Más que tú

Capítulo XVII

Margaret

Mi cabeza está a punto de estallar y no es por la clase de envase y embalaje que acaba de terminar, sino por las ruidosas voces de Nataniel, Sophie y Charlie.
No sé si son conscientes de que no tienen voz de cantantes o si solo lo hacen para fastidiarme. Cualquiera de las dos cosas... si no se callan en cinco segundos, yo haré que se callen.

Los miro mal y, justo cuando estoy por amenazarlos, aparece Karl en la entrada del salón. Trae una sonrisa tan sospechosa que hace que todo mi cuerpo se alerte.

Karl nunca viene a nuestro salón. Y mucho menos solo.

—Chicos, hola —Dice como si fuera lo más normal del mundo.

Los tres se tensan.

Yo lo miro confundida; algo en él se ve raro. Como si tratara de actuar normal y le saliera pésimo.

—¿Pasa algo? —Pregunto.
—No, nada. —Responde demasiado rápido. —No te sientas mal, pero quiero hablar con todos menos contigo.

Me quedo viéndolo con las cejas levantadas.

—¿Y se supone que no debo sentirme mal? —Me cruzo de brazos. —Podrías decirlo bonito al menos.

Karl ríe con nervios que intenta ocultar.

—Es rápido, te lo prometo. Me los llevo cinco minutos y te los regreso.

Los chicos están a punto de decir que no, pero Karl les lanza una mirada que parece un código secreto. Y ellos entienden. Los tres. Al mismo tiempo.

Sospechoso.

—Ahorita regresamos —Dice Sophie, tratando de sonar casual, aunque casi se tropieza al levantarse.

—Supongo que sí —Murmuro.

Charlie se acerca y me aprieta una mejilla como si no doliera.

—Regresamos rápido, ¿ok? Portate bien. —Dice con voz de bebé.

Le piso el pie sin remordimiento y se queja, pero antes de que pueda vengarse, corre tras Sophie. Nataniel me sonríe como disculpándose.

—Ahorita te cuento lo que sea que diga. —Me promete el de cabello azul.
—Gracias, Nate.

Él asiente y sale tras los otros.

Quedo sola. Bueno, sola entre compañeros que siguen con su vida, pero sin mis tres ruidosos, lo que hace que todo suene demasiado callado.

Me acerco a la ventana que da a la cancha al aire libre. Aunque hace frío, el sol se asoma de vez en cuando y eso lo vuelve más llevadero. Hace tiempo que no me detenía a verlo así, sin prisa, sin alguien jalándome de un lado a otro. Y por alguna razón, eso me hace pensar en Jonah.

¿Y Jonah?

Normalmente Karl y él son inseparables. Si Karl anda haciendo cosas raras sin él, algo más serio está pasando.

¿Habrá venido hoy? La semana pasada Jonah no se veía mal, pero con lo que dijo de su papá... tal vez sí lo está, solo que él siempre intenta disimular. Y no sé por qué, pero me pesa no saber nada. Me pregunto cómo estarán en su casa: su papá, su mamá, James.

Pienso también en su cafetería, en lo mucho que me gustaba pasar por ahí, y en cómo últimamente siempre digo que iré "mañana". Pero mañana nunca llega.

Tal vez hoy sí pase. Tal vez debería. Porque si su papá está mal, si Jonah está preocupado... sé lo que es eso. Sé lo que es que alguien que quieres esté en un hospital y sentir que el mundo se te achica. Cuando mi mamá estuvo ahí, cada detalle dolía. Por eso quiero estar para él y para su familia, aunque sea un poquito. Aunque sea solo para asegurarme de que Jonah esté bien.

Y justo cuando me doy la vuelta, mis amigos regresan a trompicones... sin Karl.

Se sientan otra vez como si nada hubiera pasado, pero la vibra es muy rara.
De repente aman el silencio y ninguno quiere mirarme directamente.

Me cruzo de brazos.

—Bueno... ¿entonces? —Pregunto mirando a Nataniel y él solo aparta su vista de mí.

Sophie se acomoda el cabello, nerviosa. -—Karl quería preguntarnos algo sobre la ergonomía de los lentes.

Levanto una ceja.

—¿Ergonomía?

—Sí —Añade Charlie. —Está preocupado porque si los lleva mal puestos se puede desbalancear la cabeza. Por el peso.

Nataniel suspira fuerte y se hunde en su silla lentamente, como si deseara desaparecer.

Están mintiendo horrible. Y sé que no me van a decir la verdad. Sea lo que sea que Karl les contó, lo guardarán hasta el final. Pero verlos intentar no delatarse casi me da ternura.

—Ok. —Digo. —¿Pero todo está bien?

Los tres asienten en sincronía, demasiado rápido. Eso me deja tranquila y a la vez preocupada.

Si fuera algo malo ya me lo hubieran dicho. ¿O no?

Decido no seguir molestándolos y mejor me dedico a preguntarles acerca del tema de envase y embalaje. Solo así logro que salgan de ese falso personaje que traen y vuelven a actuar con naturalidad.

Las clases continúan igual: cansadas, pero entretenidas. Cada quien se enfoca en sus proyectos, en las entregas, en sobrevivir al lunes. Así hasta que dan las cinco de la tarde y por fin termina todo.

—Estaba pensando en ir todos juntos a la cafetería de Jonah. —Digo cuando veo que mis amigos empiezan a guardar sus cosas con demasiada prisa.

—¿Hoy? —Pregunta Nataniel. Asiento. —Es que tengo que ver algo sobre el evento de Navidad. Ya sabes, que todo quede listo.

—Oh, entiendo. —Me giro hacia Charlie. — ¿Tú también tienes que ir?

—Tristemente sí, pero si quieres mañana te acompaño a todos los lugares que quieras. Mañana no tengo nada que hacer. —Me mira apenado y suspiro.

—Está bien. Supongo que solo seremos Sophie y yo. —La miro, pero ella hace una mueca y niega, como si le doliera decirlo.

—Es que... —Traga saliva. —tengo que llevar a mi perro al veterinario.

Frunzo el ceño. —No tienes perro. Eres alérgica.

—De repente se le quitó. —Interviene Charlie rápido. —Recuerda que convivió con Nick entonces ya se acostumbró.

Sophie le lanza una mirada asesina, pero termina asintiendo. —Algo así. Conviví con los perros de Nick cuando hice la tarea del taller en su casa.

Asiento con un poco de tristeza.
—Entonces vámonos. Iremos mañana.

—¡No! —Dicen los tres al mismo tiempo.



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En el texto hay: juvenil, romance, amor

Editado: 19.11.2025

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