Hashtag: RachiBoss

El sonido de las notificaciones me sacó del sueño como un taladro industrial. Abrí un ojo, luego el otro, y ahí estaba: mi celular explotando.

Literalmente, más de quinientas notificaciones en menos de una hora.

El hashtag #RachBoss estaba en tendencia nacional. Si, nacional señoras y señores.

Abrí mi Twitter(porque aún me niego a llamarlo "X", lo siento Elon) y lo primero que ví fue un meme:

Foto mía en la oficina bostezando, con la frase:

"Cuando tú novio-jefe te hace trabajar hasta tarde, pero igual lo amas #RachiBoss".

Mi reacción fue un grito ahogado seguido de una caída de cara contra la almohada. ¿Cómo podía estar pasando esto? ¿Por qué la gente era así?

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Llegué a la oficina con gorra y gafas de sol, como si fuera alguna celebridad de Hollywood huyendo de los paparazzi, mala idea, los del equipo de diseño me aplaudieron apenas entré.

-¡Bravo, Rachel! ! Eres oficialmente nuestra influencer interna!-dijo uno.

-No soy una influencer, soy la analista de marketing-respondí con la dignidad destruida.

Y entonces lo ví: mi odioso jefe.

El hombre se acercó con esa calma insoportable, como si nada lo perturbara jamás. Tenía en la mano una taza de café con el logo de la empresa y la misma sonrisa de siempre.

-Bonita gorra, Heaven. Pero no va a esconderte del hashtag.

Lo fulminé con la mirada.

-Esto es tu culpa.

-¿Mía? Tú fuiste la protagonista. Yo solo... fuí el afortunado acompañante.

Afortunado, ajá. Seguro.

Pensé que tal vez el tema moriría pronto, pero subestimé a mis compañeros. En la reunión semanal, la presentación de powerpoint no fue sobre ventas, ni métricas. NO. Fue sobre un análisis completo del fenómeno #RachBoss.

Con gráficos, tablas y hasta una nube de palabras.

-Como pueden ver- explicó Sofía, del equipo digital -, el engagement generado supera al de cualquier compañía pagada del último trimestre.

Y entonces proyectó un tuit con más de 159 mil likes:

"Si estos dos no terminan casados, dejo de creer en el amor. #RachiBoss."

Quise morirme. Literalmente.

-Conclusión- continuó Sofía -deberíamos capitalizar está oportunidad.

-¡NO!- grité antes de poder detenerme.

Todos me miraron, yo me hundí en mi silla.

-O sea... No es ético usar un malentendido personal para la marca, ¿No?

Mi jefe se inclinó hacía mí, con esa voz baja que parecía diseñada para confundirme.

-Relájate, Heaven. Nadie dijo que fueras a casarte conmigo... Todavía.

Las carcajadas de todo el equipo resonaron como una banda sonora de sitcom.

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Pensé que lo peor había pasado. Que ingenua.

Ese viernes, la empresa organizó una entrevista con un medio digital para hablar de "estrategias de viralidad". Y sí, me obligaron a participar.

El periodista no perdió tiempo:

-Rachel, ¿Qué opinas del hashtag #RachiBoss?¿Te esperabas convertirte en icono romántico accidental?

Yo tragué saliva.

-Bueno... La verdad, no. No fue planeado. Fue... Un accidente.

El sonrió, como si yo hubiera dicho algo adorable.

-Los mejores romances siempre empiezan así.

Antes de que pudiera aclarar nada, mi jefe intervino con voz firme:

-Lo cierto es que trabajar con Rachel siempre es impredecible. Pero esa imprevisibilidad es lo que la hace brillante.

Silencio en la sala. Yo me quedé en shock. ¿Brillante? ¿Él dijo brillante?

El periodista tomó nota con entusiasmo.

-¡Qué lindo! Entonces, ¿Dirían que hay química laboral? ¿O algo más?

Yo casi me atraganto con mi propia lengua.

-¡Laboral! Solo laboral. Absolutamente laboral.

Pero claro, esa fue la frase que sacaron en titulares:

"Rachel Heaven asegura que con su jefe SOLO hay química laboral "

La palabra "solo" estaba en mayúsculas y negrita.

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El verdadero desastre vino cuando mi mamá llamó.

-Mija, ¿Ya me vas a contar lo del novio?

-¿Qué novio?

-¡El del hashtag! Ese muchacho tan guapo con el que sales en los vídeos.

Quise estrellar el celular contra la pared.

-¡Mamá, no es mi novio! Es mi jefe.

-Mejor todavía, amor. Así ya tienes trabajo estable.

Intenté explicarle, pero fue inútil. Terminó invitándolo a cenar "cuando se oficialice la relación".