Más que una simple humana

Capítulo I

El torbellino se disipó en segundos, alzando una gran cantidad de polvo ( que ahora se había convertido en lodo ) y fue a dar directamente contra todo en sus alrededores, se cubrió la cara con sus antebrazos para no ensuciarse más, escuchó un quejido y cuando creyó prudente los bajó de nuevo, frente a ella se movía una sombra, se levantó dispuesta a irse creyendo que era un alíen pero otro quejido le hizo frenar en seco sus pasos antes de siquiera poder llegar a la "salida".

Se mordió el labio inferior indecisa sobre qué cosa debía hacer, respiró hondamente con una decisión en la cabeza que marcaría su destino, se dio media vuelta y se acercó a paso lento hasta la figura frente a ella, un potente rayo alumbró el cielo y el callejón, en esos segundos pudo ver a un hombre que intentaba levantarse, sin perder más tiempo como la buena samaritana que solía ser en sus tiempos libres corrió hasta estar a su lado, podía divisar apenas la fisiología del mayor.

Sus ojos estaban adaptados para observar aún en la oscuridad, algo que tenía desde que podía recordar y que ya no le resultaba tan extraño como cuando se dio cuenta de ello, pasó uno de los brazos del mayor por su hombro y juntando fuerzas de quien sabe dónde logró ponerlos a ambos de pie, para su mala suerte él era mucho más alto que ella por lo que lo arrastraba un poco, sintió algo frío en su cuello pues en un movimiento del otro hizo que su brazo tocara esa área, era como un tipo metal, la lluvia no ayudaba en nada ni mucho menos el frío que hasta ahora podía sentir mejor.

Se lo llevó como pudo hasta su casa, mucho más adelante de donde estaba ahora, tenía que pasar una pequeña bajada de tierra para poder llegar ya que vivía en un barrio de mala muerte como solían decir en las noticias, en el trayecto escuchó al hombre quejarse, suponía que la posición en la que estaba le causaba más dolor del que tenía, no estaba segura del porqué hacía todo eso pero sentía que era lo correcto, terminaron todos enlodados después de pasar la terracería, ella más que él, logró llevarlos hasta su hogar después de minutos que le parecieron horas, sacó la llave de su bolsillo con dificultad echándose todo el peso del mayor encima, el aire casi se le escapa de los pulmones.

Abrió la puerta, prendió las luces y para su suerte la luz ya había regresado, afuera aún seguía cayendo la lluvia torrencial que estaba cayendo minutos antes de que el extraño remolino se hiciera presente en el callejón, lo dejó en el sillón para poder admirarlo por fin, tenía unas extrañas ropas, una armadura y un casco con cuernos, la demás era tela negra o de un verde olivo, estaba pálido, no sabía si por el frío o por sus heridas las cuales no parecían muy profundas de todas formas.

―Diablos, ¿Qué hice? ―se quejó molesta yendo hacia su baño tomando el pequeño botiquín de primeros auxilios que había logrado conseguir―no sé para qué demonios lo compré pero bueno―se rió volviendo donde el mayor

Le quitó el casco con cuidado dejándolo en el otro sillón, se deshizo de la armadura sin saber cómo demonios lo había hecho dejándola en el mismo lugar, sacó alcohol y agua oxigenada del botiquín junto con un paño para desinfectar las heridas, comenzó a frotar el lienzo contra las laceraciones en el rostro del mayor, se veía apacible estando inconsciente, admiró sus finos pero varoniles rasgos, las largas pestañas, la nariz ligeramente respingada y los labios ligeramente rosados y entreabiertos, el pecho del hombre se movía al compás de su respiración, parecía estar plácidamente dormido, acomodó sus propios cabellos húmedos detrás de su oreja embobada, salió de su ensimismamiento para ir por un par de toallas al cuarto de baño.

En vez de procurarse a sí misma, secó el cabello ligeramente enmarañado y sucio del pelinegro así como su cuerpo, no quería quitarle la ropa ya que le podría resultar al mayor un acto en contra de su espacio personal, terminó agotada por lo que levantando las piernas del hombre se sentó en el sillón colocando las piernas sobre su regazo, intentó despertarlo pero fue inútil, terminó por ceder al sueño recargada en el respaldo suave del sillón, sin darse cuenta de que en la profundidad de la noche en medio de la lluvia, un par de ojos observaba la pequeña pero hogareña casa de la menor, el rostro del individuo figuraba una sonrisa torcida, que al final desapareció al igual que él mismo.

Llegó la mañana con el cantar de las aves en melodiosas tonadas que a cualquiera alegrarían su despertar, este no era el caso del pelinegro que intentaba por todos los medios cubrirse los oídos para no escucharlos más, solo deseaba poder seguir durmiendo pero fue inútil, bufó abriendo los ojos lentamente, su cama estaba demasiado incomoda a como lo recordaba, sus ojos se abrieron como platos al ver que no se encontraba en su habitación, podía jurar que ni siquiera estaba en Asgard y entonces como una bomba detonando en su cabeza, las imágenes de los acontecimientos pasados inundaron su memoria ahogándolo en el dolor y odio que había olvidado por unos segundos.




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