, Maggie... —Dice el de cabello naranja oxidado, mirándome fijamente.
Alzo una ceja. —¿Qué pasa ahora, Charlie? —Pregunto, porque sé que ese tono solo significa una cosa: otro favor. Y este sería el octavo de la mañana. Apenas son las nueve.
—Nada —Responde, fingiendo indiferencia.
Asiento y sigo recortando las figuras de esferas navideñas que Nate me pidió, sin prestarle mucha atención.
Charlie se rasca la nuca al ver que sigo concentrada en lo mío. —Solo pensaba que tienes la apariencia perfecta para ser la anfitriona del evento navideño —Dice al final, sonriendo de oreja a oreja, esperando que yo haga lo mismo.
Yo le devuelvo la sonrisa, igual de amplia. —Pero no lo seré.
Su sonrisa se borra de inmediato y se deja caer en el sofá con dramatismo.
—Eres mala.
—Ey, estoy pasando mi martes contigo —Le recuerdo—. El primer martes en toda la licenciatura que no tenemos clase, y aquí estoy desde las ocho de la mañana ayudándolos.
Sus ojos azules ruedan con exageración y suelta un suspiro resignado.
—De acuerdo, perdón —Dice, apoyando el mentón sobre su mano. Se queda así unos segundos, pensativo, antes de hablar otra vez—. ¿Qué tal "edecán"?
No puedo evitar reírme por su insistencia y, sin pensarlo mucho, le pellizco la mejilla.
—La última vez que ayudé en algo así fue en la bienvenida de los de nuevo ingreso, ¿recuerdas? Y sabes perfectamente que no me gustó.
Vuelvo a tomar las tijeras y corto otra esfera de papel, colocándola sobre la pila que ya empieza a crecer frente a mí.
—Deja de fingir, Maggie —Dice con una sonrisa que ya me sé de memoria—. Gracias a eso tuviste tu primera interacción con Jonah. Aún recuerdo lo emocionada que estabas cuando nos lo contaste.
Abro los ojos con incredulidad y lo miro fijamente.
—No estaba emocionada —Respondo rápido—. Estaba asustada. Temía que pensara que era una acosadora.
—Asustada, emocionada, feliz... al final es lo mismo. —Se encoge de hombros, con ese tono travieso que usa cuando quiere provocarme—. A lo que voy es que pasó algo inesperado. Tal vez si vuelves a ser edecán, pase algo mucho mejor.
Cruzo los brazos, arqueando una ceja.
—¿Cómo qué? —Pregunto, aunque parte de mí ya teme la respuesta.
Charlie se encoge de hombros y sonríe de medio lado, como si estuviera a punto de decir una tontería o algo demasiado cierto.
—No sé, Maggie, quizá el espíritu navideño haga lo suyo —Dice, levantando las cejas con intención—. A veces, lo que menos planeas termina siendo lo más bonito.
—O lo más desastroso —Respondo, rodando los ojos mientras tomo otra hoja roja y sigo recortando.
—Depende de con quién lo vivas —Replica, sin perder esa sonrisa que mezcla picardía y cariño.
Levanto la vista un segundo y lo miro de reojo.
—¿Y eso qué se supone que significa?
—Tú sabes perfectamente lo que trato de decir —Responde enseguida, con esa mirada que usa cuando quiere que le dé la razón—. Maggie, todos te hemos dicho que ese chico está loco por ti desde hace tiempo. Solo es cosa de que ambos lo acepten y ya.
Suelto una risa corta, aunque algo en el pecho me da un pequeño salto.
—Estás diciendo tonterías —Murmuro, bajando la mirada hacia el papel para seguir cortando, fingiendo que no me importa.
—Tal vez —dice, recostándose en el sofá con una mueca satisfecha—. Ahora que lo pienso... ¿sí estarías con él? Ya sabes, con eso de que dices que nunca andarías con alguien menor que tú. —Me lanza una mirada curiosa, con esa media sonrisa que ya conozco.
—Solo es un año menor que yo —Respondo, rodando los ojos.
Charlie se endereza de golpe y me señala como si hubiera descubierto algo importante.
—¡Eso fue un sí!
—No fue un sí —Digo rápido, pero siento el calor subir a mis mejillas.
—Fue un "tal vez", entonces. —Canturrea, divertido.
Suelto un suspiro y niego sin parar.
—Deja de soñar.
Él ríe bajito, triunfante, y yo trato de concentrarme en las tijeras otra vez.
—Seré edecán, pero espero que el pago por hora sea decente —Digo después de unos segundos, más por romper el silencio que por otra cosa.
Sus ojos brillan y su sonrisa aparece al instante.
—¿Qué tal con una taza de chocolate caliente? —Propone entusiasmado.
—Solo si la preparas tú. —Lo señalo con las tijeras, y él asiente sin pensarlo.
—Trato hecho. —Dice, levantándose como si acabara de cerrar un contrato millonario, y va casi corriendo hacia la cocina justo cuando aparece Nataniel.
—¿Por qué está tan feliz? —Pregunta, sentándose a mi lado para ayudarme a recortar.
—Seré edecán en la... —No alcanzo a terminar porque Nate empieza a celebrar como si acabara de escuchar la mejor noticia del día.
—No le tenía fe, pero lo logró. —Dice feliz porque es algo que les conviene a ambos.
Yo niego divertida y vuelvo a concentrarme en los recortes, aunque mi mente empieza a divagar.
No sé si es por el ambiente, la conversación o todo lo que se viene con la dichosa fiesta, pero últimamente he estado pensando demasiado.
En cosas y personas que creí superadas... y en sentimientos que, sin querer, han despertado por culpa de alguien.
Quiero deshacerme de esos pensamientos, pero cada día vuelven con más fuerza, como si dos sentimientos completamente distintos pelearan por quedarse conmigo.
Hay días en los que mi mente regresa al pasado, a todo lo que vivimos con mamá... y a lo mucho que dolió cuando se fue. Pienso en lo horrible que fue intentar contarle a alguien lo que pasaba y sentir que le molestaba, como si mi tristeza fuera una carga. En lo feo que puede ser confiar en alguien y que, al final, te deje justo cuando más lo necesitas. En lo feo que pueden ser las relaciones.