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Prologo

23/08/2018

Recostada sobre su cama mira a la nada.

Sus ojos ahogados, hinchados hasta el dolor. Sus mejillas ennegrecidas por el delineador que se escurre por su cara.

Celeste se pregunta cómo es que a sus veinticuatros años pudo haber llegado a esta situación, pero en este momento le es imposible saberlo. Está alterada, demasiado triste… devastada.

Al menos lo intenta. Trata de pensar y aclarar un poco su mente mientras observa una pequeña mancha que hay en el techo, justo sobre ella. La analiza como si esa mancha, que se vuelve borrosa con cada pestañear, pueda llevarla a esa respuesta que tanto busca.

Luego de unos minutos se da cuenta que esta exhausta. Ya no le quedan fuerzas para pensar y decide rendirse, al menos por ahora.

Sigue recostada sin siquiera imaginarse que hoy es el día. Aquel en todas sus dudas serán despejadas… si tan solo supiera.

Para entender por qué Celeste se encuentra así basta con remontarse, tan solo, a algunos años atrás. Pero si realmente quisiéramos conocer su tragedia deberíamos recorrer bastante tiempo más.

Con lo poco que tiene de fuerza logra sentarse en su cama y acomoda la blusa negra que lleva puesta. Negra, al igual que sus pantalones acampanados. Toma un pañuelo de papel que está sobre la mesa de luz, el cual reposa junto a tres frascos pequeños llenos de diferentes pastillas.

La casa está envuelta en un angustioso silencio. Lo único que se alcanza a oir es el pañuelo frotando su rostro, tratando de limpiarlo.

Su cara ya seca, vuelve a humedecerse tan solo por una lagrima que se desprende de su lagrimal y rueda por el contorno de su nariz.

Respira profundo y exhala fuertemente, como tratando de expulsar todo el mal que corre por dentro, mientras observa un sinfín de fotos que decoran una de las paredes de su cuarto. Todas como enmarcando a un almanaque que marca el día de hoy.

En la mayoría de aquellas fotos se encuentra sola, mientras que en otras se la ve de muy pequeña junto a una mujer con rasgos similares y en sus imágenes de adolescente posa con otra mujer en donde es aun mas notoria la diferencia de edad.

Las expresiones son casi todas las mismas. Una mirada triste y vacía acompaña a las tres mujeres fotografiadas. A diferencia de las imágenes en donde se la puede ver junto a un joven de su misma edad, ya siendo una joven adulta. Ahí si que se la puede ver sonriente y hasta con brillo en sus ojos. Al ver esas fotos lleva su mano al pecho y estruja su blusa, como si realmente intentara de mantener unido a un corazón destrozado.

El momento es interrumpido cuando se asusta con el sonar de su teléfono y vuelve a respirar profundo antes de atender.

Del otro lado del parlante se alcanza a escuchar una voz femenina, tan triste o aún más que quien atendió.

—Dame un segundo— pide Celeste y del cajón de su mesa de luz saca una hoja y una lapicera.

—Repetime por favor— mientras anota certifica en voz alta. —Avenida Belgrano 1375, ahí estaré— asegura antes de colgar y nuevamente se deja caer en su cama. Rompiendo nuevamente en un mar de lágrimas.

 




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