Más que un sentimiento

Capítulo VII: Sentimientos simultáneos

Los Alpes franceses

Fecha desconocida...

Una semana desde la extinción humana...

*Heller*

Abel no hace más que quejarse, no puede descansar, y yo tampoco. Estoy atento a todo lo que les pueda suceder. Roman sigue sin reaccionar.

El entorno ya no es tan oscuro, las luces de los astros brindan claridad desde que la ventisca finalizó. El interior azul de la carpa me cubre a mí y a los dos heridos que me acompañan; ambos, acostados en colchonetas que cubrían casi toda la superficie de la habitación, sobre ellas, un bolso con varios suministros dentro, sujetado por una soga áspera color paja. Todo arriba de una manta que nos mantenía encima de aquel suelo blanco y frío.

Voy a la esquina donde están las provisiones. Desato la cuerda y tengo acceso a unas contadas barras y bebidas energéticas, además de pocas botellas de agua. No podremos establecernos aquí por mucho tiempo más. Saco una botella de agua y cierro de nuevo la mochila. Bebo un poco, la temperatura dentro del morral  la mantuvo en estado líquido y evitó que se congelara, de igual forma, sería doloroso sujetarla con las manos desnudas. Le doy un poco a Abel, quien sólo la traga mientras hace ruidos de dolor más calmados.

Intento hidratar a Roman, pero es difícil, no reacciona. Cierro sus ojos cuidadosamente con la yema de mis dedos, cubiertos por los guantes. Abro su boca para verter un poco de agua en ella, milagrosamente la traga, sigo dándole de beber la misma cantidad en ciclos seguidos hasta que el recipiente llega a la mitad. Roman empieza a toser, parece que algo de agua se estancó en su garganta. Dudo si es una acción consciente o inconsciente. Lo coloco boca abajo a la par que le doy palmadas en la espalda. Su tos cesa. Me calmo, así que lo acomodo y lo dejo recostado de nuevo. Sigue respirando con normalidad.

Guardo la botella en el bolso y lo amarro con la soga esta vez. Salgo de la carpa, necesito hablar con Asier. Lo veo a lo lejos con mayor claridad, está muy junto a Karol, no es mi intención arruinar su momento, seguro ella piensa en decirle lo que me comentó hace tanto. 

Me sorprende que le siga gustando Asier, y pensar que nunca se lo diría en circunstancias normales. Debía esperar hasta el fin de nuestra existencia para revelar sus sentimientos. Lástima que la sociedad sea así, tan obsesionada con el fracaso, harta de pensar en que el amor no correspondido es sinónimo de dolor y miseria, que todos los esfuerzos terminarán en acciones no recíprocas. No es necesario tener mucho valor para confesar los sentimientos, sólo confianza, si de verdad confiara en esa persona, mataría por ella, a quien sea. Es evidente la falta de confianza de ambos, si tan sólo Karol hubiese sabido antes de que su destino se viera sentenciado que Asier muere por ella también, habrían compartido experiencias mucho más profundas y fuertes juntos. 

En estos momentos es que comprendo por qué el amor es ciego, Karol fue más prudente con sus emociones, nunca se mostró alterada, pero Asier... hizo todo por ella, le expresó rasgos de afecto que nunca soltó con otra persona en el pasado. Aun así, ninguno tuvo la capacidad de darse cuenta por estar ciegamente enamorados. No los culpo, cada quien afronta el amor a su manera, la interpretación es tan variada y subjetiva. No puedo parar de verlos, dejan tanto para analizar. 

Voy hacia France pasado un rato, ella sigue sentada observando la fogata. No quería tener contacto con ella, pero dado que no hay más nadie disponible para vigilar a Roman y Abel durante un momento, quiero despejar mi mente en el exterior, no tengo más opción además de ella. Disimulo para que no se dé cuenta del rato que me quedé observando a la pareja.

—Creo que es tiempo de que vigiles a tu novio. —Miro a France de manera despectiva mientras me acerco caminando totalmente desentendido de lo que sucede a mis alrededores.

—Y tú al tuyo en lugar de quejarte y acosar a los demás. Debes saber que no es normal observar de esa manera tan morbosa y obsesiva a las personas, por eso es que todos te tuvimos asco desde que llegaste a nuestras vidas, y la única persona que te tenía un mínimo de aprecio está por morir. ¿No lo ves? Por algo te consuelas viéndolos a ellos dos, porque sabes que tú y yo nunca nos llevaremos bien, porque Abel mató a tu amigo, porque sabes que Karol y Asier están muy distraídos el uno con el otro, cada quien tiene sus propios asuntos y tú no le importas a nadie. —Se levanta y va a la carpa furiosa.

Los gritos de France alteraron el ambiente, y ninguno de los presentes se vio excepto de escuchar la conversación. Tengo vergüenza de mí mismo, siento como todos me miran; el peso de sus miradas carcomen cada rincón de mi ser, el dolor saca a flote mis sentimientos más escondidos... sentimientos que ni la ayuda psicológica pudo borrar por completo. Lloro en silencio, mientras las lágrimas caen al borde de la hoguera, evaporándose por el contacto con las llamas, tocando por apenas segundos el glacial terreno. 

Me encojo sujetándome las rodillas y apoyando mi frente sobre ellas. Me privo de todo lo que pasa fuera del reducido campo de vista que enmarcan mis piernas. Limpio las lágrimas de mi cara y extiendo las manos hacia la fogata. Me quito los guantes, los guardo en el bolsillo que tiene mi suéter en la zona inferior para no perderlos ni llenarlos de nieve. 

El calor elimina la humedad que acumulaba en las manos, a pesar de no tocar el fuego por centímetros, la temperatura es tan baja que me dejó sin sensibilidad para percibir el ardor del fuego en su totalidad.

15 minutos antes...

*Asier*

—Dilo, te apoyaré sin importar lo que sea. —Mi corazón no descansa, late muy rápido. ¿Podría ser? Lo que tanto he esperado—. Yo también debo decirte algo.




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