30 de junio de 2017
Aquel fue el peor año de mi vida.
Nada podía compararse con las amanecidas que Valentina provocaba a mis padres y a mí sin mi consentimiento. Una niña de 9 años debía dormir sus diez horas, sin embargo, ese bebé lo impedía.
Tenía ojeras muy grandes. Mamá las tenía, papá también.
Dejé de juntarme con mis amigas porque Valentina siempre acaparaba toda la atención y no había tiempo para que me llevaran. Por consecuente, Ana y Juliana dejaron de hablarme.
Las buenas notas que sacaba desaparecieron para no volver jamás.
Lo peor de todo, mis padres no se dieron cuenta de mis problemas.
Editado: 22.10.2018