Más que un sentimiento

Capítulo VI: Discusiones

Los Alpes franceses

Fecha desconocida...

Una semana desde la extinción humana...

*Heller*

Pregunto acerca del estado de Abel. Un dolor agudo le impide moverse, Asier puede saber cómo se lastimó. Ya que él no puede soltar una oración sin quejarse.

—¿Sabes qué le pasó? —le consulto intrigado.

—Ni idea, me dijo que se golpeó con una piedra. No sé cuál fue la zona afectada —contesta.

—Parece ser que el golpe fue en su espalda —suelto. Abel reacciona afirmando mi suposición con la cabeza.

—Tendremos que quitarle el chaleco —propone Asier.

Visto que su abrigo no permitía ver rastros de ninguna herida; accedo. Lo movemos con cuidado a la fogata. Él no paraba de gemir y gritar.

La capa de calor que generaba la hoguera permitía que no sintiera tanto frío. Lo rodeamos entre los cuatro para terminar de mantenerlo cálido. Será imposible quitarle el chaleco sin que sufra, Karol tenía que estirar los brazos de Abel hacia arriba. Él lloraba acostado en el piso. France levantó el chaleco, exponiendo la franela gris que tenía debajo, la cual marcaba su robusto cuerpo. Lo ruedo boca abajo para inspeccionar su espalda.

—Esto no se ve bien... —comenta Asier. Tiene razón, hay una mancha irregular semejante a un círculo rodeando su dorsal. Quito la camisa con cuidado para observar de qué se trata, descubriendo su piel que entra en contacto con la pálida nieve.

—Lo que me temía —menciono seco. La herida raspó la piel hasta al punto de desprenderla, dejando en claro que su espina dorsal fue afectada.

—Esto puede traer graves consecuencias... ¿Puedes moverte? —Por más que intenta, Abel no consigue desplazar ninguna parte de su cuerpo. Grita por la desesperación.

—Se arrastró antes —asegura Asier—. Seguí un rastro de sangre hasta donde él estaba —aclara.

Nosotros vengamos a Roman, ese infeliz casi lo mató. Ahora entendía todo, su dolor expresaba el empeoramiento de su herida. Terminamos de quitarle la habilidad de gesticular, le arruinamos la vida... Pero... yo... no puedo pensar así ni hacerme responsable cuando fue su culpa. ¡Él arruinó su vida! No debió atacar a Roman. Nosotros no debemos ayudarle.

Voy a revisar a Roman, Asier parece interesado en seguirme. Abel se queda solo con las chicas. Entro a la carpa, su tono azulado brinda un entorno acogedor. Asier se queda en la entrada para no incomodar dado el poco espacio, dejando parte de su cuerpo expuesta a la intemperie.

—¿Crees que estará bien? —intenta alentarme, sabe lo allegados que somos Roman y yo.

—No lo sé... Todo es culpa de Abel —respondo molesto.

*Asier*

Heller está irritado. No aguanta ver a su amigo en esas condiciones.

—Entonces... ¿Por qué lo ayudaste? —pregunto extrañado.

—¿No te has dado cuenta aún? No lo ayudamos, lo hundimos en la miseria —explica serio.

—No entiendo nada, ¿a qué te refieres? —digo confundido. Heller voltea a verme por primera vez desde que iniciamos la conversación.

—Dijiste que se arrastró. Lo cargaste hasta acá, donde lo manipulamos de manera brusca. ¿No te diste cuenta que ya no puede moverse? Atrofiamos su espina dorsal —confiesa.

No era posible, arruinamos la vida de una persona, de mi amigo... nuestro amigo... Si es que en algún momento así lo consideró Heller.

—¡Arruinamos la vida de mi amigo! —me quejo.

—¡Y él la del mío! Están a mano, pagó por sus propios errores. Lo tiene merecido —discute.

Me asomo. Me doy cuenta de que Karol y France voltean a verme. Me calmo y aparento que nada pasó. Debíamos encontrar un punto de equilibrio, la noche ha sido bastante tensa.

Me dirijo al exterior, obligado por la disputa con Heller. Me acerco a Karol y France, quienes se percibían aterrorizadas a causa de los desgarradores gritos de Abel. A pesar de la ruidosa ventisca, podían oírse sin complicación alguna.

Pasan unos minutos, Heller despeja el campamento. Se aproxima hacia nosotros.

—Arrastrémoslo al interior de la carpa junto a Roman —propone de manera indiferente—. Ambos están heridos, será oportuno mantenerlos juntos —explica sin expresar el más mínimo rastro de preocupación, completamente sereno. De todos modos, accedo.

Heller empieza a arrastrarlo por las piernas de una manera brusca. Las quejas de Abel se hacen presentes, más intensas que las anteriores. France y Karol no resisten más su agonía, deciden irse a otra parte, aunque eso signifique alejarse del cálido sitio que contrastaba con las bajas temperaturas de los alrededores. Sujeto a mi amigo por los hombros y evito que su espalda se siga raspando con el suelo. Sus sollozos disminuyen. Lo colocamos al lado del cuerpo inconsciente de Roman dentro del campamento.

—Será mejor que los dejemos descansar —planteo a Heller.

—Está bien, pero me quedaré vigilando un rato —contesta. No se lo impido.

Me contuve de no reprocharle nada acerca de su anterior maltrato hacia Abel, manipularlo de esa manera tan violenta es causa del enojo que le tiene; enojo que no quiero que exprese conmigo por defender a una persona que era mi amigo, que contaba con mi confianza y mi apoyo, pero que ahora nos había hundido más de lo imaginado por ceder ante la manipulación de la chica que supuestamente lo amaba.

Karol se me acerca tras ver que estoy sin la compañía de Heller.

—Él... nos jodió a todos... No lo termino de asimilar —le digo en un tono prudente.

Ella está junto a mí, asustada, los nervios se apoderan de su ser. Me mira directamente a los ojos, estamos solos, recostados sobre los montículos que creaba la nieve. France está de nuevo en la fogata, y Heller custodiando a Roman y Abel en la carpa.




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