PROLOGO
Edmundo de diecisiete años, tenía la figura clásica de un adolescente completando su crecimiento, alto, desgarbado, con apenas un ligero desarrollo muscular.
Sin embargo su rostro mostraba un aspecto decidido, voluntarioso. El padre de unos cincuenta y tantos años, fuerte y elegantemente vestido, parado frente a él mostraba un rostro duro, enojado y enrojecido, cuando preguntó tenso.
-¿Cómo que te inscribiste en arquitectura e informática? Habíamos quedado en que irías al tecnológico a estudiar ebanistería.
-Tú lo decidiste y quedaste en eso papá, no yo.
El rostro paterno enrojeció más si ello era posible.
-Muy bien, entonces, ya que tú te mandas solo, supongo que podrás pagarte la universidad.
-Así es padre. He recibido media beca que incluye habitación y desayuno. Trabajaré para completar mi colegiatura y gastos indispensables.
-Además te vas a ir a otro estado. ¿Con que permiso? Todavía eres menor.
-Me iré en dos meses, padre cuando cumpla la mayoría de edad, es entonces que comienzan las clases.
-Eres el único de mis hijos que se niega a trabajar en el negocio familiar.
-Podría hacerlo en el área de informática, pero tú solo quieres un ebanista…
La entrada de una mujer de mediana edad también elegantemente vestida interrumpió la conversación.
-¿Qué ocurre?
-Tu hijo se inscribió en la Universidad, y en otro estado le parece poco ser ebanista y trabajar con su familia.
-Vamos estoy segura que esa no es la razón, Paco. Tu hijo es muy inteligente, tuvo que permanecer dos años más en secundaria, pues no lo aceptaban ni en el tecnológico, ni en la universidad, a pesar de haber terminado con las mejores calificaciones.
-No sé para que te sirve ser tan inteligente.
-Bueno, papá. Tal vez para pensar por mí mismo, no lo crees así.
-Eres un rebelde, siempre lo has sido.
-No papá. Nunca has respetado mis deseos, desde que jugaba con los bloques de madera y con los Lego, he querido diseñar edificios, viviendas y creo además que la informática es una herramienta invaluable para un arquitecto.
Se acercó a la madre, la abrazó y le dio un beso. Hasta luego mamá voy al gimnasio, Papá. Un leve saludo con la cabeza al padre y salió tranquilo con paso firme.
-Ese muchacho le hace perder la paciencia a un santo y yo no lo soy, Olga. Ya verás cuando se de cuenta de lo difícil que es trabajar y estudiar, regresara con el rabo entre las piernas para ir al tecnológico.
-No lo creo Paco, simplemente le gusta otra cosa. Tuviste suerte que los otros chicos, hicieran tu voluntad. Edmundo es diferente. Creo que debías aflojar un poco y tener una buena relación con el menor de tus hijos.
-Ni hablar, mujer. ¿Para que me ponga un pie en la nuca? Ya ves el carácter que tiene.
Olga salió detrás del marido moviendo la cabeza, como diciendo, este hombre no tiene remedio.