Mia Damme nació en una familia millonaria, su padre era el heredero de una inmensa fortuna, en cambio su madre era de la clase media, conoció a su esposo en una actividad de caridad, él inmediatamente se enamoró de ella, al principio la mujer lo consideró solo un niño rico que se había encaprichado con quien se le negaba, pero con el pasa del tiempo iba a visitarla en su trabajo, con mucha paciencia la enamoró, y finalmente se casaron. Desde que tenía memoria la pequeña era obligada a mantener su pieza ordenada, entre otras cosas, ya que la madre quería que se volviera responsable, idea con la que el padre estaba de acuerdo.
— Gracias por apoyarme John.
— Te entiendo Jacqueline, no quiero que ella se vuelva como mi hermano, papá nunca lo mandó a trabajar repartiendo periódicos como a mí, o a cortar el césped, cuando lo hizo ya era un adolescente, siempre dejaba todo botado, se excusaba diciendo que esa gente que no era de nuestro nivel, Colton no quería hacer nada, ni estudiar, siempre decía que no tenía que hacer nada, ya que era el hijo de un millonario. No quiero que ella sea igual. En eso eres igual a mi padre, los niños deben moldear su carácter de pequeños.
— Me hubiera gustado conocer a tu padre, se ve que era un buen hombre, a pesar de su dinero, así como tú.
Lamentablemente el hombre sufrió un accidente en su helicóptero, para Mía, que acababa de cumplir los 12 años, fue un golpe terrible. Luego de eso poco a poco la niña empezó a cambiar su forma de ser, había pasado de ser una pequeñita obediente a una desobediente, respondona, una rebelde. A los 16 era una vaga, no iba nunca a la escuela, se arrancaba de su casa, en opinión de todos era una "bala perdida".
— ¿Por qué te portas así hija? Ya ni vas dónde la Dra. López — la madre uso su mejor tono conciliador con la muchacha, que a las cuatro de la tarde recién estaba despertando.
— Esa vieja es una ridícula, me pregunta cosas y siempre me dice "¿Cómo te hace sentir eso?". Además se atreve a decirme que hacer, está loca, no acepto que nadie quiera dirigir mi vida ni siquiera tú, ridícula — respondió desde su cama la joven.
— Soy tu madre, respétame — a pesar del consejo de la psicóloga de guardar la calma siempre con la jovencita, la mujer estaba a punto de perder la paciencia, su hija llegó a las 7 am., y no le quiso decir dónde ni con quién había estado.
— Respétame tú primero, no quieras que me comporte como una de esas mojigatas pobretonas que apadrinas, tenemos dinero ¿Para qué estudiar? Aunque derroche a manos llenas, jamás nos quedaremos sin dinero ¿Qué hay que malo en gastarlo?
— Tienes 16 años, es tu obligación estudiar, piensa en tu futuro ¿Qué pasaría si perdieras tu fortuna? No quería llegar a esto, pero si no me haces caso...
— ¿Me quitaras mi mesada? Quédate con esos míseros 500 dólares que me das, tío Colton me dio una tarjeta con 10.000 al mes. Él es el único que me entiende.
— No debes seguir pensando solo en ti, deberías ayudar en algún voluntariado — esa actitud era la misma de su cuñado, pensó con dolor la mujer.
— ¿Cómo tú? Eres una amargada que lo único que hace es ayudar a esos críos llorones. Se nota que los quieres más que a mí.
— Yo te amo, eres mi hija, pero ellos no tienen nada, por eso me gusta llevarles un poco de alegría a su vida... no te creas el centro del mundo, si tu padre estuviera vivo...
— Ya sé... fue un hombre excepcional... fuera de este mundo... siempre te apoyaba en todo... nunca estaba en casa conmigo.
— Sus negocios lo alejaban de ambas, pero siempre estaba pendiente de ti.
— Solo le interesaba su dinero, como a mí... ves, soy igual que él, murió en uno de sus viajes de negocios ¿O tal vez no quería estar en casa por ti? Eres una resentida contra los que crecimos con dinero — se arrodilló en la cama y le gritó en el oído — te odio — la madre no pudo aguantar más, le dio una cachetada — no me verás más, eres una maldita abusadora, soy menor de edad— tomó su bolso.
— No puedes irte, está es tu casa y soy tu madre.
— Me iré con tío Colton, él puede hacerse responsable por mí, me entiende no como tú — cerró la puerta de un portazo.
— John, dame fuerzas, las mías se acabaron — la madre cayó arrodillada, cansada por la actitud tan soberbia de su niña.
La joven tomó su auto y salió de la mansión como alma que lleva el diablo.
— ¡¡Qué se cree!! — iba furiosa en su auto — papá... jamás me dio lo que yo quería, tenía hasta que hacer mi cama. Era un idiota como mamá.
Llegó a la casa de su tío, él siempre le daba la razón en todo desde que ella tenía memoria, siempre que estaban solos le había ofrecido que se fuera vivir con él si su madre la aburría, hasta ese momento había prefería seguir en la mansión con su madre, ya que el hogar de Colton era pequeño, pero ahora se fastidió totalmente.
— Me encantaría quedarme contigo.
— Ningún problema cariño, sabes que aquí nadie te molestará, y no te preocupes por tu madre, mi abogado se encargará.
— Ella debe estar en alguno de sus voluntariados en este momento, iré a buscar mis cosas y le dejaré una nota, así no podrá acusarte de secuestro.
— Me parece buena idea, capaz que diga que te obligue a venir, no tengo chofer sino...
— Tranquilo tío, iré en mi Ferrari, ya vuelvo.
— Te llevaré a que dejemos constancia de que te golpea, eso ayudará.
Mientras iba a su casa en su auto, la joven pensaba en lo extraño que era que su padre hubiera recibido toda la fortuna de su abuelo, y su único tío paterno, el hermano menor, solo un fideicomiso por 2 millones de dólares al año.
"Seguro papá se hizo el buenito, así el abuelo le dejo todo, solo le interesaba eso, el dinero, yo no debí haber nacido".
Mia tomó sus cosas, y le dejó una carta a su madre:
"Me voy con tío Colton, nunca más me volverás a golpear. Ahora podrás darle todo tu tiempo a esos mocosos asquerosos, incluso puedes abrir un orfanatorio aquí, o venderlo, no me interesa, no volveré nunca más".
Editado: 03.05.2021