Mascarada de rojo y sangre

5: Rojo y sangre

Jazmín quedó confiada por tener el control de la situación, él era más fuerte, en cualquier momento la someterla y haría lo que fuera que quisiera, la cobraría todo lo que le había hecho, la torturaría hasta sacarle el último aliento.

—¿Q-qué quieres de mí? —habló entre sollozos, tratando de mantenerse firme a pesar de que la mirada endemoniada que Lucas le dedicaba, revolviéndole el estómago.

Lucas rio, era patética esa tipa tan indefensa, que pretendía parecer valiente. Si quería podía simplemente pararse y eso bastaría para que ella se echara a correr; disfrutaría cazarla, pero en lugar de considerarlo, decidió darle un poco más de tiempo, hasta de pronto gozaría de su cuerpo antes de cerrarle los ojos para siempre.

—Sólo quería darte una lección —contestó, mientras se erguía en su sitio, apartando la mirada hacia la oscura nada.

—¿Acaso qué te hice? —Siguió Jazmín con su interrogatorio. Sabía que era algo de lo que ella vio en su apartamento, pero quería más detalles.

—Mirar —contestó Lucas, esta vez fulminándola con la mirada—. Mirar lo que no debiste.

—Ver cómo te asomabas por la ventana ¿eso? —declaró, confundida, frunciendo el entrecejo.

Lucas elevó los párpados, algo imperceptible; tal vez no lo había visto después de todo y como un idiota creyó que vio a la mujer que correteaba por el apartamento, cuando él le había clavado el cuchillo en el pecho cuando llegaron al clímax mientras tenían relaciones. Se hubiera ahorrado tantos problemas, pero tal vez era una cuartada para ella salvarse, igual, ya era demasiado tarde para dejarla ir.

—No te hagas… Lo que hiciste fue ver como mi victima corría pidiendo auxilio, eso.

Jazmín reaccionó aterrada ante la confesión, abriendo los ojos de par en par; era un desquiciado. ¿Y si no era la primera vez que lo hacía? ¿Cuántas víctimas pasaron por sus manos antes que ella? Estaba ante un monstruo que la veía de arriba abajo con una expresión desquiciada y una sonrisa tétrica que parecía no se borraría de su rostro. Era peor de lo que nunca imaginó.

Debía actuar, si no acababa con él, quién sabe cuántas más terminarían muertas, tenía el arma y la oportunidad, debía hacerlo, debía matar. Se aproximó, los escasos dos pasos que la separaban de él, decidida apuntó el cuchillo en su cuello. Lucas levantó las manos, fingiendo indefensión, conteniéndose de reír alocado pero al final la emoción le ganó y como el maniaco que era, comenzó a carcajearse como un psicópata.

—¿Acaso pretendes matarme? —espetó entre risas viendo como le temblaban las manos a su presa.

La chica apretó fuerte el mango del cuchillo, dándose valor, aun así no lo conseguía, no lograba traspasar el límite que la separaba de enterrarle el arma en la vena que se dibujaba en su cuello, queriendo ser cortada.

Prefería darse la vuelta y correr a acabar con ese infeliz, por muy maldito que fuera, no valía la pena, era preferible que estuviera encerrado en la cárcel y que se pudriera allí el resto de sus días, a finalizar con su vida para hacerle más fácil el pago por sus crímenes.

Pasó saliva, percibiendo como sus piernas parecían dos barras clavadas al suelo, estaba tan asustada que ni las sentía reaccionar, sus manos bajaron inconscientemente, aunque su mente asimiló enseguida la derrota. Lucas, ante la rendición de su cautiva rio frenético, algo que hizo de inmediato a Jazmín elevar el cuchillo y empezar a retroceder.

Se hacía cada vez más grande con cada paso que daba hacia ella, como una bestia saliendo debajo de su cama, sólo que en esta ocasión era un demente que la mataría sin piedad. Retrocedió cada vez más rápido hasta chocar con el auto. No había escapatoria, estaba a su merced.

Lucas se relamió los labios, conteniendo las ganas de lanzársele encima. Se deleitaría con su piel, detallaría las expresiones de su rostro tanto en el éxtasis del clímax, como en la llegada de su muerte.

—Prometo ser cariñoso, si es que aún no has perdido tu valiosa virginidad —dijo, ya cerca de la pobre quien temblorosa acunaba el cuchillo entre sus manos, pegándolo al pecho.

Hundió la nariz en el cabello desaliñado de la chica, aspirando el olor a manzanilla mezclado con el perfume que usaba. Posó las manos en sus hombros, agarrándola con fiereza; ya no la soltaría, no se le escaparía de nuevo un testigo. Jazmín ahogaba su llanto, aferrándose al arma entre sus manos, cortándose sin querer.

Siendo sutil, la condujo hasta meterla en la parte trasera del auto, abalanzándose sobre ella, cayendo ambos en la asiento. Se mordió el labio ante tal panorama, orgulloso por causar esa cara de terror que Jazmín le dedicaba. Se desabrochó el pantalón sin separar la mirada de los esos ojos aterrados, pero se detuvo al sentir una punzada en el estómago que lo hizo gritar.



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En el texto hay: misterio, suspenso, badboy

Editado: 24.04.2019

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