Más tuyo que mío (libro 3 Saga Mas)

Capítulo 3

—¿Permitiste que un insignificante te humillara y no hiciste nada? ¡Esto es insólito! ¡Un hijo mío que no sabe defenderse! ¡Maldita sea!

Los gritos de Benedict resonaban por toda la mansión.

—Se supone que es un instituto muy seguro. ¿Dónde estaban los escoltas? —preguntó una temblorosa, Carmín, mientras revisaba los golpes en el rostro de su hijo.

—¿Acaso tengo que ponerle un maldito escolta hasta para ir al baño? —Ben no se atrevía ni a mirar a su padre.

Apenas llegó a la casa y le notificaron, Betania corrió en la dirección de los gritos para conocer el estado de su nieto. Al ver a su madre y antes que ella, al igual que la inútil de su esposa, continuaran consintiendo y malogrando a su hijo, Benedict agregó en tono bajo, pero no menos atemorizante…

—Olvídense de vacaciones y cualquier otra estupidez que tengan en mente. Apenas termine la escuela internaré a Ben en un campamento de defensa personal. ¡O aprende a pelear o que lo maten porque los debiluchos a mí no me sirven!

Betania se estremeció al escuchar a su hijo menor, pero no tuvo tiempo de replicar cuando este abandonó el despacho, tirando la puerta con tanta fuerza que casi desarma las bisagras.

 

Ж

 

El curioso rostro de Lester se asomó y uno de los varios libros que traía entre sus brazos se le cayó. Distracción que la pareja aprovechó para acomodarse, cuanto le fue posible, en los pocos segundos que el recién llegado tardó en recogerlo y lanzarlos todos sobre la primera mesa que encontró. Estudiar para el siguiente examen fue su excusa para que, tanto Bernard como Benedict, le permitieran hacer esa visita.

—¿Por qué estás aquí? ¿Qué demonios haces con mi primo? —preguntó a su amigo, mirándolo con recelo al haberlos encontrado tan cerca el uno del otro.

—Estaba por besarlo, pero tu llegada interrumpió el sublime momento —mientras Jules respondía, mirándolo directo a los ojos, luciendo calmado y natural. Ben casi explotaba, con toda la tensión acumulada dentro de él.

Lester frunció el ceño, sopesando la locura que su amigo acababa de decirle, pero este soltó unas cuantas carcajadas que contagiaron y aliviaron al recién llegado.

—Reviso el golpe en su ojo, esos desgraciados casi lo dejan ciego. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo? —Jules mostró tanta confianza al responder que Ben sintió envidia, al no poder reaccionar de igual forma y con la misma rapidez. Comportándose siempre cobarde e inseguro.

—¡Te sacaré de mi lista de amigos si vuelves a decir una tontería como esa! —le advirtió.

Y fue el turno de D’Ambrosio de tensarse al escucharlo, pero sonrió para disimular porque bien sabía que, a pesar de su personalidad ruda y descarada ante muchas cosas, Lester era demasiado sobre protector con Ben e inclusive con Lance.

A veces parecía el mayor cuando en realidad era el más pequeño de los tres y por eso, apenas se acomodó en el sofá, comenzó a interrogar a su primo, queriendo, al igual que Jules, conocer los detalles del ataque para cobrárselas a los culpables. Todos pagarían por lo que le hicieron, de eso no tenía la menor duda.

—No quiero que se metan en problemas por mi culpa —aclaró el afectado, no queriendo desatar más conflictos.

—Ni te preocupes por eso.

—Los pillaremos fuera del instituto.

Replicaron Lester y Jules, simultáneos. Ben bajó la mirada recordando que estaría lejos y, conociendo a su padre, cuando mucho, le daría tiempo para respirar.

—Benedict me enviará a clases de defensa personal, apenas termine los exámenes que faltan.

—¡Mejor! Que te enseñen unos cuantos golpes rápidos para que puedas hacerle lo mismo al que te dio en el ojo —volvió a replicar el Gay Veccio.

—No, no me entiendes. Me va a internar durante todas las vacaciones, quizás en otro país, aún no lo sé con exactitud —aclaró y sus visitantes resoplaron, entendiendo mejor la situación.

 

Ж

 

Ni Jules ni sus primos lo dejaron solo ni por un instante, aun así, fue difícil para Ben regresar al instituto y presentar los dos evaluativos que le faltaban para aprobar el curso, sintiendo las miradas curiosas de todos sobre él.

Carmín y Betania lograron que los culpables fueran sancionados, pero eso jamás iba a ser suficiente para ninguno de los menores, quienes ya estaban tramando la mejor forma de cobrarles el daño. Pero antes, Lance, Lester y Jules se reunieron con Abu para hacerle saber de su inconformidad con el internado y posible viaje de Ben y, al mismo tiempo, pedirle ayuda para evitarlo.

—Mis niños no tengo una varita mágica para resolver cada problema —les dijo, observando sus reacciones, mientras ellos se miraban uno a otro, desconsolados al escucharla.

Betania se contuvo de halarles las orejas por guardarle tan poca fe porque, si bien ella no tenía una varita mágica, por sus nietos era capaz de mover el mundo, si con eso los hacía felices y evitaba que sus padres se salieran con la suya.

—Pero… Puede que entre todos podamos encontrar una solución. Claro, si de verdad están dispuestos a sacrificarse por Ben.




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